Geometr¨ªa de la nueva Europa
Apenas asimilada la naturaleza de los cambios pol¨ªticos que est¨¢n experimentando los pa¨ªses de Europa del Este, en esta otra Europa se trata de anticipar la trascendencia econ¨®mica de ese proceso. Su relaci¨®n es tanto mayor cuanto que las reformas pol¨ªticas y econ¨®micas emprendidas son aspiraciones no s¨®lo coincidentes, sino constitutivas de una sola entidad determinada por el fuerte deterioro en que esas econom¨ªas han desembocado. La fundamentaci¨®n de la din¨¢mica liberalizadora y los proyectos que de ella emanan tienen como referencia finalista la sustituci¨®n del modelo de organizaci¨®n econ¨®mica y su adhesi¨®n al esquema de relaciones comerciales y financieras vigentes en la Europa comunitaria.Un nuevo y m¨¢s complejo escenario se perfila, en consecuencia, como receptor del proceso de integraci¨®n econ¨®mica en la Europa de los doce. A las dificultades inherentes a la materializaci¨®n del objetivo de un mercado ¨²nico a partir de 1993 y a las reticencias generadas por la m¨¢s distante unificaci¨®n monetaria se a?aden ahora las incertidumbres asociadas a la necesaria acomodaci¨®n de esa segunda Europa y las relativas al impacto que sobre algunos pa¨ªses comunitarios receptores netos de ahorro exterior (Espa?a, sin ir m¨¢s lejos) pueda tener la constituci¨®n de esos nuevos destinos alternativos.
En la resoluci¨®n de esas incertidumbres ser¨¢ determinante la actitud con la que la Rep¨²blica Federal de Alemania (RFA) afronte ese proceso, optando entre la profundizaci¨®n de la integraci¨®n de la Europa de los doce y las distintas v¨ªas de vinculaci¨®n unilateral a algunos de esos pa¨ªses, en especial con la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA). No ha de extra?ar, por tanto, que sobre la base de la asimilaci¨®n de tales alternativas algunos pa¨ªses comunitarios, con Francia a la cabeza, propicien una aceleraci¨®n del desarrollo interno de la Comunidad con el fin de vincular m¨¢s estrechamente a la RFA a sus socios occidentales y, en ¨²ltima instancia, alejar el fantasma de la reunificaci¨®n.
La compatibilizaci¨®n de este nuevo ritmo que se pretende imprimir a la integraci¨®n de la primera Europa con la acomodaci¨®n de algunos de los pa¨ªses orientales en proceso de transformaci¨®n esta raz¨®n ¨²ltima de la propuesta esbozada por Jacques Delors bajo la figurativa denominaci¨®n de la Europa de los c¨ªrculos conc¨¦ntricos. Los reci¨¦n llegados ser¨ªan acomodados, seg¨²n este esquema, en una instancia pr¨®xima, aunque claramente diferenciada, a la que ocupar¨ªan los seis pa¨ªses de la EFTA (Austria, Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia y Suiza), inmediatamente ligada al centro (mediante una asociaci¨®n de libre comercio y una uni¨®n aduanera), en el que estar¨ªan instalados los doce. En ese tercer c¨ªrculo m¨¢s distante, algunos de los pa¨ªses del Este compartir¨ªan eventualmente su acomodo con pa¨ªses como Yugoslavia, Turqu¨ªa o alguno del norte de ?frica.
En ese sistema de corredores o salas de espera, los nuevos inquilinos de la casa europea purgar¨ªan su pasado y se iniciar¨ªan en los usos y costumbres de la econom¨ªa de mercado. La homologaci¨®n con los pa¨ªses comunitarios no ser¨¢ precisamente una tarea f¨¢cil desde la situaci¨®n de pr¨¢ctico estrangulamiento en que algunas de esas econom¨ªas se encuentran. La eventual marshallizaci¨®n del bloque no, ser¨¢ suficiente para adecuar unas estructuras productivas no s¨®lo obsoletas en sus configuraciones t¨¦cnicas, sino, lo que a estos efectos es m¨¢s relevante, en sus estructuralmente inadecuados mecanismos de decisi¨®n: en sus posibilidades de asignaci¨®n descentralizada.
Esas mismas dificultades para acceder al coraz¨®n de la Europa comunitaria son en gran medida v¨¢lidas para ponderar el car¨¢cter de las amenazas que se ciernen sobre Espa?a como beneficiaria de los flujos de capital a largo plazo procedentes de nuestros socios comunitarios. La reciente sensibilidad a esa eventual competencia parece encontrar su m¨¢s circunstancial caldo de cultivo en algunos ejercicios de extrapolaci¨®n, no exentos de catastrofismo, del d¨¦ficit por cuenta corriente que hoy presenta nuestra balanza de pagos y, m¨¢s espec¨ªficamente, en el temor al agotamiento de la capacidad de atracci¨®n de financiaci¨®n exterior.
Esa lectura alternativista de la posici¨®n que Espa?a pueda pasar a ocupar en ese nuevo trazado europeo puede resultar tanto m¨¢s simplista cuanto m¨¢s superficial es la evaluaci¨®n del contraste y m¨¢s errada su identificaci¨®n. Ni la posici¨®n de Espa?a en esa nueva geometr¨ªa puede depender de su magnetismo sobre el ahorro exterior ni su sustituci¨®n en ese primer c¨ªrculo conc¨¦ntrico esta' hoy m¨¢s amenazada que antes del 9 de noviembre. M¨¢s relevante, a estos efectos, que la dificil y lenta emergencia de la RDA, Checoslovaquia o Hungr¨ªa, como econom¨ªas asimilables al nuevo espacio econ¨®mico europeo, puede resultar la solicitud formal de adhesi¨®n a la CE de Austria o la m¨¢s estrecha vinculaci¨®n del resto de pa¨ªses de la EFTA, pieza fundamental del nuevo espacio econ¨®mico europeo, que previsiblemente quedar¨¢ configurado a partir de 1993. Con todo, su potencial intimidatorio sobre las acciones de pol¨ªtica econ¨®mica tiene menos que ver con las facilidades de financiaci¨®n del desequilibrio exterior de la econom¨ªa espa?ola que con su car¨¢cter y vocaci¨®n de permanencia.
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