Sobre la unificaci¨®n alemana
Cuando publiqu¨¦ un pron¨®stico sobre la posible y amenazadora renovaci¨®n del tratado de Rapallo de 1922 entre Alemania y la Uni¨®n Sovi¨¦tica a principios de la d¨¦cada de los ochenta, la reacci¨®n alemana fue una combinaci¨®n un¨¢nime de hostilidad y de irrisi¨®n. Sab¨ªa que nadie piensa seriamente en la reunificaci¨®n alemana. S¨®lo los disidentes excesivamente entusiastas de la Europa oriental utilizan esta descartada opci¨®n hist¨®rica en calidad de espantap¨¢jaros. El movimiento unilateral antinuclear de Alemania Occidental no tiene nada que ver con el nacionalismo alem¨¢n, mientras que el movimiento pacifista de Alemania Oriental no est¨¢ dirigido contra el Estado de Honecker, opresor de trabajadores y campesinos. Este ¨²ltimo es floreciente econ¨®micamente e internamente s¨®lido. No se exagerar¨ªa al declarar que la revoluci¨®n actual de Alemania Oriental ha tirado por la ventana todas estas autoilusiones.Rapallo, en su calidad de acuerdo especial entre la Uni¨®n Sovi¨¦tica y Alemania, est¨¢ actualmente y de forma definitiva fuera del orden del d¨ªa. Al mismo tiempo, la unidad alemana est¨¢ definitivamente en el orden del d¨ªa. Recomiendo a todos, tanto a los protagonistas pol¨ªticos de Europa oriental como a los de la occidental, que acepten este inevitable desarrollo, que al final de un largo camino significar¨ªa la conclusi¨®n formal de la gran guerra, as¨ª como de la guerra fr¨ªa, como un consuelo, no como una amenaza. El nacionalismo alem¨¢n no es ni m¨¢s ni menos peligroso que cualquier otro nacionalismo. Creer lo contrario sena un racismo de signo contrario. Como es l¨®gico, existe una forma particular de nacionalismo alem¨¢n que presenta una amenaza ipso facto para los vecinos de Alemania Oriental y Occidental: el nacionalismo de un Reich alem¨¢n. Sin embargo, el nacionalismo alem¨¢n actual parece el resultado de una revoluci¨®n democr¨¢tica y dentro del contexto de una Europa que est¨¢ unific¨¢ndose gradualmente. Si se mantiene en sus or¨ªgenes y dentro de estos l¨ªmites, no representar¨¢ un peligro mayor que cualquier otra versi¨®n europea de nacionalismo.
No obstante, si esta afirmaci¨®n es correcta, ?c¨®mo puedo justificar los signos evidentes de la ansiedad europea (oriental y occidental) respecto a una pr¨®xima unificaci¨®n alemana? Primero, para una exposici¨®n justa es necesario admitir que no se trata s¨®lo de la ansiedad europea. Paralelamente a esto est¨¢ el reconocimiento de que no puede negarse a ninguna naci¨®n el derecho a la autodeterminaci¨®n. En segundo lugar, el mundo en general est¨¢ re?ido con una pregunta que tambi¨¦n se plantean los alemanes: ?en qu¨¦ consiste una naci¨®n alemana que no sea un Reich? Este problema, aparentemente abstracto, es de hecho un asunto pol¨ªtico pragm¨¢tico de primordial importancia que tiene que aclararse antes de que el mundo pueda seguir adelante con el tema de la unificaci¨®n. En tercer lugar, el ritmo de la revoluci¨®n de Alemania Oriental ha cogido desprevenidos a todos los protagonistas dentro y fuera de los Estados alemanes. Raymond Aron se?al¨® en una ocasi¨®n que los Gobiernos de Europa, pero no sus pueblos, han aceptado el acuerdo de la posguerra, la finalizaci¨®n de una guerra sin un tratado de paz, como un orden de cosas pr¨¢cticamente eterno. La verdad de esta afirmaci¨®n fue corroborada ¨²nicamente por los acontecimientos de los ¨²ltimos meses, y nadie estaba ni pol¨ªtica ni te¨®ricamente preparado para esta verdad, especialmente en la Rep¨²blica Federal de Alemania. La esencia de la ostpolitik socialdem¨®crata ha sido que el fomento del tema de la unificaci¨®n conducir¨¢ al partido al callej¨®n sin salida de las situaciones de la guerra fr¨ªa. Los conservadores, los herederos de Adenauer que de facto hab¨ªan abandonado la opci¨®n de la unificaci¨®n a cambio de una soberan¨ªa alemana parcial y limitada despu¨¦s de la devastadora derrota, ahora no encuentran m¨¢s salida al desconcierto que hacer un refrito de los t¨®picos nacionalistas y presentarlos como un programa serio de acci¨®n. Asimismo han a?adido el grave error de los 10 puntos de Kohl a su falta de preparaci¨®n. El Plan Kohl, con su silencio sobre las futuras fronteras nacionales, omite deliberadamente el giro de Polonia hacia el Oeste, un importante acontecimiento de nuestro siglo tramado por Hitler y Stalin en complicidad, que es un fait accompli que debe ser respetado por cualquier Estado alem¨¢n. Este silencio hace que surjan temores en Francia sobre Alsacia. El tono de los 10 puntos de Kohl no deja dudas sobre el car¨¢cter de Anschluss que tiene la integraci¨®n de Alemania Oriental en el Estado de Alemania Occidental.
Asimismo, parece que se est¨¢ presentando sobre el tablero una interesante bifurcaci¨®n de las actitudes alemanas. La intelectualidad de Alemania Occidental y las clases inferiores de Alemania Oriental parecen haber firmado una alianza entusiasta a fin de fomentar la unificaci¨®n. Los primeros est¨¢n motivados l¨®gicamente por un nacionalismo cultural; los ¨²ltimos, por las esperanzas de un nivel de vida m¨¢s alto. Al mismo tiempo, existe una cierta reticencia en la alianza de los intelectuales de Alemania Oriental que no desean ser meros peones en un Anschluss alem¨¢n-alem¨¢n y que tienen un fuerte sentimiento sobre el derecho del nacimiento de su revoluci¨®n, y las clases infer¨ªores de Alemania Occidental, que no desean renunciar a una parte considerable de su prosperidad en beneficio de sus hermanos orientales m¨¢s pobres. Esta escisi¨®n intergermana podr¨ªa convertirse f¨¢cilmente en el mayor obst¨¢culo nacional para la unificaci¨®n. Finalmente, existe una diferencia en el ritmo de los dos procesos. La integraci¨®n europea y la unificaci¨®n alemana est¨¢n celebrando en estos d¨ªas una carrera pareja, y los nacionalistas alemanes y los integracionistas europeos est¨¢n a plinto de colisionar, ya que ambos est¨¢n convencidos de que su causa particular es digna de prioridad. Todos ¨¦stos son obst¨¢culos muy serios a la hora de incluir la unificaci¨®n alemana en el orden del d¨ªa de la pol¨ªtica actual. Sin embargo, creo que lo ¨²nico que podr¨¢n hacer es frenar un proceso que no s¨®lo es irreversible, sino tambi¨¦n beneficioso. La revoluci¨®n democr¨¢tica de Alemania Oriental, que ha incluido en la agenda el tema de la unificaci¨®n, est¨¢ demoliendo gradualmente uno de los baluartes del neoestalinismo. Mediante su postura decididamente antiautoritaria, puede ocasionar un cambio favorable en el comportamiento p¨²blico alem¨¢n. Eliminar¨ªa una situaci¨®n absurda: una paz sin un tratado de paz que ha generado una guerra fr¨ªa. Y, sobre todo, pondr¨ªa fin al sistema de Yalta.
Agnes Heller es profesora de Sociolog¨ªa en Nueva York.
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