'Fedde pubblica'
En las ¨²ltimas semanas me ha parecido detectar un aumento de las cotas, ya de por s¨ª altas, de recelo y desconfianza hacia las instituciones p¨²blicas. Como el propio editorialista de EL PA?S ha puesto de manifiesto en relaci¨®n con las irregularidades descubiertas durante las recientes elecciones, la falta de fe en las instituciones constituye un serio peligro para la estabilidad del entramado social y pol¨ªtico. Abundando en ello, quiero resaltar la importancia que la confianza mutua entre los agentes sociales tiene para el desarrollo econ¨®mico de una sociedad.Existe la tesis, por, la que siento una particular afinidad, que halla en las formas de relaci¨®n personal e institucional la explicaci¨®n de los distintos niveles econ¨®micos de las sociedades, asociando la buena marcha de la econom¨ªa a un determinado talante. De acuerdo con una terminolog¨ªa aceptada, me gusta llamar a este talante la ¨¦tica del republicanismo cl¨¢sico, porque tiene como referencia, sin duda idealizada, la Roma republicana y la Atenas de Pericles. Para m¨ª es una tesis m¨¢s -grata que la c¨¦lebre defendida por Weber sobre la estrecha asociaci¨®n entre la ¨¦tica de trabajo protestante y el desarrollo del capitalismo.
El elemento crucial del republicanismo cl¨¢sico es la hegemon¨ªa del inter¨¦s p¨²blico sobre el inter¨¦s privado. En la escenograf¨ªa republicana cl¨¢sica, la virtud de Bruto de anteponer los intereses del com¨²n sobre los de la inmediata familia es paradigm¨¢tica de esta ¨¦tica. Su prevalencia permite que gente perteneciente, a grupos diferentes se tenga mutua confianza.
La idea que quiero exponer afirma que en las sociedades en las que la confianza p¨²blica es el principio social dominante el progreso econ¨®mico es m¨¢s f¨¢cil. Para ilustrar est¨¢ tesis quiero utilizar un ejemplo que no nos es del todo ajeno a los espa?oles. Me refiero a las causas de la decadencia del reino de N¨¢poles, que pasa de ser una sociedad floreciente durante el dominio catalanoaragon¨¦s a convertirse en una sociedad depauperada tras la llegada de los Habsburgo espa?oles.
Me baso para ello en un trabajo del historiador Anthony Padgen que recoge las opiniones de dos economistas napolitanos del siglo XVIII, Doria y Genovesi, de los cuales el ¨²ltimo es posiblemente el primer profesor de comercio de la Universidad europea.
De acuerdo con la interpretaci¨®n de estos tratadistas, los reyes espa?oles consiguen, de forma, premeditada, la destrucci¨®n de las normas sociales del N¨¢poles catalanoaragon¨¦s que daban amparo al cr¨¦dito mutuo de los ciudadanos. Seg¨²n Doria, Felipe II se propone empobrecer el reino para que resulte f¨¢cil mantenerlo sometido. Con este fin, la pol¨ªtica de hispanizaci¨®n sustituye sistem¨¢ticamente los valores, basados en la confianza mutua (fedde pubblica) por unos valores centrados en el amor propio y en la honra personal. No es dif¨ªcil imaginar que un hombre que antepone su honra a las normas sociales acaba por convertirse en su propio legislador, y dificulta, por tanto, la posibilidad de confiar en ¨¦l.
Esta subversi¨®n de las normas de convivencia es la que conduce al hundimiento de la econom¨ªa. En palabras de Doria, "el comercio es un arte que une a los hombres en la sociedad civil de manera que se presten mutuo apoyo, con lo que ni la distancia ni ninguna otra consideraci¨®n impide la ayuda mutua". El comercio y su florecimiento van ¨ªntimamente unidos a la ¨¦tica secular del republicanismo cl¨¢sico.
Se ha querido encontrar el ant¨ªdoto contra los factores que frenan el avance econ¨®mico en la ¨¦tica protestante del trabajo, a lo Weber, o en el lucro personal como motor de la econom¨ªa nacional, a lo Smith. A m¨ª, en particular, me atrae m¨¢s una doctrina como la expuesta, que explica el avance, o retroceso econ¨®mico en funci¨®n de la confianza mutua y de la fe p¨²blica. Estos elementos, no se olvide, dependen crucialmente de la informaci¨®n que se tenga sobre los dem¨¢s; es decir, de la transparencias de las decisiones personales y sociales.
No creo que este enfoque se halle muy lejos de la atenci¨®n que presta la teor¨ªa moderna del desarrollo econ¨®mico a las instituciones y a las relaciones entre las personas, como razones principales de las diferencias entre regiones ricas y pobres.
Como es sabido, dar cuenta de los diferentes niveles de renta y crecirniento constituye una de las cuestiones capitales en el estudio del desarrollo econ¨®mico. Hasta no hace mucho, la explicaci¨®n habitual aseguraba que las regiones pobres eran iguales a las ricas, s¨®lo que m¨¢s pobres, con menos capital. Un diagn¨®stico como ¨¦ste exigir¨ªa un tratamiento obvio: aumentar los recursos de las regiones menos desarrolladas, en particular con transferencias de las regiones m¨¢s ricas.
Tanto por razones te¨®ricas como por la desastrosa evoluci¨®n reciente de los pa¨ªses menos desarrollados, esta interpretaci¨®n ha ido perdiendo credibilidad. Es en la organizaci¨®n social, en la de los individuos y las instituciones que median estas interacciones, donde hay que buscar, dice la teor¨ªa moderna, el origen de las diferencias.
Si esto es as¨ª, resulta que el mero desarrollo econ¨®mico, por no hablar de la estabilidad pol¨ªtica y social de un pa¨ªs, exige la consolidaci¨®n de una ¨¦tica de respeto y confianza hacia las personas y las instituciones.
Por cierto que la aceptaci¨®n de este an¨¢lisis deber¨ªa afectar al dise?o de la pol¨ªtica de solidar?dad entre nuestras regiones. De ser correcta la tesis aqu¨ª expuesta, ser¨ªa un error centrar la pol¨ªtica de desarrollo regional en la simple transferencia de recursos de las comunidades ricas y pobres. Tanto m¨¢s si, como constatan trabajos recientes sobre desigualdad y pobreza en Espa?a, la desigualdad econ¨®mica existente dentro de las regiones espa?olas es muy superior a la que existe entre ellas.
Evidentemente, no todo crecimiento econ¨®mico puede entenderse en t¨¦rminos de la implantaci¨®n de la ¨¦tica del republicanismo cl¨¢sico. Ah¨ª est¨¢n Singapur y Corea del Sur como posibles contraejemplos. Pero se trata de una tesis con indudable capacidad explicativa, con un componente ¨¦tico extraordinariamente atractivo, y que acrece, si cabe, mi preocupaci¨®n por el debilitamiento de la confianza de los ciudadanos en sus instituciones.
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