La melancol¨ªa de Severo Ochoa
Analiza el autor del texto las posibles motivaciones de la postraci¨®n melanc¨®lica que parece invadir al premio Nobel espa?ol. A su juicio son, esencialmente, tres las causas: la desaparici¨®n f¨ªsica de su mujer, Carmen; el poco aprecio de sus conciudadanos por la investigaci¨®n cient¨ªfica y las constantes dudas y dificultades que surgen al tratar de entender en su totalidad el misterio de la definici¨®n de la vida, tema parcialmente estudiado por ¨¦l en los laboratorios de Nueva York.
Anda Severo Ochoa entre nosotros. Con su melancol¨ªa, con un cierto aire de vencido, silencioso, la sonrisa apenas esbozada y como disuelta en un rictus de contenida amargura. Severo Ochoa es un alto pino sacudido por ocultos vientos, por tornados que s¨®lo a ¨¦l conciernen. A su paso, las gentes inclinan la cabeza movidas por una mezcla de curiosidad y callada admiraci¨®n. Y ¨¦l sigue su caminar, indiferente, lejano, irreal.?Qu¨¦ le ocurre a nuestro cuarto premio Nobel? ?Qu¨¦ le ocurre a este hombre al que la vida recompens¨® con triunfos, honores, reconocimientos y distinciones innumerables? ?A esta criatura humana, hoy en la cumbre del horizonte cient¨ªfico, cuando su mirada ya tiene el sosiego y la virtud de la neutra serenidad valoradora? ?Qu¨¦ le ocurre, repito?
Orden y aventura
Sin duda, y muy en primer lugar, una fundamental ausencia: la de su mujer. Carmen Garc¨ªa Cobi¨¢n se ha desvanecido. Y Carmen fue una de esas mujeres que de cuando en cuando, muy de cuando en cuando, forman el arco toral de la existencia masculina. Sin ellas nada ni nadie vale la pena. Con ellas todo se torna valioso, admirable, digno de ser vivido y digno de ser probado. Son la aventura y el orden. Son la tormenta y la paz. Son, en el m¨¢s estricto sentido de la palabra, la casa del var¨®n. He aqu¨ª, pues, la inicial ausencia, la zona negativa del oscuro camino existencial. El primer t¨²nel. Por ¨¦l transita hoy Severo Ochoa, desnortado y con pocas, acaso nulas, esperanzas de nueva luz orientadora. As¨ª lo confiesa en su nuevo libro Escritos, publicado en la Biblioteca de la Caja de Ahorros de Asturias, y as¨ª, tambi¨¦n, en el Severo Ochoa, espl¨¦ndida y ¨¢gil biograf¨ªa escrita por Marino G¨®mez Santos para la misma biblioteca. El primer tramo de los Escritos lleva por t¨ªtulo Carmen, retrato de una mujer. Es un art¨ªculo publicado en Abc, en enero de 1987, que concluye con estas emocionantes palabras: "?ste es el retrato, lector amigo, de la mujer que ilumin¨® mi vida". ?Se comprende ahora que la entrada al t¨²nel del mundo se le aparezca a nuestro investigador como un l¨®brego agujero devorador?
Con todo, en la muy din¨¢mica vida de Ochoa siempre hay un empuje hacia adelante por conflictos colectivos -guerra civil espa?ola, persecuci¨®n de los jud¨ªos en Alemania que le dificulta el trabajo en el laboratorio de Meyerhof, marcha a Inglaterra, desplazamiento hacia Norteam¨¦rica, obligado por el segundo conflicto b¨¦lico mundial, donde, por fin, encuentra acomodo y trabajo estable. En 1959 le llega el Premio Nobel de Fisiolog¨ªa o Medicina.
Novedad
Pues bien, en esos diversos avatares, alejado ya de lo que ¨¦l denomina "la pesadilla espa?ola", otra ausencia, otra negatividad, le inquieta el coraz¨®n; a saber, la certeza de que es m¨¢s feliz, que siempre lo ser¨¢ fuera de Espa?a que dentro de ella "por la posibilidad de trabajar cient¨ªficamente con rendimiento". Pero esto no es, ni mucho menos, un consuelo. Apartado de Espa?a se siente a gusto, cosa en verdad triste. No as¨ª Carmen. La felicidad en la investigaci¨®n oculta y cela otra ausencia: la de la pobreza cient¨ªfica de la patria. A la que va ligada, como el efecto a la causa, la mezquindad mental, la soberbia del ignorante, la indiferencia social hacia la investigaci¨®n positiva, cuando no la hostilidad declarada hacia todo lo que de alguna manera suelte tufillo a novedad. Mas la ciencia, o es novedad, cumple decir, dislocaci¨®n de lo ya sabido, o no es nada. Y recordemos la definici¨®n que da Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana, o espa?ola de la voz novedad: "Cosa nueva y no acostumbrada. Suele ser peligrosa por traer consigo mudanza de uso antiguo". Ochoa, en Estados Unidos, al hacer ciencia, y ciencia de m¨¢ximo formato, est¨¢ creando novedad, y de esa novedad, conquistada con abnegaci¨®n y sacrificio, van a salir otras novedades en desfile interminable. Un desfile en el que sabios de todos los pa¨ªses civilizados cuentan como eslabones firmes de la cadena inmemorial del conocimiento. Severo Ochoa, all¨¢ en la nocturna soledad de su laboratorio neoyorquino, nota el hueco generacional de Espa?a, es decir, la falta de transmisi¨®n cronol¨®gica de las inquietudes investigadoras. En nuestro pa¨ªs se hablaba de Cajal, naturalmente, pero s¨®lo de Cajal. Y Ortega afirmaba, exacto y desde?oso, que lo que se hac¨ªa con Cajal "tray¨¦ndole y llev¨¢ndole como al cuerpo de san Isidro, en forma de m¨¢gico fetiche, para aplacar las iras del demonio inteligencia" era una especie de falso homenaje para evitar el trato "pr¨®ximo y sin magia con los intelectuales". En definitiva, el contacto agradecido y estimulante con las actividades del esp¨ªritu, de las que una de las m¨¢s ilustres es la de la indagaci¨®n cient¨ªfica.
Segunda ausencia
He aqu¨ª, pues, la segunda ausencia. Una de las que van a percutir en la mente del sabio para pedir ayuda, colaboraci¨®n, ajuste real entre las posibilidades espa?olas y su m¨¢s amplio cumplimiento. El t¨²nel que la definitiva mudez de Carmen abri¨® ya estaba, virtual, proyectando su negrura en el alma de Severo Ochoa. Y as¨ª, desde lejanos tiempos, insiste en la formaci¨®n de los compatriotas, en la suscitaci¨®n de vocaciones, en la firmeza de su propio ejemplo, en el adiestramiento no s¨®lo de las t¨¦cnicas de laboratorio, tan complejas, sino adem¨¢s, de eso que ¨¦l mismo constituye como modelo, a saber, la fe en el poder de la raz¨®n discursiva, en la comprobaci¨®n de las intuiciones que ofrece a quien la cultiva, la necesidad de sacrificar a esto todo lo dem¨¢s, quiero decir la comodidad, el brillo social, el ¨¦xito econ¨®mico. La ciencia pura es un ascetismo de primera l¨ªnea. Y lo es no ¨²nicamente por la ineludible exigencia de aquellas privaciones vitales, sino porque a ellas se adhiere, como una terca hiedra, la inquietud por dar con definiciones trascendentales, con soluciones a las ¨²ltimas apor¨ªas del saber. La ciencia m¨¢s cerradamente positiva empuja, por pura necesidad interna, hacia la filosofia y hacia la trascendencia religiosa. ?Qu¨¦ es la vida?, se pregunta el investigador despu¨¦s de haber topado con un fragmento del mecanismo material -coenzima, estructura de los sillares del c¨®digo gen¨¦tico, etc¨¦tera- del organismo. Y lo com¨²n es que el indagador se parapete en sus hallazgos para ofrecer por lo menos un ersatz, un sustituto de la aclaraci¨®n definitiva. Es lo que yo considero como "conocimiento resignado".
As¨ª me parece que discurre, en perfecto atrincheramiento, Severo Ochoa. Para ¨¦l la vida es un problema quiz¨¢ irresoluble. Con la definici¨®n de la vida tuvo que hab¨¦rselas nuestro profesor al dar sus clases a los estudiantes de medicina de la universidad de Nueva York. Entonces lleg¨® a la conclusi¨®n de que la vida est¨¢ escondida en "la propagaci¨®n y evoluci¨®n de las especies, es decir, la herencia y sus modificaciones accidentales". La vida, por ende, ser¨ªa algo as¨ª como un dinamismo y un correlato flisico y qu¨ªmico de otra cosa. Muy bien, pero, ?es eso bastante, es suficiente? No para el rigor intelectual de Severo Ochoa. La fi?sica y la qu¨ªmica, muy bien. Mas "eso no quiere sin embargo decir", comenta, "que sepamos lo que es la vida. ?Lo sabremos jam¨¢s?'. He aqu¨ª ahora el sibilino perfil de otra ausencia. Pues descubrir los sillares de nuestra consistencia material no equivale a admitir que esos sillares puedan dar cuenta del gran enigma de la existencia.
Explicar mecanismos es una cosa; entender totalidades en su realidad profunda, otra.L¨ªmites
El conocimiento cient¨ªfico tiene sus l¨ªmites, de los que no puede pasar. As¨ª, Gerty Cori, la gran investigadora, tambi¨¦n premio Nobel con su esposo, Carl, supon¨ªa que alg¨²n d¨ªa habr¨ªa de constituirse una filosofia no vitalista, una filosof¨ªa de base f¨ªsica, qu¨ªmica y biol¨®gica, pero reconoc¨ªa, resignada, que el conocimiento cient¨ªfico tiene fronteras que jam¨¢s superar¨¢. Lo cual, seg¨²n yo pienso, es hacer imposible un sue?o filos¨®fico en s¨ª mismo estrecho y limitado. Nuestro Severo Ochoa se debate incesantemente contra el muro impenetrable. Y desde ¨¦l rebota a su melanc¨®lica a?oranza.
La a?oranza excavada en el subsuelo del conocimiento cient¨ªfico por las tres graves tinieblas: desaparici¨®n de Carmen, imagen en negativo de las inquietudes investigadoras de los espa?oles -hoy, confes¨¦moslo, en franca regresi¨®n- y el silencio de la vida cuando no responde, como en el soneto de Quevedo, a nuestras acuciantes llamadas, impregnan la personalidad de Severo Ochoa. ?Se comprende ahora lo que le ocurre a nuestro cuarto premio Nobel? ?Se comprende su melancol¨ªa? ?Se comprende su silencio?
Dej¨¦mosle deambular, pues, tranquilo, por las avenidas de la existencia. All¨¢ anda ¨¦l, en su mundo.
Esperemos que aquellas oquedades le ofrezcan alg¨²n d¨ªa su ¨²ltimo secreto. Su definitiva soluci¨®n.
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