El poscomunismo
LAS REVOLUCIONES que han puesto fin, en los ¨²ltimos meses, en seis pa¨ªses del Este al llamado socialismo real, establecido en ellos desde hace m¨¢s de 40 a?os, tendr¨¢n consecuencias profundas para las fuerzas de izquierda de Europa occidental. Se derrumba un pilar esencial de su cultura pol¨ªtica: la idea de que esos pa¨ªses hab¨ªan superado las injusticias del capitalismo y que -por graves que fuesen sus deficiencias- demostraban pr¨¢cticamente que es posible crear una sociedad m¨¢s justa que la occidental. El problema es doblemente grave para los partidos comunistas que, a pesar de cr¨ªticas y reticencias parciales, han tenido como base program¨¢tica y tema propagand¨ªstico central la superioridad de los sistemas del Este, en los que -dec¨ªan- los trabajadores disfrutaban de una vida mejor que en Occidente.?Estamos ante una pr¨®xima desaparici¨®n de los partidos comunistas, que, nacidos en los a?os veinte al calor de la revoluci¨®n rusa y de las teor¨ªas leninistas -que hoy se cuestionan incluso en la URSS-, se quedan sin raz¨®n de ser? El tema est¨¢ sobre la mesa, aunque solamente en Italia -donde existe el partido comunista m¨¢s fuerte de Europa- ha sido afrontado de manera directa. El secretario general del PCI, Acchille Occhetto, ha tomado el toro por los cuernos y ha propuesto no la simple disoluci¨®n del partido, sino que ¨¦ste tome la iniciativa de "abrir una fase constituyente" para crear "una nueva formaci¨®n pol¨ªtica". Un congreso extraordinario del PCI decidir¨¢, a principios de marzo, si acepta esa propuesta revolucionaria.De momento, la oposici¨®n en el seno del partido es muy fuerte. Se ha entrado en el problema del nombre. La idea de abandonar el t¨ªtulo de comunista ha suscitado airadas protestas, sobre todo en las generaciones maduras. Muchas figuras prestigiosas del comunismo italiano, como Ingrao, Natta, Pajetta y Tortorella, han presentado una moci¨®n contraria a la de Occhetto, y Cossutta, el sempiterno prosovi¨¦tico, la tercera en discordia. De pronto el PCI se ha convertido en un partido "de corrientes" y el congreso se prepara de acuerdo con la representaci¨®n proporcional de los votos que obtengan, en las conferencias regionales, las mociones en liza.
El principal argumento de Ingrao y Natta es que el PCI ha criticado desde hace mucho tiempo a los reg¨ªmenes del Este y que, por tanto, no hay motivo para el propuesto harakiri; basta con impulsar en su seno una renovaci¨®n profunda. Pero la propuesta de Occhetto no trata de renovar el partido, sino de crear una nueva formaci¨®n de izquierda que responda a nuevos objetivos y que haga pol¨ªtica con nuevos medios, superando la forma partido, obsoleta en gran medida como lo demuestra el desinter¨¦s de los j¨®venes. Estamos casi -con la excepci¨®n de algunas figuras veteranas ante una guerra de generaciones en las filas del PCI, ya que los j¨®venes y la corriente feminista apoyan de manera aplastante a Occhetto.
Fuera del PCI, el proyecto ha suscitado simpat¨ªa en medios intelectuales, en ambientes socialistas y cristianos; y, al mismo tiempo, un fuerte recelo en Craxi. Occhetto quiere incorporar la fuerza popular representada hasta ahora por el PCI a la Internacional Socialista, pero Craxi ve en ello una amenaza para su papel en la pol¨ªtica europea. Por otra parte, el plan del secretario comunista podr¨ªa cambiar cosas inamovibles en Italia desde hace casi medio siglo. Surgir¨ªa la posibilidad de un Gobierno de izquierda, con la Democracia Cristiana en la oposici¨®n. Bettino Craxi sigue una orientaci¨®n muy distinta, colaborando con un Gobierno que sostiene a figuras desprestigiadas de la Democracia Cristiana, como Andreotti o Gava. Curiosamente se ha formado una insospechada alianza frente al proyecto renovador de Occhetto, entre el comunismo m¨¢s nost¨¢lgicamente apegado al pasado y el socialismo derechista de Craxi.
Si en el congreso del PCI Occhetto obtiene un triunfo neto, la etapa siguiente ser¨ªa convocar una amplia conferencia program¨¢tica, abierta a otras fuerzas de izquierda, para dise?ar la "nueva formaci¨®n". El PCI habr¨ªa desaparecido y podr¨ªa empezar una nueva fase en la pol¨ªtica italiana. Pero el desenlace puede ser otro: que el debate cause tales divisiones y heridas en el PCI que hagan inviable cualquiera de las alternativas propuestas. Es una cuesti¨®n de tiempo.
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