Una droga mod¨¦lica y eficaz
La adicci¨®n al trabajo suele ocultar frustraciones en la vida privada, seg¨²n los psiquiatras
En Estados Unidos ya los designan con nombre propio: workaholics, especie profesional que, en lugar de beber, trabaja para olvidar. Si, como reconocen los psiquiatras, todo el mundo tiende a buscar un objeto idealizado para calmar sus ansiedades, en una sociedad que mitifica las labores productivas, el trabajo ser¨ªa la tapadera perfecta para cualquier frustraci¨®n. Pero nadie admite su adicci¨®n. Como afirma el psiquiatra Enrique Garc¨ªa Bernardo, "todo el mundo se protege porque en el fondo lo consideran un fracaso, y el fracaso no se admite". Antes reventar de infarto a los 40.
Carmen Blanco, secretaria de direcci¨®n, de 35 a?os, se levanta a las siete de la ma?ana con el tema musical de la pel¨ªcula Working girl (en Espa?a, Armas de mujer), al mismo ritmo trepidante de la chica despierta que desbanc¨® a su preparad¨ªsima jefa. Hoy puede ser el gran d¨ªa, aunque sus armas son otras: una f¨¦rrea voluntad que le permite cumplir una jornada laboral de 10 horas diarias, comer en 20 minutos, estudiar Sociolog¨ªa por las noches, aprender sevillanas tres d¨ªas a la semana y saltar a la comba antes de acudir al trabajo, para no perder la forma. Algunos fines de semana, mientras friega, lava y recompone el hogar abandonado, se pregunta qu¨¦ demonios est¨¢ haciendo. Por suerte, cuando el clima lo permite, puede hacerse 15 kil¨®metros de marcha en la sierra y no hay tiempo para pensar.Bernardo, agente de bolsa internacional, tiene 29 a?os, y un eco de joven triunfador que le van espetando por las esquinas. Son 16 o 18 horas de trabajo diarias, viajes, seminarios los fines de semana, comidas y cenas con amigos del mismo ¨¢mbito laboral... "Un trabajo con sensaciones fuertes. Cuando dejas de sentir, te mueres". Reconoce que en vacaciones ha sentido "ese mono del trabajo". "Te sientes desprotegido", dice. Es la nostalgia del diario enganche con las bolsas de Am¨¦rica, de Europa o del Pac¨ªfico que le amarran toda su jornada, "detalles t¨¦cnicos que te atan tantas horas". No huye, no. Pero ha sentido a veces la depresi¨®n del broker: "Es el cansancio, el v¨¦rtigo de la situaci¨®n". Cuando ocurre, viaja, como hace pocos d¨ªas, en que, tambi¨¦n apresuradamente, vivi¨® en directo los ¨²ltimos estertores del r¨¦gimen checoslovaco.
Aparcar la vida privada
Pol¨ªticos, empresarios, periodistas, todos se quejan de "aparcar la vida privada a las vacaciones" por exigencias de la sociedad actual. Pocos reconocen, como apunta, el psiquiatra Rafael Cruz Roche, presidente de la Asociaci¨®n Psicoanal¨ªtica de Madrid, que profundizar en uno mismo es "doloroso", y que mientras se est¨¢ ocupado "todo el aspecto emocional queda en suspenso" En este sentido, el trabajo puede considerarse una droga tan eficaz como la hero¨ªna o la coca¨ªna s¨®lo que aceptada socialmente. "Al calmar la angustia, produce felicidad en una primera fase, pero cuando se deja, aparece una angustia mucho mayor", opina Cruz Roche.La realidad es que nunca se calma la supuesta infelicidad. En el trabajador insaciable empiezan a aparecer sentimientos de culpa y de autoexigencia tir¨¢nica consigo mismo y con los dem¨¢s, cuando ostenta un puesto de responsabilidad. "El adicto al trabajo es el prototipo del jefe cabr¨®n", comenta el especialista Tambi¨¦n, el obsesivo deportista del fin de semana, empe?ado en llenar sus d¨ªas de ocio de intensa actividad.
El psiquiatra de origen h¨²ngaro Ferenzi describi¨® la neurosis del domingo: la intolerancia que muestran algunos trabajadores a la propia vida emocional, cuando el descanso les enfrenta con el encuentro interpersonal. Sin llegar a alteraciones psicol¨®gicas, es frecuente entre los j¨®venes ejecutivos la sensaci¨®n de aburrimiento al cesar la actividad.
Rafael Cruz Roche admite que el propio sistema capitalista aprovecha los aspectos m¨¢s d¨¦biles del individuo para estimular su productividad. "Las multinacionales", recuerda, "establecen sistemas de evaluaci¨®n, parecidos a las notas del colegio y traducidos en incentivos econ¨®micos". El trabajo es entonces la f¨®rmula m¨¢gica para conseguir dinero y poder, "que les gusta m¨¢s que a un tonto un boli" a?ade.
Esas mismas multinacionales esperan a los j¨®venes ejecutivos a la salida de la escuela. Les eligen y entrenan como caballos de carreras para el virtuosismo laboral, pero no les avisan que a partir de los 40 a?os pueden padecer insomnio; falta de apetito, ¨²lcera de est¨®mago, colon irritable o infarto de miocardio. Por el camino se habr¨¢n quedado calvos y, algunos, habr¨¢n perdido tambi¨¦n la posibilidad de constituir una familia.
Fracaso
Enrique Garc¨ªa Bernardo, jefe de la Unidad de Agudos del Hospital Psiqui¨¢tico de Legan¨¦s (Madrid), intenta explicar por q¨²e los profesionales no admiten este tipo de problemas, salvo en contadas ocasiones. "Todo el mundo se protege porque en el fondo lo consideran un fracaso, y el fracaso no se admite". "Estas personas terminan rompi¨¦ndose por el cuerpo, antes de mostrar problemas psicol¨®gicos", explica el experto, refiri¨¦ndose a la incidencia de enfermedades psicosom¨¢ticas en los ejecutivos. Garc¨ªa Bernardo cree que el fen¨®meno es, en suma, un intento de comprobar si existen los l¨ªmites, "una forma excelente de filtrear con la supuesta omnipotencia del ser humano".Con la jubilaci¨®n llega la hora de la verdad. "Es un hecho clar¨ªsimo", asegura el geriatra Jes¨²s P¨¦rez del Molino, del hospital Central de la Cruz Roja de Madrid, "que las personas muy activas presentan al jubilarse actitudes m¨¢s severas consigo mismas y sensaciones de incapacidad". El resultado son depresiones importantes, con p¨¦rdida de apetito, molestias inespec¨ªficas o, simplemente, desinter¨¦s por las cosas. Por otra parte, la imagen de la muerte, alejada durante otras etapas de su vida, aparece ahora de forma obsesiva. En la literatura m¨¦dica no son infrecuentes los casos de pacientes que fallecen de infarto un mes despu¨¦s de jubilarse. Son personas que han establecido su vida en torno al ideal del trabajo y que, cuando lo dejan, "no saben vivir", concluye el especialista.
La adicci¨®n al trabajo no es un fen¨®meno exlusivo del final de siglo, aunque se vea facilitada por la excelente valoraci¨®n social de la productividad. A la dificultad de enfrentarse con uno mismo se une el hecho hist¨®rico de que las sociedades avanzan adapt¨¢ndose a la realidad. "No existe una f¨®rmula m¨¢gica para vivir. Hay que invent¨¢rsela", sugiere Cruz Rocha.
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