Cuatro rostros de mujer
Cuatro veces fue elegida Barbara Stanwyck para competir por un oscar a la mejor interpretaci¨®n femenina. Nunca se lo dieron. Pertenece, por ello, a una estirpe de elegidos en la que comparte esta c¨®mica injusticia ni m¨¢s ni menos que con Alfred Hitchcock, Greta Garbo, Charles Chaplin, Wilhelm Murnau y otros pobladores del mism¨ªsimo Himalaya del cine.Basta con nombrar los t¨ªtulos de los cuatro filmes por los que Stanwyck fue discriminada por su colegas de la Academia de Hollywood para revelar, por un lado, el disparate, y por otro, la anchura de registros de la actriz: en 1937, por su trabajo en Stella Dallas; en 1942, por Bola de fuego; en 1944, por Perdici¨®n, y en 1948, por Voces de muerte.
Es dificil encontrar cuatro rostros de mujer m¨¢s opuestos que los que interpreta en estas pel¨ªculas. Conducida por King Vidor, la mueca lastimera del melodrama desbocado de Stella Dallas; disparada por Howard Haivks, la explosiva mezcla de c2ndor y picard¨ªa que nos rega!¨® en Bola de fuego; vigilada por Anatole Litvak, la expresi¨®ncrispada del terror y la angustia que alcanz¨® en Voces de muerte, y, finalmente, llevada al abismo por Billy Wilder, la representaci¨®n en estado puro, despectiva y casi bestial, de la perversidad que conmueve a su trabajo en Perdici¨®n. Sin embargo, en estos cuatro polos de la astronom¨ªa de esta mujer hay un denominador com¨²n: su combinaci¨®n, casi imperceptible gracias a la velocidad de sus transfiguraciones, entre fuerza de atracci¨®n y de repulsi¨®n, que hizo densos a muchos endebles personajes a quienes tuvo que dar vida. Esta combinaci¨®n entre opuestos fue patrimonio de una actriz que, gracias a su prodigiosa t¨¦cnica, era capaz de convertir una suplicante y casi ingenua llamada sentimental en una repentina y esquinada respuesta del sexo en forma de amenaza y de inminente peligro.
En esas y otras duplicidades hay que buscar la ra¨ªz de su inquietante fuerza.
Babelia
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