"Sic semper tyrannis"
"?SE DEBE ser siempre el destino de los tiranos". Nicolae Ceaucescu, el sangriento d¨¦spota que, junto con su familia, ha controlado y destrozado a Ruman¨ªa durante casi un cuarto de siglo, hundiendo a sus pobladores en la m¨¢s abyecta de las miserias, ha ca¨ªdo.El acelerado proceso que ha conducido a este final tuvo sus antecedentes m¨¢s inmediatos el a?o pasado, cuando empezaron a aflorar historias de persecuciones a las minor¨ªas ¨¦tnicas h¨²ngaras en el este de Ruman¨ªa y se inici¨® un ¨¦xodo masivo hacia el pa¨ªs vecino. Poco despu¨¦s, en noviembre de 1988, Regaron a Ocdidente confusas informaciones de, un levantamiento popular en la ciudad de Brasov -probablemente protagonizado asimismo por h¨²ngaros-, en cuyo transcurso fueron saqueadas tiendas de alimentos y de bienes de consumo reservadas a miembros privilegiados del partido y linchados miembros de la polic¨ªa secreta. La represi¨®n fue entonces terrible.
El enloquecimiento de Ceaucescu lleg¨® posteriormente al paroxismo cuando a las ya intolerables restricciones impuestas a la vida diaria de los rumanos -cortes de luz, insuficiente suministro de gas, prohibici¨®n de calefacci¨®n, escasez de alimentos, justificados por la necesidad de devolver la deuda externasum¨® un decreto de normalizaci¨®n cuyo objeto era arrasar pueblos y monumentos hist¨®ricos para establecer la igualdad social y la homogeneidad socialista.
El mundo asist¨ªa impotente a esta escalada de la locura, mientras el resto de la estructura socialista evolucionaba a velocidad de v¨¦rtigo, hacia la libertad. Parec¨ªa que el fin de la dictadura rumana no llegar¨ªa.
En la pasada semana, sin embargo, se produjeron los dos acontecimientos finales en el descalabro de la tiran¨ªa. Por una parte, la brutal represi¨®n en la ciudad oriental de Timisoara, donde el ej¨¦rcito y la polic¨ªa intervinieron sin contemplaciones y asesinaron friamente a cientos de personas. Por otra, la manifestaci¨®n de adhesi¨®n del jueves pasado, convertida espont¨¢neamente en una multitudinaria protesta contra el dictador y el r¨¦gimen.
Es un ir¨®nico epitafio a la demencia del tirano, a su capacidad de autoenga?o, que los gritos y los insultos pillaran a Ceaucescu por sorpresa. Lo que no fue ¨®bice para que, una vez m¨¢s, la polic¨ªa abriera fuego conira el grupo de manifestantes. Esa brutalidad colm¨® el vaso de la paciencia rumana. Mientras la revuelta popular se generalizaba en las calles de Bucarest, aparec¨ªan consignas de huelga general, los obreros de la mayor planta de refino de Ruman¨ªa amenazaban con volarla si no dimit¨ªa el dictador y muchos soldados tiraban sus armas con tal de no disparar contra sus compatriotas.
Hac¨ªa semanas que, con lentitud y enorme prudencia, se estaba organizando en Ruman¨ªa`un Frente de Salvaci¨®n Nacional, integrado y dirigido sustancialmente por antiguos miembros del aparato, crecientemente escandalizados por lo que a¨²n pod¨ªa reservar al pa¨ªs -y probablemente a ellos mismos- la demencia senil del dictador. Aunque las noticias siguen siendo confusas, no es improbable que, apoyado en el genuino levantamiento popular, se haya producido un golpe de palacio, estimulado por el suicidio del ministro de Defensa. Tras ¨¦l, alg¨²n alto mando militar y el ex ministro de Asuntos Exteriores Comelio Manescu, vinculado al Frente de Salvaci¨®n, parecen haberse hecho cargo de la ca¨®tica situaci¨®n. A ¨²ltima hora de la noche, sin embargo, con informes contradictorios sobre el paradero de Ceaucescu y su mujer, la resistencia desesperada de la vieja guardia imped¨ªa el control definitivo de la situaci¨®n.
Es pronto para adivinar en qu¨¦ podr¨¢ desembocar el deseo de revancha popular contra los salvajes que durante lustros les torturaron y asesiliaron; en este sentido, el llamamiento de Mosc¨² a la moderaci¨®n deber¨ªa ser seguido por todos aquellos que puedan influir en la evoluci¨®n de los acontecimientos rumanos. A punto de acabar la pesadilla, es la hora de reconstruir Ruman¨ªa para que pueda incorporarse pronto al nuevo concierto europeo de naciones democr¨¢ticas.
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