De los Romanov a los Ceaucescu
Reflexi¨®n sobre las ejecuciones en Rumam¨ªa desde el lugar del fusilamiento del ¨²ltimo zar
![Pilar Bonet](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F20305dc5-7626-4aae-ba59-6e4ab29f2aac.png?auth=637102860dc774e4edecc8d35394dc6e08d620e804b66b7dbdb83c18f1a37160&width=100&height=100&smart=true)
PILAR BONET No existe en la URSS mejor ciudad para reflexionar sobre la ejecuci¨®n de Nicolae y Elena Ceaucescu que la antigua Ekaterimburgo (hoy Sverdlovsk), fundada en tiempos de Pedro I para explotar el mineral de hierro de los Urales. En la noche del 17 de julio de 1918 fueron fusilados, en una desamueblada habitaci¨®n decorada con un solitario reloj de pared en esa misma ciudad de Ekaterimburgo, el zar Nicol¨¢s II Romanov y toda su familia, la zarina Alejandra, las grandes duquesas y el propio zarevitz (pr¨ªncipe heredero) Alexis, as¨ª como varios miembros del servicio real.
Nadie en este potente centro de la industria militar, que apenas se entreabre hoy al extranjero tras un largo aislamiento, ha podido evitar analog¨ªas entre la violencia de la perestroika rumana y aquellos acontecimientos de 1918 con los que SverdIovsk mantiene una ambigua relaci¨®n de orgullo p¨²blico y verg¨¹enza privada.En cuatro d¨ªas de estancia en SverdIovsk no he encontrado ni un solo habitante que defendiera la muerte del zar. Al contrario, muchos de los residentes locales con los que me fue dado hablar la condenaban con la misma determinaci¨®n que empleaban para juzgar, simpat¨ªas aparte, la muerte del conducator rumano.
Para el viajero que llega a SverdIovsk, el lugar donde se alz¨® la casa del ingeniero Ipatiev, escenario de la muerte de los Romanov, es parte obligada de cualquier itinerario. Hoy, la mansi¨®n confiscada, que pas¨® a llamarse "objeto de denominaci¨®n especial" en los documentos oficiales, es un descampado cubierto de nieve, vecino a una f¨¢brica de caramelos que proyecta a la atm¨®sfera un humo dulz¨®n.
"Hasta la tierra han querido llevarse para que no quedara nada", comenta, refiri¨¦ndose a un paso de peatones aqu¨ª construido, nuestro acompa?ante, un candidato a las elecciones al Parlamento ruso. Al otro lado de la calle est¨¢ la mansi¨®n Rastorgueiev-Jarito-nov, hoy un palacio de pioneros, que en el pasado fuera el palacio del gobernador general de los Urales.
El 17 de julio pasado, grupos mon¨¢rquicos con pendones y el ¨¢guila de dos cabezas de los Romanov, vinieron aqu¨ª a honrar con flores y arengas la memoria de Nicol¨¢s IL La versi¨®n oficial dice que su muerte fue decidida por el consejo regional de los Urales sin conocimiento de Mosc¨², es decir de Lenin, ante el peligroso avance de los Blancos que amenazaban con liberarle y consolidar fuerzas en tomo a la figura real. Ahora, con toda la historia sovi¨¦tica en revisi¨®n, las sombras de la duda, proyectadas por un estudio publicado en la revista Rodina (Paffia), amenazan con involucrar a los padres de la revoluci¨®n, incluido Lenin, en la muerte del zar.
El viejo recuerdo
Un poeta ruso, cuentan los habitantes de SverdIovsk sin ponerse de acuerdo sobre qui¨¦n fue exactamente, se llev¨® un trozo de la reja de, la casa del ingeniero Ipatiev cuando ¨¦sta fue demolida.
Consideraba el poeta que si el zar muri¨® de pie contra la pared, lo ¨²ltimo que vio antes de expirar fue un trozo de cielo a trav¨¦s de la reja de la ventana convertida hoy en curiosidad de sala de estar.
En el consultorio jur¨ªdico de SverdIovsk donde trabaja Nina Yurichenko, la abogada del disidente Serguei Kuznetsov, un grupo de j¨®venes abogados pensaban en el zar y daban argumentos en contra del fusilamiento de Ceaucescu: "Han querido eliminarle para que no delate los delitos de quienes han colaborado con ¨¦l", dec¨ªa uno de los abogados. "Es una ejecuci¨®n ?legal y una manifestaci¨®n de crueldad. ?Qu¨¦ puede esperarse de un r¨¦gimen que comienza con esta violencia?", se?alaba su interlocutor, quien recordaba la reciente presencia de Ceaucescu en Mosc¨² y la felicitaci¨®n enviada por Gorbachov con motivo de su reelecci¨®n como presidente.
El letrado contemplaba con malestar la efusividad sovi¨¦tica ante el muerto, cuando a¨²n estaba vivo y ten¨ªa el poder. Su compa?ero opinaba que la abolici¨®n del art¨ªculo 6 de la Constituci¨®n sovi¨¦tica, que hoy fija el papel dirigente del partido comunista, llevar¨¢ a un relevo en el poder. "Y todav¨ªa no sabemos c¨®mo ser¨¢ ese relevo..., si la gente saldr¨¢ a la calle o no y si ocupar¨¢ los edificios oficiales". A nadie se le ocurr¨ªa comparar a Gorbachov con Ceaucescu, pero s¨ª lo que representaban Ceaucescu y el sistema sovi¨¦tico y, sobre todo, "los dirigentes locales", que, seg¨²n Nina Yurchenko, "no quieren ceder el poder ni tampoco compartirlo".
Ni rastro
La casa del ingeniero Ipatiev estuvo en pie, dicen vecinos de SverdIovsk, hasta 1978. "Del fusilamiento no quedaron rastros y la gente pasaba junto a la casa camino del trabajo sin pensar en lo que all¨ª pas¨®". El edificio se convirti¨® en un archivo, una dependencia administrativa y un taller de carpinter¨ªa, a juzgar por los estantes que un intelectual local tiene hoy en su casa.
"Lo hicieron en el s¨®tano de la casa de Ipatiev", dice nuestro refinado interlocutor acariciando la madera clara. La casa fue demolida cuando cundieron los rumores de que la Unesco quer¨ªa convertirla en monumento. Verdad o no, lo cierto es que los poderes locales decidieron r¨¢pidamente que la ampliaci¨®n de la v¨ªa p¨²blica obligaba a eliminar la casa.
Por entonces, dice el director de una revista local, era jefe del partido Boris Eltsin, hoy uno de los l¨ªderes de la oposici¨®n a Gorbachov. Eltsin fue primer secretario de SverdIovsk desde 1976 hasta 1985. Antes hab¨ªa sido ingeniero jefe de la ciudad y director de construcci¨®n de viviendas.
Fuera o no el responsable, la destrucci¨®n de la casa del ingeniero Ipatiev es la ¨²nica cosa que no han perdonado a Eltsin sus, por lo dem¨¢s incondicionales, paisanos.
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