La hora de todos
La brusca aceleraci¨®n de la historia de la que hablaban los marxistas europeos hace una veintena de a?os parece haber abandonado el campo de sus elucubraciones para concretizarse en una realidad mir¨ªfica. El impulso de la perestroika y glasnost ha sacudido uno tras otro en sus cimientos a los reg¨ªmenes marxistas-leninistas del Este, fundados a veces en el terror, de ordinario en la opresi¨®n y siempre en la mentira. Su derrumbe, previsible para quien hubiera tenido la posibilidad de examinarlos desde dentro, nos ha asombrado menos por la resoluci¨®n de los pueblos de la Europa central y oriental de recuperar su identidad perdida y reconstituir sus sociedades civiles aplastadas por quienes, despu¨¦s de prometerles un bienestar material al cambio de sus libertades, les condenaron a vivir sin uno ni otras, que por la desconcertante facilidad con la que se ha llegado a cambio. Con todo, su precariedad era perceptible y ha bastado el estimulo de las reformas de Gorbachov en la URSS para evidenciar la miseria econ¨®mica, culltural y moral en la que vegetaban y barrer como un castillo de naipes sus edificios represivos, incluido el. del Genio o Dr¨¢cula de los C¨¢rpatos. S¨®lo queda a¨²n -?por cu¨¢nto tiempo?- el del oto?al patriarca del Caribe; pero, pese a sus purgas, ejecuciones y bravatas de "marxisrno-leninismo o muerte", su hora no tardar¨¢ en llegar.Este gran triunfo de los ideales de justicia, libertad y democracia, tras suscitar una primera ola de euforia en Estados Unidos y pa¨ªses de Occidente, reconfortados en sus creencias thatcheriano-reaganianas en la econom¨ªa de mercado como panacea universal de todos los males, comienza a provocar una sorda inquietud, manifiesta en los cada vez m¨¢s reticentes e imp¨²dicos consejos de prudencia, lentitud y moderaci¨®n de los miembros de su clase pol¨ªtica ante el ritmo vertiginoso de los cambios. Eliminados o en v¨ªas de eliminaci¨®n los Francos que monopolizaban el poder, proponen a los pueblos (que los sufrieron que acepten por un tiempo sus Cortes inanes y no se desembaracen a¨²n de sus Arias Navarro, que tomen sus libertades no de golpe sino a cuentagotas, que no rompan sus alianzas con el gran hermano :mayor ni abandonen, sobre todo, la tutela del Pacto de Varsovia.La desbandada del enemigo pone brutalmente de relieve la vacuidad de sus argumentos. Habituados durante cuatro d¨¦cadas a cimentar su uni¨®n frente al espantajo de la amenaza roja, sienten que la tierra se hunde bajo sus plantas. ?Contra qui¨¦n asociarse ahora si, cediendo a la fuerza de las nuevas sociedades civiles del Este, Gorbachov retira sus tropas del antiguo glacis protector, cae el tel¨®n de acero, los pueblos de uno y otro lado del mismo invocan su pertenencia a la mansi¨®n com¨²n europea? ?C¨®mo justificar los aberrantes gastos militares, carrera de armamentos, fuerzas de disuasi¨®n at¨®mica y dem¨¢s expresiones de su pol¨ªtica defensiva cuando su rival se declara en bancarrota, reconvierte su anticuado e in¨²til arsenal militar en industria civil y fabricaci¨®n de bienes de consumo, propone el desarme internacionalmente controlado de los ej¨¦rcitos y dispositivos nucleares? Los clamores de victoria en Occidente disfrazan apenas el miedo a las indispensables transformaciones y cambios de prioridades que hoy exige la nueva situaci¨®n mundial. A medida que avance el, proceso de liquidaci¨®n por derribo de los reg¨ªmenes seudo-socialistas del Este, aumentar¨¢n paralelamente las exigencias de justicia e igualdad de todos los pueblos del planeta. Habr¨¢ llegado la hora de la verdad: el rey est¨¢ desnudo y lo sabe.Durante d¨¦cadas, los intelectuales hemos vivido sometidos de grado o a la fuerza a las leyes dictadas por una geoestrategia que convert¨ªa nuestras denuncias de la gran impostura de los reg¨ªmenes comunistas o las cr¨ªticas a las injusticias existentes en nuestras democracias y su explotaci¨®n despiadada del Tercer Mundo en un apoyo objetivo a uno u otro de los dos gigantes enfrentados: censurar el expansionismo israel¨ª y su obtusa denegaci¨®n de los derechos humanos a los palestinos era debilitar la defensa occidental contra la URS S; condenar la invasi¨®n sovi¨¦tica de Afganist¨¢n, romper la sacrosanta unidad antnimperi alista de los pueblos explotados por las multinacionales gringas. Hoy, dicha clasificaci¨®n elemental dinaria ha pasado, por fortuna, a mejor vida. El desplome de los reg¨ªmenes adefesio del Este ha liberado a los hombres de cultura y los pueblos del chantaje moral que sobre ellos se ejerc¨ªa. Definitivamente descalificados los t¨¦rminos de democracia popular, poder sovi¨¦tico, internacionalismo proletario, etc¨¦tera, las palabras dictadura y libertad, democracia y opresi¨®n, igualdad ante la ley e injusticia recobran toda su primitiva fuerza y sentido.
Por primera vez, las naciones de la Comunidad Econ¨®mica Europea, en la que se ha integrado Espa?a, tienen la posibilidad real y el deber de preguntar a sus Gobiernos qu¨¦ posici¨®n adoptar¨¢n frente a unos temas a todas luces candentes: carrera de armamentos, pertenencia a la OTAN, admisi¨®n en su territorio de armas nucleares, preservaci¨®n del desastre ecol¨®gico que las amenaza, transferencia de prioridades econ¨®micas a la mejora de la educaci¨®n y lucha contra el desempleo, mayor equilibrio en las relaciones Norte-Sur, cancelaci¨®n de la deuda que afixia a gran n¨²mero de pa¨ªses de Asia, ?frica e Iberoam¨¦rica, movilizaci¨®n de recursos para acabar con el hambre y saqueo de los pueblos m¨¢s desfavorecidos. El impulso moral y conciencia c¨ªvica que han liquidado los reg¨ªmenes arcaicos e incompetentes del Este deben extenderse a las sociedades desarrolladas de Occidente, adormecidas en su ego¨ªsmo e insensibilidad. A la pregunta planteada con gran despliegue publicitario ?qu¨¦ comer¨¢ su perro (cristianizado para la circunstancia) en estas Navidades?, habr¨¢ que a?adir otra: ?Qu¨¦ comer¨¢n los centenares de millones de personas (cristianas o no) v¨ªctimas del hambre durante y despu¨¦s de aqu¨¦llas? Desaparecidos de la escena los fantasmas amenazadores, nos enfrentamos por fin a la crudeza implacable de unas realidades ineludibles.
?Pueden el reaganismo y las doctrinas de miss Thatcher resolver la magnitud y complejidad de los problemas que se ciernen sobre nosotros? En mi opini¨®n, no, y el mal disimulado nerviosismo de muchos estadistas occidentales ante la rapidez de las mutaciones operadas en el Este y sus irrisorias palabras de cautela son un buen indicador de la actitud defensiva que tiende a prevalecer. La Comunidad Econ¨®mica Europea, considerada paulatinamente por sus socios como un club de pa¨ªses ricos con derecho reservado de admisi¨®n, tiende: a convertirse insensiblemente en algo peor: en lo que algunos responsables de nuestra pol¨ªtica denominan ya la fortaleza, fortaleza que habr¨¢ que defender impidiendo que, como dijo en una ocasi¨®n el se?or Rafael Vera "se convierta en un coladero de terroristas, traficantes de droga e inmigrantes indocumentados del Tercer Mundo".
Resulta en verdad a la vezz triste e ir¨®nico en el momento mismo en el que se desmonta pieza tras pieza el muro de Berl¨ªn y el tel¨®n de acero se desmorona, nuestra comunidad se apresure a alzar otros menos visibles, pero igualmente simb¨®licos, en sus fronteras y, aeropuertos para poner freno a la emigraci¨®n procedente de Asia, ?frica e Iberoam¨¦rica, pretendiendo resolver as¨ª un fen¨®meno cuyas ra¨ªces brotan de la feroz desigualdad creada por las inflexibles leyes de mercado entre pa¨ªses ricos y pa¨ªses pobres. Erigir nuevas murallas con aspilleras, barreras de detecci¨®n y torres de vigilancia no acabar¨¢ con el problema de la emigraci¨®n clandestina de quienes no tienen nada que perder. La soluci¨®n de ¨¦sta depende tan solo de un nuevo enfoque de las relaciones Norte-Sur, de una ayuda generosa a los pa¨ªses en v¨ªa de desarrollo con una parte del dinero destinado hasta hoy a costosos e in¨²tiles juguetes b¨¦licos, del fin de unas situaciones inicuas que mantienen a dos tercios de la humanidad en el l¨ªmite de la supervivencia.
Las m¨¢scaras han ca¨ªdo o van a caer tanto en Mosc¨² como en Washington y ha sonado la hora de la verdad: el momento de exigir a nuestros gobernantes, si reivindican los valores humanistas de la tradici¨®n social democr¨¢tica, una pol¨ªtica conforme a los viejos ideales, de libertad y justicia, renovados ahora por la formidable marejada moral y anhelo de verdad que nos llegan del Este.
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