Muere a los 82 a?os Barbara Stanwyck, una de las grandes estrellas del Hollywood cl¨¢sico
La actriz interpret¨® 88 filmes y m¨¢s de 200 telefilmes
La actriz Barbara Stanwyck, int¨¦rprete de 88 filmes -algunos de importancia capital en la historia de? cine- y de m¨¢s de 200 telefilmes, una de las grandes estrellas de? Hollywood de los a?os cuarenta, muri¨® en la noche de? s¨¢bado, a consecuencia de una crisis cardiaca, en el hospital Saint John de la localidad californiana de Santa M¨®nica. Ten¨ªa 82 a?os y fue cuatro veces candidata al Oscar, sin llegar a obtenerlo. Con su muerte prosigue el goteo que poco a poco extingue la gran generaci¨®n de? cine norteamericano de los a?os treinta y cuarenta.
Naci¨® B¨¢rbara Stanwyck en Brooklyn, Nueva York, en 1907. Lleg¨® pronto a la escena. Era adolescente cuando salt¨® sin aprendizaje, casi por instinto, a escenarios de barriada y ten¨ªa 19 a?os cuando salt¨® de all¨ª a un teatro de Broadway en una fugaz aparici¨®n en la comedia Nudo corredizo.
No le hizo falta salir de aquel teatro, ni de aquella comedia para llegar a la cabecera del reparto. Desde su observatorio de actriz telonera memoriz¨® los di¨¢logos de la protagonista y, cuando ¨¦sta enferm¨®, se prest¨® a sustituirla. Sus colegas se asombraron ante los oscuros e inagotables registros de su voz, ronca o suave sin apenas transici¨®n.La c¨²pula del cine
El vuelo de Broadway a Hollywood fue veloz. En ese mismo a?o, 1929, irrumpi¨® en las f¨¢bricas de sue?os de California el cine sonoro y los productores iniciaron en los teatros una compulsiva caza de voces, que atrap¨® en sus redes a aquella joven actriz capaz al mismo tiempo de actuar con fuego y frialdad en perfecto equilibrio. Y fue esta mezcla de expansividad y autodominio el rasgo que todos cuantos trabajaron con ella consideraron el sello de Stanwyck, su inclinaci¨®n invencible hacia el rigor y la profesionalidad, que marc¨® su larga carrera.
Su primer filme fue uno de los primeros sonoros, La puerta atrancada. Su voz reson¨® con tanta nitidez en la sala de estreno que su escalada al estrellato qued¨® decidida en un par de minutos de celuloide rancio. En s¨®lo dos a?os hizo peque?os papeles en 34 pel¨ªculas, hasta que a la proyecci¨®n de una de ellas asisti¨® un siciliano emigrante llamado Frank Capra, uno de los directores-or¨¢culos de aquel tiempo, y todo ocurri¨® vertiginosamente hacia arriba a partir del d¨ªa en que se estren¨® Milagro de mujer, con Capra detr¨¢s de la c¨¢mara.Sus actuaciones se espaciaron a un ritmo de casi dos por a?o. Era una mujer que, bajo apariencia explosiva, ocultaba una gran estabilidad emocional. Se cas¨® con Frank May y pronto descubri¨® su error. Lo rectific¨® r¨¢pidamente. Su segundo matrimonio con uno de los galanes de la ¨¦poca, Robert Taylor, fue de signo opuesto: dur¨® d¨¦cadas y ocup¨® toda la vida afectiva de la mujer.
Mientras tanto, protagoniz¨® filmes memorables como Stella Dallas (King Vidor) en 1937, Uni¨®n Pac¨ªfico (Cecil E. De Mille) en 1939, Las tres caras de Eva (Preston Sturges) en 1941, Bola de fuego (Howard Hawks) en 1942, Perdici¨®n (Billy Wilder) en 1944, Voces de muerte (Anatole Litvak) en 1948, Las furias (Anthony Mann) en 1950, Clash by night (Fritz Lang) en 1952, La reina de Montana (Allan Dwan) en 1954, Soplo salvaje (Roy Rowland) en 1954, Forty guns (Samuel Fuller) en 1957, La gata negra (Edward Drnytryk en 1962.
Su deterioro fisico le condujo a la televisi¨®n como recurso de supervivencia. No fue humillante para quien como ella roz¨® con frecuencia el techo de la perfecci¨®n y la dificultad. Intervino en series como The Barbara Stanwyck show, Los intocables, The Big Valley, Los Colby. Y los ennobleci¨®.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.