El bar¨®metro
LA ABRUMADORA victoria obtenida el domingo por Oskar Lafontaine en las elecciones del Estado alem¨¢n occidental del Sarre viene a confirmar la segura ascensi¨®n del candidato socialdem¨®crata mejor colocado para disputar la canciller¨ªa federal al democristiano Kohl a finales de este mismo a?o.El Sarre pas¨® en 1985 a ser gobernado por los socialistas, despu¨¦s de 25 a?os de haber sido un coto de los democristianos. En esa fecha, el Partido Socialdem¨®crata Alem¨¢n (SPD) obtuvo el 49,2% de los votos y la mayor¨ªa absoluta en el Parlamento. Como jefe del Ejecutivo regional, Lafontaine tuvo que hacer frente a una crisis grav¨ªsima de la industria sider¨²rgica. Despu¨¦s de cinco a?os de gobierno, el SPD no s¨®lo ha conservado su influencia, sino que ha alcanzado el 54,4% de los votos. Todos los otros partidos -y en particular el del canciller Kofil- han retrocedido.
Uno de los datos significativos de la elecci¨®n es que los verdes, lo mismo que en 1985, se han quedado sin diputado. Ello se debe a que, en cierto modo, Lafontaine es un rojo-verde. Su concepci¨®n de la pol¨ªtica socialista -en no pocos casos a costa de choques con los sindicatos y con otros sectores tradicionales del SPD- es profundamente renovadora: se opone al desarrollismo, otorga un lugar prioritario a la ecolog¨ªa, apoya las demandas feministas, aboga por la reducci¨®n del tiempo de trabajo y, en el plano internacional, es un firme abogado del desarme y partidario de la ayuda al Tercer Mundo. Los resultados del Sarre demuestran que defender un pensamiento te¨®rico innovador -incluso heterodoxo- no es incompatible con el ¨¦xito ante los electores. Lafontaine es uno de los representantes m¨¢s valiosos de la nueva corriente europea que tiende a enriquecer con aportaciones originales la tradici¨®n de la socialdemocracia, y que desea incluso -ante el hundimiento del comunismo en el Este- facilitar la coincidencia de todas las fuerzas partidarias de buscar respuestas innovadoras a los problemas contempor¨¢neos.
Pero si la elecci¨®n del Sarre ha despertado tanto inter¨¦s en Europa ha sido porque era la primera que se celebra en la RFA desde la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, y por ello, un bar¨®metro para medir el impacto de los cambios en el Este. En el Sarre, y por primera vez, los Republikaner, el partido neonazi que viene cosechando ¨¦xitos en los ¨²ltimos a?os, han sufrido un serio rev¨¦s y no tendr¨¢n ni un diputado. Este resultado es una lecci¨®n para el canciller Kohl, que pretende contener el empuje del nacionalismo agresivo con una actitud complaciente y d¨¦bil. Lafontaine ha tomado otro camino: tuvo la valent¨ªa, en el momento de la, llegada masiva de emigrados de la RDA, de situarse a contracorriente. Denunci¨® los peligros que esa emigraci¨®n representa para la econom¨ªa. Y adopt¨® una posici¨®n serena y clara en el sentido de que la unidad alemana s¨®lo puede concebirse en el marco de una unidad europea. Muchos comentaristas calificaron su actitud de suicidio pol¨ªtico. De hecho, le ha dado un triunfo aplastante. Ello demuestra el apoyo electoral que puede tener una marcha hacia la unidad alemana basada en la serenidad y en el sentido com¨²n; que corte la hierba bajo los pies de la demagogia nacionalista y no despierte los demonios del pasado.
En la RFA, 1990 es un a?o electoral, con var¨ªas consultas regionales que desembocar¨¢n en diciembre en las elecciones generales. El ¨¦xito que ha obtenido el SPD en el Sarre, y m¨¢s concretamente el apoyo electoral a la l¨ªnea de Lafontaine, va a influir desde ahora sobre la pol¨ªtica alemana occidental. El itinerario pol¨ªtico del futuro l¨ªder socialdem¨®crata puede servir de referencia, por otra parte, a quienes se interrogan sobre la futura identidad de una nueva izquierda europea.
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