El arte y la ciudad
He revivido, disfrutando en la contemplaci¨®n de la pintura expuesta bajo los auspicios de la Fundaci¨®n Rich, en el Museo Municipal, los avatares del Museo de Bellas Artes de Bilbao, cuyos tesoros se ofrecen ahora a los numerosos visitantes madrile?os. Es interesante recordar aquello de don P¨ªo Baroja de que la cultura art¨ªstica nace cuando se forma la gran ciudad. En el Pa¨ªs Vasco, por ejemplo, no aparecen los numerosos artistas de la pintura hasta que Bilbao se despereza en su dormido y vetusto per¨ªmetro urbano expansionando su demograf¨ªa despu¨¦s de la segunda guerra carlista. A finales de siglo, los pintores de la escuela bilba¨ªna marchan a Par¨ªs y a Bruselas y vuelven con una rica ense?anza de novedades, de t¨¦cnicas y de diversas inspiraciones, que despiertan el inter¨¦s general. Ya en 1908 se hablaba de crear un patronato de museo de pintura entre la Diputaci¨®n y el Ayuntamiento. Tard¨® seis a?os en cristalizar ese prop¨®sito en una realidad. Se reuni¨® un primer conjunto de lienzos que exist¨ªan en los edificios oficiales y otros que donaron personajes benem¨¦ritos de la villa, como Jado y Plasencia, de sus colecciones particulares. Don Manuel Losada fue uno de los hombres claves de la iniciativa muse¨ªstica. Su talento plet¨®rico y su sentido organizador fueron espl¨¦ndidos, pero a¨²n m¨¢s, para mi gusto, lo fue la saga del Bilbao decimon¨®nico que ¨¦l conoci¨® y quiso transmitir con sus c¨¦lebres "pasteles", veh¨ªculo pict¨®rico perfecto para evocar con un toque de poes¨ªa rom¨¢ntica los 10 o 12 puntos neur¨¢lgicos que toda ciudad posee -y no siempre mantiene- y en cuyo dise?o se perfila "el Bilbao que no existe" que cant¨® don Miguel de Unamuno en una de sus c¨¦lebres visiones r¨ªtmicas brotadas a flor de alma.Como no hab¨ªa otro local adecuado disponible, ese primer museo de 1914 se coloc¨®, sin demasiadas comodidades, en el antiguo hospital civil de Bilbao, situado en el coraz¨®n de la villa Recuerdo haber empezado mi bachillerato en el espl¨¦ndido edificio -hoy derribado- que se alzaba en la plaza de la que par ten las calzadas de subida al cementerio de Mallona, escalone que mi madre en su juventud recorr¨ªa muchas veces hasta llegar a la bas¨ªlica mariana de Bego?a. Era el instituto vizca¨ªno una casona dieciochesca con dos gran des escaleras laterales que daban a un antuzano con barandillas y que ten¨ªa en su fachada una larga balconada en su centro. All¨ª, por cierto, se celebr¨® la ¨²ltima sesi¨®n de las Juntas Generales del Se?or¨ªo, que recibi¨® la comunicaci¨®n de la abolici¨®n foral canovista. Al cabo del tercer a?o de mi bachillerato se traslad¨® el instituto al hospital de Achuri. En ¨¦l se albergaba tambi¨¦n la Escuela de Artes y Oficios, y en la planta baja, en un patio acristalado, el museo. En nuestros d¨ªas de ex¨¢menes y en nerviosa espera de las notas, baj¨¢bamos algunos de los alumnos a recorrer las tres salas de las que se compon¨ªa la instalaci¨®n. He reconocido con nostalgia seis o siete de estos lienzos de la primera remesa en los tesoros que ahora se exhiben en Madrid.
La guerra europea de 1914-1918 trajo al Bilbao neutral, por la v¨ªa naviera sobre todo, un enorme flujo de dinero. La oligarqu¨ªa enriquecida descubri¨® entonces con generosidad el deber del mecenazgo. El m¨¢s poderoso armador de la ¨¦poca, don Ram¨®n de la Sota, adquiri¨® y don¨® al museo el bell¨ªsimo retrato de Ana de Noailles, obra maestra del genio de Zuloaga. Mucho m¨¢s tarde, a finales de los a?os veinte, salud¨¦ a la poetisa rumana en Par¨ªs, cuando ya no era sino un leve p¨¢jaro recostado en un div¨¢n, en que la mirada verde, de felino inquisitivo, brillaba todav¨ªa con un fulgor de ocaso. "Je me suis appuy¨¦e a la beaut¨¦ du monde" era una estrofa que qued¨® prendida en mi memoria adolescente, de estudiante de franc¨¦s. Recuerdo la cascada de sonetos que dedic¨® Rafael S¨¢nchez Mazas al soberano lienzo. "?Aquellos que te amaron, condesa, en las moradas / del mundo, por tus bucles te reconocer¨¢n."'. Maurice Barr¨¨s y Enrique Larreta, entre ellos, retratados tambi¨¦n por el maestro eibarr¨¦s, en cuadros similares, con Toledo y ?vila al fondo, respectivamente.
Otro ¨¢mbito decisivo para la expansi¨®n de la cultura art¨ªstica de la villa fue la revista Hermes. All¨ª naci¨® la cr¨ªtica pict¨®rica bilba¨ªna en la pluma de Guti¨¦rrez Abascal que firmaba Juan de la Encina sus an¨¢lisis magistrales. El Museo de Arte Moderno se organiz¨® tambi¨¦n en 1924 con locales apretados, y lo dirigi¨® Aurelio de Arteta hasta su muerte en el exilio mexicano. La gran exposici¨®n internacional de 1919, organizada por la diputaci¨®n, fue otro gran aldabonazo para el despertar de la conciencia cultural de Bilbao.
Emoci¨®n
La guerra civil dispers¨® las colecciones que fueron recuperadas despu¨¦s en su casi totalidad. Jos¨¦ Mar¨ªa Careaga y Urquijo, el gran ingeniero, mi sucesor en la alcald¨ªa bilba¨ªna, y Lorenzo Hurtado de Saracho, hombre de exquisita sensibilidad art¨ªstica, vicepresidente de la diputaci¨®n, pusieron en marcha en 1939 la construcci¨®n del Museo de Bellas Artes en el parque bilba¨ªno. Lequerica, a la saz¨®n ministro de Exteriores, inaugur¨® en 1945 el edificio, de airosa factura neocl¨¢sica, que dise?¨® con otros colegas el malogrado Fernando de Urrutia. En 1963, siendo alcalde Hurtado de Saracho, se abri¨® la fase ampliatoria del museo, que alberga hoy una de las mejores colecciones de pintura y escultura de Espa?a.
Como bilba¨ªno trasterrado me emocion¨® contemplar en Madrid esos lienzos que despertaron en m¨ª lejana juventud las primeras vivencias del milagro del arte, que seg¨²n la expresi¨®n del buscador del tiempo perdido es "la experiencia de salir de uno mismo y, conocer a trav¨¦s de la pintura el universo del otro, radicalmente distinto del propio". Admirable lecci¨®n de humanidad que recibimos al descubrir la multivalencia de los mundos posibles.
El temblor apasionado que refleja la creaci¨®n de los lienzos lo comprob¨¦ en cierta ocasi¨®n en que don Ignacio Zuloaga pintaba mi propio retrato en su recoleto estudio de Zumaya con el cercano rumor del oleaje cant¨¢brico. Su traza gigantesca de vascongado herc¨²leo se manifestaba de modo visible en nuestra conversaci¨®n. "Me han hecho un estudio sobre la alteraci¨®n del pulso y la tensi¨®n cuando me hallo enfrascado en mi tarea", me dijo. ?Y no es ¨¦sta la mejor prueba de la enajenaci¨®n del artista cuando utiliza la magia del pincel y la paleta buscando la clave ¨²ltima de la realidad?
Babelia
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