Madrid recogido y humilde
Apartarse del mundo y su bullicio vocinglero, la concentraci¨®n en el hontanar secreto del alma es una de las caracter¨ªsticas de muchos espa?oles. Huir del imperativo de las pasiones, del grito ensordecedor de aparatitos diversos, para encontrar un eje de serenidad y paz ¨ªntima, fue lo que buscaron santa Teresa, san Juan de la Cruz y otros m¨ªsticos, como Francisco de Osuna, en cuyo Tercer abecedario aconseja que el recoleto silencio es norma se?era de la vida espiritual.Tambi¨¦n la humildad, esa pasi¨®n envilecedora, "humild¨®se hasta hacerse muy peque?ito" (C¨¦sar Vallejo), puede convertirse en ejemplar desprecio por el boato y esplendidez soberbia de la vida ciudadana.
Cu¨¢ntas calles de Madrid se esconden del centro de la villa agitado, estremecedor, como recluidas en una propia existencia ¨ªntima. De ellas nos acercamos a la calle de Jacometrezo, muy pr¨®xima a la Gran V¨ªa, pero tan alejada por la peque?ez del ir y venir de las gentes. Debe su nombre al gran escultor milan¨¦s Jacobo Trezzo, autor del Tabern¨¢culo de El Escorial y de tantas otras obras notables.
En esta calle estaba el colegio de los Tudescos, donde fue atacado de mortal enfermedad Lope de Vega. Hoy abundan librer¨ªas de viejos, algunas tabernas alegres, tiendas de objetos raros y algunos establecimientos misteriosos.
Continuando nuestra b¨²squeda llegamos a la se?orial, severa y silenciosa de Sacramento, que va de la plaza del Cord¨®n a la calle Mayor, por la que circulan muy pocos paseantes. Comienza teniendo a su derecha la fachada sur de la Casa de Cisneros, con su hermoso balc¨®n y puerta, que m¨¢s tarde fue Imprenta Municipal.
Un balc¨®n famoso
Este balc¨®n es famoso porque se atribuye al cardenal Cisneros, que desde all¨ª pronunci¨® la famosa arenga: "?stos son mis poderes [se?alando la artiller¨ªa], y con ellos gobernar¨¦ hasta que el Pr¨ªncipe venga". Elegante forja del Madrid antiguo y cuyo autor parece que fue Berruguete.
En esta misma calle se alza el palacio de los Condes de Revillagigedo, descendientes de virreyes de M¨¦xico, y donde habit¨® muchos a?os el fil¨®sofo Eugenio D'Ors. Recuerdo que cuando le visit¨¦ en este palacio me ense?¨® un cuadro, La Virgen de Atocha, del pintor Rafael Barradas, uno de los creadores de la Escuela de Vallecas.
Rafael Barradas ten¨ªa ambiciones literarias, y una tarde le ley¨® una pieza teatral ret¨®rica y prolija. Fatigado, Eugenio D'Ors se levant¨® del sill¨®n en medio de la lectura y exclam¨®: "?Siga usted pintando, Barradas! ?S¨®lo pinte mucho!". Agradecido al cordial consejo, el pintor le regal¨® el cuadro.
En el n¨²mero 5 de la calle de Sacramento hay tambi¨¦n un viejo palacio, y en ¨¦l, cuenta la leyenda, un guardia de Corps, atra¨ªdo por una aventura amorosa, tuvo que descolgarse de noche por el balc¨®n, vali¨¦ndose de su bandolera. Cuando volvi¨® a recogerla encontr¨® un cad¨¢ver donde ¨¦l hab¨ªa cenado con una hermosa mujer.
Una calle recoleta
La calle de Florida, hoy Mej¨ªa Lequerica, nos llama la atenci¨®n por la cortedad de su trazado y, tan pr¨®xima a las bulliciosas Hortaleza y Sagasta, es la representaci¨®n m¨¢s exacta de la humildad recoleta.
En el siglo XVII se llam¨® calle de las Flores, y tambi¨¦n formaba parte de ella el trozo de la que hoy es calle de Fernando VI. Hasta hace pocos a?os, refiere Pedro R¨¦pide, todav¨ªa conservaba algunas casas bajas del siglo XVII bastante pintorescas y notables.
Esta c¨¦ntrica calle deb¨ªa su nombre a que en ella residi¨® Mar¨ªa de la Vega, condesa de Florida, quien ten¨ªa una criada mora que se neg¨® a ser bautizada, continuando fiel a su religi¨®n, lo que prueba el amplio esp¨ªritu de esta condesa, tan poco frecuente entonces.
En nuestros d¨ªas, que la vana ostentaci¨®n de ciertas nuevas clases ascendentes af¨¢nanse en mostrar su poder de boato esplendoroso, estas recogidas calles madrile?as nos invitan a la meditaci¨®n perseverante y el soliloquio interior.
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