El triunfo de la violencia en Am¨¦rica Central
La invasi¨®n de Panam¨¢ por las tropas norteamericanas es la directa prolongaci¨®n de la crisis de 1988. Estados Unidos se ha querido tomar el desquite por el estrepitoso fracaso que les hizo sufrir el general Noriega el pasado a?o y que se hab¨ªa traducido, para Panam¨¢, en una catastr¨®fica crisis financiera y comercial. No nos extra?emos de la brutalidad de la acci¨®n norteamericana: Estados Unidos se siente en Panam¨¢ como en su casa, cuya creaci¨®n suscit¨® para construir el canal y al que impuso una dependencia extrema mediante el tratado de 1903.Este peque?o pa¨ªs no s¨®lo est¨¢ partido por la zona del canal, sino que es una especie de zona franca pegada a regiones rurales ocupadas en gran parte por bosques o peque?as selvas y barrios urbanos miserables. El general Torrijos, imitando a los militares peruanos, hab¨ªa lanzado en 1968 un gran programa de movilizaci¨®n social y nacional que hizo que el pa¨ªs entrara en la gran familia de reg¨ªmenes autoritarios, aunque populistas. Sin embargo, las fuerzas desintegradoras se mostraron m¨¢s fuertes que las de integraci¨®n y vencieron cuando el narcotr¨¢fico se a?adi¨® a la actividad bancaria y a una marina mercante bajo pabell¨®n de coveniencia. A Torrijos no le sucedi¨® Arias, un pol¨ªtico liberal, sino Noriega, hombre del pueblo -como Batista lo hab¨ªa sido anteriormente en Cuba-, jefe militar autoritario y corrupto, agente de la CIA pero tambi¨¦n de los servicios secretos cubanos y, por tanto, de los sovi¨¦ticos, y que construy¨® sobre el nacionalismo antiamericano un poder m¨¢s parecido a una mafia que a un movimiento pol¨ªtico. El pueblo se fue distanciando poco a poco de ¨¦l hasta elegir a Delvalle y despu¨¦s a Endar¨¢, sus adversarios, para la presidencia de la Rep¨²blica, lo que no toler¨®, imponiendo por la fuerza la victoria de su candidato. El fracaso de la intervenci¨®n econ¨®mica norteamericana en 1988 les condujo ahora a una intervenci¨®n militar directa. No es, pues, la situaci¨®n de Panam¨¢ la que hace extra?a esta intervenci¨®n militar, y aquellos que denuncian el imperialismo norteamericano y su desprecio de los derechos de los pueblos tienen un discurso tan realista como aquellos que ven a Ceaucescu como un elegido por el pueblo rumano o en la junta militar de Addis-Abeba, un movimiento de liberaci¨®n nacional; sobre todo, cuando ven en la lucha contra la droga un simple pretexto para una intervenci¨®n militar. El tr¨¢fico de la coca¨ªna es, en realidad, la pieza central de una caricatura de econom¨ªa liberal que se impone en estos momentos y que integra al mercado mundial a un pu?ado de detentadores de capitales, y a quienes reciben las migajas de sus fortunas al precio de la destrucci¨®n de la econom¨ªa de diversos pa¨ªses. Y as¨ª como hab¨ªa que tomarse en serio los discursos nacionalistas de Torrijos, que se acompa?aban sin embargo de una pol¨ªtica econ¨®mica extremadamente favorable a las bancas extranjeras, de la misma manera no hay que ver bajo ning¨²n concepto a Noriega como un l¨ªder nacionalista.
Lo que sorprende de la intervenci¨®n norteamericana es la coyuntura internacional en que se sit¨²a. La URSS viene ejerciendo desde hace tiempo una acci¨®n moderadora en la regi¨®n. Cuba lanz¨® a la guerrilla salvadore?a en una tentativa desesperada por conseguir el poder antes que Gorbachov pudiera intervenir, pero la reacci¨®n sovi¨¦tica no se hizo esperar y Daniel Ortega tuvo que firmar, el 12 de diciembre, un acuerdo de los pa¨ªses del istmo muy desfavorable para la guerrilla salvadore?a. La catastr¨®fica situaci¨®n econ¨®mica de Nicaragua no le permite desafiar a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, sobre todo ahora que la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, gran abastecedora de armas, ya no es una ayuda segura. Cuba misma reconoce su debilidad, dada su dependencia de la URSS. Se pod¨ªa esperar, pues, que un discreto acuerdo entre las dos grandes potencias pudiera influir para rebajar la tensi¨®n en la zona. Se pod¨ªa, incluso, esperar al mismo tiempo un regreso parcial a la democracia en Nicaragua y en Panam¨¢. Ahora, muy al contrario, -y sobre todo por el hecho de que la intervenci¨®n militar norteamericana no ha sido un ¨¦xito fulminante ni ha sido apoyada por movimientos populares espont¨¢neos-, los norteamericanos corren el riesgo de revalorizar la comprometida posici¨®n de Fidel Castro y los hombres m¨¢s duros del Gobierno sandinista.
Es evidente que Estados Unidos no ha querido seguir el razonamiento expuesto y ha dado prioridad a la opini¨®n interna de su pa¨ªs. Obligado a abandonar a la contra, y aceptar consecuentemente el r¨¦gimen sandinista, Estados Unidos quiere subrayar su influencia en la regi¨®n deshaci¨¦ndose brutalmente de un antiguo aliado que le ha traicionado -convencido de que la URSS no ir¨¢ en su ayuda-, poco despu¨¦s de que Fidel Castro, liquidando a Ochoa, se viera obligado a poner fin a los lazos que Cuba tuvo con el tr¨¢fico de drogas.
Si estas interpretaciones son exactas, todo este asunto debiera saldarse con un fracaso para todos, pero sin desencadenar una grave crisis internacional. Noriega pierde el poder; Estados Unidos excita los sentimientos antiamericanos siempre vivos en esta regi¨®n y no aparece como liberador; la URSS no puede intervenir porque quiere distanciarse de las aventuras a las que le han arrastrado Cuba y Nicaragua, y estos pa¨ªses no pueden aprovecharse de las consecuencias de la intervenci¨®n norteamericana ya que ellos mismos est¨¢n agotados y no pueden contar ya con la ayuda sovi¨¦tica.
Todo este asunto revela y acelera el pudrimiento de la regi¨®n. Despu¨¦s que la acci¨®n del Grupo de Contadora m¨¢s el Plan Arias y los Acuerdos de Esquipulas II hab¨ªan dado la impresi¨®n de que se hab¨ªa iniciado una marcha lenta y dif¨ªcil, pero real, hacia la pacificaci¨®n y la democratizaci¨®n en esta regi¨®n, ?no puede extenderse este desenlace para toda Am¨¦rica Latina? El subcontinente avanza por un camino sinuoso que le puede conducir hac¨ªa la democracia y el crecimiento econ¨®mico, como lo acaban de demostrar las elecciones brasile?as y chilenas, pero que est¨¢ bordeado por precipicios en los que siempre se corre el riesgo de caer. Ser¨ªa falso creer que el Tercer Mundo se ha convertido ¨²nicamente en un mundo de miseria, de violencia, de corrupcin y de intervenci¨®n de grandes potencias, pero todav¨ªa m¨¢s falso ser¨ªa no hablar, a prop¨®sito de ¨¦l, m¨¢s que de desarrollo, de la ayuda de las grandes potencias o de elecciones libres. Las fuerzas del pudrimiento econ¨®mico y pol¨ªtico est¨¢n venciendo hoy, en particular en Am¨¦rica Central, sobre las tentativas de estabilizaci¨®n y de progreso. La intervenci¨®n norteamericana no rompe seguramente los esfuerzos de liberaci¨®n de un r¨¦gimen nacionalista, pero demuestra que la l¨®gica de la violencia es hoy d¨ªa la m¨¢s fuerte, tanto a nivel internacional como en la mayor¨ªa de los Estados del istmo. Esta iniciativa, lanzada en nombre de la lucha contra la violencia y la droga, acelera el movimiento que empuja la regi¨®n hacia una crisis sangrienta y permanente. Estados Unidos asumen una gran responsabilidad colocando abiertamente a Am¨¦rica Central bajo el signo de la violencia,cuando pod¨ªa aprovechar una coyuntura internacional que le es favorable para ayudar a estos pa¨ªses a salir del ciclo de violencia en el que se encuentran cada vez m¨¢s encerrados.
A.Touraine es soci¨®logo y ensayista .
Traducci¨®n: Yvonne Hortet.
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