El hogar holand¨¦s de los Manuputty
Un antiguo campo nazi, convertido en residencia definitiva de parte de la minor¨ªa moluque?a en Holanda
En la habitaci¨®n 37 del barrac¨®n 6 de Lunetten, un antiguo campo de concentraci¨®n nazi en Vught, localidad de la provincia holandesa de Brabante, vive el matrimonio Manuputty-Sapulette. La pareja permanece en este domicilio desde que en 1951 lleg¨® a los Pa¨ªses Bajos, con otras 12.000 personas, procedente de las islas Molucas. Ellos forman parte de las 240 familias que ocupar¨¢n este a?o nuevas viviendas en este campo, que pasa a ser residencia definitiva, tras una larga batalla con las autoridades que quer¨ªan demolerlo.
Lunetten se alza entre una prisi¨®n y un ¨¢rea de entrenamiento militar en la zona cat¨®lica de Holanda. Aunque del campo ha desaparecido ya el horror, hay vallas met¨¢licas por todas partes y resulta imposible evitar una cierta desaz¨®n al recorrer los pasillos.. interiores que dan acceso a las diferentes dependencias. Los pilares que soportan los barracones y dividen las habitaciones contin¨²an en pie, y las puertas conservan el aspecto de almac¨¦n humano que fuera este lugar durante la II Guerra Mundial.Aqu¨ª viven a¨²n 240 familias moluque?as, algunos de cuyos miembros abandonar¨¢n en breve, y por primera vez en 38 a?os, el recinto. Su viaje ser¨¢ corto, porque en el propio Vught les esperan otras casas donde podr¨¢n aguardar a que el Ministerio de Salud y Cultura holand¨¦s concluya la renovaci¨®n del campo y la demolici¨®n de parte de los actuales barracones, seg¨²n el acuerdo firmado el pasado octubre. Tras casi 40 a?os de negociaciones, Lunetten, el m¨¢s combativo de los 74 campos de refugiados donde vivieron los moluque?os desde los a?os cincuenta, no ser¨¢ destruido. Doscientas cuarenta familias lo ocupar¨¢n en 1990, porque aqu¨ª levantaron un hogar que s¨®lo debi¨® durar tres meses. Los dem¨¢s, ahora casi 40.000, se fueron marchando con los a?os a las viviendas ofrecidas por el Gobierno y est¨¢n repartidos por todo el pa¨ªs.
Entre los moluque?os que nunca abandonar¨¢n Lunetten figuran Karel Manuputty de 67 a?os y su esposa Kalasina Sapulette de 65 a?os, que llegaron a Vught en junio de 1951, en un barco tailand¨¦s, con tres hijos peque?os. ?l hab¨ªa sido soldado del Real Ej¨¦rcito Indio-Neerland¨¦s (KNIL) de las Indias Orientales, actual Indonesia. Luch¨® contra los japoneses durante la II Guerra Mundial y contra la propia Indonesia en la guerra colonial. En diciembre de 1949, cuando ten¨ªa 27 a?os, Holanda transfiri¨® su soberan¨ªa sobre la zona a la Rep¨²blica de los Estados Unidos de Indonesia, gobernada por el presidente Sukarno. Un acto que iba a condenar al fracaso el sue?o de independencia de los moluque?os partidarios de otro Estado soberano en el archipi¨¦lago.Una breve independencia
En 1950, las Molucas del Sur , situadas en el mar de la China, entre Nueva Guinea y las C¨¦lebes, proclamar¨ªan su propia rep¨²blica. El esfuerzo result¨® en vano, porque en el ideario del general Sukarno no cab¨ªan islas disidentes. El Gobierno holand¨¦s protest¨® entonces ante las Naciones Unidas y al propio mandatario indonesio contra la supresi¨®n de la estructura federal sancionada en el acuerdo de transferencia de soberan¨ªa. Todo fue in¨²til, y la situaci¨®n de los 4.000 militares moluque?os -de los 72.000 soldados y oficiales ind¨ªgenas que compon¨ªan el KNIL- se hizo insostenible.
Bloqueados en Java: y sin poder regresar a sus islas rebeldes, tras haber rechazado la oferta de engrosar el Ej¨¦rcito de Indonesia, urg¨ªa encontrar para ellos una soluci¨®n provisional. El Gobierno holand¨¦s pens¨® primero en licenciarlos, pero a finales de 1950, y tras un juicio sumar¨ªsimo contra los Pa¨ªses Bajos, los militares moluque?os lograron impedir su pase al estado civil que les habr¨ªa dejado a merced de las. leyes de Sukarno. Entonces, y en un intento de ganar tiempo, llegaron a Holanda, y durante las cuatro ¨²ltimas d¨¦cadas han sido una minor¨ªa expuesta a una repatriaci¨®n inminente, suavizada con el tiempo.
"No es que les guste Lunetten; es que nuestros padres no vinieron aqu¨ª para ocupar una vivienda hermosa", afirma Atinq, uno de los hijos nacidos en el campo .y que, a diferencia del matrimonio Manuputty, que posee nacionalidad holandesa, no quiere tener pasaporte porque se considera moluque?o, "y nosotros carecemos de patria. Muchas familias como la m¨ªa creyeron que su estancia en Holanda durar¨ªa entre tres y seis meses. Una vez solucionados los problemas pol¨ªticos iban a regresar a su propia rep¨²blica. ?sa fue la promesa de este Gobierno europeo y a ella apelan a¨²n hoy".
La palabra dada tiene valor de ley entre los moluque?os, y para ellos, los sucesivos gobernantes holandeses que han tratado su caso desde los a?os cincuenta no han hecho m¨¢s que vulnerarla. "El odio al Gobierno que no mantuvo su promesa es tan fuerte que, a pesar del tiempo transcurrido, mi padre, por ejemplo, no habla holand¨¦s, aunque lo entiende. Y lo mismo sucede con otros miembros de su generaci¨®n". Kalasina s¨ª habla holand¨¦s, aunque emplea el malayo para decirle a su hijo que, a pesar del drama del desarraigo que sufren, nunca se sintieron aislados, porque entre los moluque?os el apoyo mutuo es tambi¨¦n fundamental.
Tras la capitulaci¨®n del KNIL, y como indonesio, Karel fue enviado a su pueblo, Ullath, en la isla de Saparu, integrada en las Molucas. Una vez all¨ª, y mientras dirig¨ªa el coro de la iglesia protestante, fue detenido por esp¨ªas nipones, acusado de fomentar la rebeli¨®n con un himno religioso. Torturado, y condenado a muerte, seis meses despu¨¦s del arresto le salv¨® de la decapitaci¨®n un sacerdote japon¨¦s que tambi¨¦n conoc¨ªa la inofensiva canci¨®n.
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