Extra?a orden de captura
El pasado 22 de febrero, Marie-France lonesco ley¨®, durante un acto p¨²blico celebrado en uno de los locales del Parlamento Europeo en Bruselas, unas incendiarias palabras escritas por su anciano padre, que se encontraba entonces enfermo en un hospital de Par¨ªs. En este escrito, el autor de La cantante calva proclam¨®: "En el momento m¨¢s desgraciado de su historia, en el umbral de su desaparici¨®n como pueblo, en v¨ªsperas de su desvinculaci¨®n con Europa, ha llegado el morriento de que los pa¨ªses de Occidente reaccionen contra el genocidio cultural que padece Ruman¨ªa o, de lo contrario, se les acusar¨¢ de omisi¨®n en el deber de socorro".Los acontecimientos y lo que poco a poco van dejando ¨¦stos entrever en todo lo referente al sojuzgamiento la brutal represi¨®n del r¨¦gimen de Ceacescu contra los hombres de la cultura rumana han ratificado por s¨ª solos el car¨¢cter extremo de esta dram¨¢tica llamada del dramaturgo rumano exiliado. Centenares de compatriotas suyos comparecieron a lo largo de nueve horas ante una comisi¨®n creada a tal efecto por el Parlamento Europeo.
En esta ya hist¨®rica sesi¨®n se narraron hechos de esta especie: el destierro masivo de profesionales liberales, profesores, cient¨ªficos, artistas e intelectuales era una pr¨¢ctica cotidiana en la Rumania de Ceaucescu, pero se trata de una variante benigna de su puro y simple exterminio, que se aplicaba contra ellos sin m¨¢s pretexto que, por ejemplo, encontrar en sus domicillos libros de Boris Pasternak, ya rehabilitado en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, o, as¨ª como suena, de... Charles Dickens, como testimoni¨® en la capital comunitaria el escritor Dan Alexe.
Una ministra
Hace unos cuatro a?os, en las catacurribas de los c¨ªrculos culturales del exilio interior de Bucarest, circul¨® una an¨¦cdota que, incluso en el caso de que sea ap¨®crifa, sintetiza de manera feroz pero insuperable la tragedia de la cultura rumana bajo Ceaucescu.
Se cuenta que, tras la publicaci¨®n en esas fechas -una publicaci¨®n simb¨®lica, en tirada m¨ªnima que se agot¨® en menos de una hora- del primer tomo de la Historia de las ideas religiosas, de Mircea Eliade, uno de los libros esenciales de la cultura rurriana, hasta entonces prohibido, la ministra de Cultura, Susana Gidea, al leer las galeradas del libro, pidi¨® que llevaran inmediatamente ante su presencia al autor de aquellas p¨¢ginas. Quer¨ªa al parecer leer la cartilla ni m¨¢s ni menos que a Mircea Eliade, uno de los grandes hombres de este siglo, que por entonces agonizaba en su refugio universitario de Chicago. La ministra rumana de Cultura no ten¨ªa la menor idea de qui¨¦n es el m¨¢s universal de los nombres de esa cultura que ella dec¨ªa encabezar.
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