Mois¨¦s en la URSS
"Gorbachov es nuestro Mois¨¦s: nos ha sacado del Egipto brezneviano; pero no ser¨¢ ¨¦l quien recoger¨¢ los frutos y nos conducir¨¢ a la Tierra Prometida", me dice por tel¨¦fono, desde Mosc¨², un intelectual de vanguardia que un a?o antes me juraba todav¨ªa que seguir¨ªa hasta el fin, con los ojos cerrados, al creador de la perestroika. Su brusco cambio con motivo de la tragedia en el Transc¨¢ucaso permite medir hasta qu¨¦ punto esto representa un fracaso para el secretario general. No obstante Gorbachov no pod¨ªa evitar el env¨ªo de tropas a Bak¨² para impedir los pogromos antiarmenios. El mundo occidental, desde la Casa Blanca hasta el Vaticano, ha hecho votos por el ¨¦xito de su pol¨ªtica de pacificaci¨®n en el C¨¢ucaso. Pero en su propio pa¨ªs, ante las im¨¢genes de sangre y los gritos de odio que no cesan de llegar de Azerbaiy¨¢n y de Armenia, las indignadas opiniones tienden sobre todo a culparle de este desastre. Hab¨ªa apostado demasiado tiempo por el triunfo de la raz¨®n en estas dos rep¨²blicas, como si esperase que los moderados de ambos campos terminar¨ªan por poder m¨¢s que los extremistas. Bien o mal, su c¨¢lculo hubiese sido v¨¢lido si se tratase solamente de una batalla electoral, generalmente desfavorable para las minor¨ªas extremistas. Pero no es lo mismo cuando se crea un clima de guerra entre etnias y las decisiones las toman unos locos alentados por agitadores que hacen demagogia denunciando a la etnia enemiga. Fue despu¨¦s de una de estas reuniones en Bak¨², el 13 de enero, cuando 100 azer¨ªes venidos tan s¨®lo a solicitar la dimisi¨®n del secretario del partido comunista, Vazirov, se lanzaron contra la zona armenia ensa?¨¢ndose con los desarmados habitantes, sin respetar ni a las mujeres ni a los ni?os, y si seis d¨ªas m¨¢s tarde no hubiese intervenido el Ej¨¦rcito sovi¨¦tico este insensato ajuste de cuentas hubiera continuado.Pero los azer¨ªes s¨®lo tienen l¨¢grimas para sus v¨ªctimas, para aquellos que han muerto con motivo de la inevitable intervenci¨®n militar. Uno de sus dirigentes no ha dudado en acusar a Gorbachov de racismo ante los micr¨®fonos de la BBC. "Ante los lituanos cristianos predica solamente el di¨¢logo, pero frente a nosotros, musulmanes, solamente conoce el idioma de los carros de combate".
A este acusador antigorbachoviano no le vino siquiera a la mente que en los pa¨ªses b¨¢lticos no se ha derramado siquiera una gota de sangre durante estos dos a?os de reanimaci¨®n pol¨ªtica, mientras que, en su regi¨®n, tanto en Azerbaiy¨¢n como en Armenia, las v¨ªctimas durante el mismo per¨ªodo se cuentan por centenares. Sin embargo, su punto de vista aberrante es compartido evidentemente por la inmensa mayor¨ªa de sus compatriotas. En Bak¨², d¨ªas atr¨¢s, fueron un mill¨®n los que acompa?aron a sus v¨ªctimas al parque Kirov, jurando venganza contra "Gorbachov asesino" y contra todos los rusos, convertidos de repente en su blanco principal, a¨²n m¨¢s que los armenios.
Su solicitud de retirada inmediata de las tropas sovi¨¦ticas, aprobada por el Soviet Supremo de Azerbaiy¨¢n, seguramente no ser¨¢ escuchada por Mosc¨², porque despu¨¦s de la retirada "de los rusos" se reanudar¨ªa la matanza de los armenios. Tambi¨¦n en Eriv¨¢n afluyen de Rusia refuerzos militares para frenar el ardor de las milicias armadas armenias, que, aunque ya no tienen a mano m¨¢s azer¨ªes para matar, juran que no depondr¨¢n las armas hasta tanto hayan reconquistado a la vez el Nagorno-Karabaj y la regi¨®n aut¨®noma azer¨ª de Najitchev¨¢n. El Ej¨¦rcito sovi¨¦tico s¨®lo podr¨¢ abandonar el Transc¨¢ucaso cuando las dos rep¨²blicas hermanas hagan las paces y renuncien a sus reivindicaciones territoriales. El Ej¨¦rcito se encuentra en la misma situaci¨®n que el Ej¨¦rcito brit¨¢nico en el Ulster, a la espera desde hace mucho tiempo de la reconciliaci¨®n de la minor¨ªa protestante con los republicanos cat¨®licos. Desgraciadamente para Mijail Gorbachov, el Transc¨¢ucaso es infinitamente m¨¢s grande y est¨¢ m¨¢s poblado que la peque?a regi¨®n de luchas fratricidas de Irlanda del Norte.
Mantener una fuerza de intervenci¨®n en Azerbaiy¨¢n y en Armenia exigir¨ªa a la URSS demasiados sacrificios, y los sovi¨¦ticos, incluidos los militares, manifiestan de entrada una gran repugnancia hacia esa perspectiva.
Voennyi Vestink, uno de los ¨®rganos del Ej¨¦rcito, escribe: "Nuestra experiencia demuestra que la lucha contra una guerrilla en las monta?as ocasiona siempre problemas muy serios". Por otra parte, la llamada a filas de los reservistas, decidida la pasada semana por el general Yazov, ministro de Defensa, ha tenido que anularse despu¨¦s de las manifestaciones de Krasnodar, Rostov y Stavropol, patria de Mijail Gorbachov. No se sabe en qu¨¦ condiciones se tom¨® la decisi¨®n inicial, y menos a¨²n qui¨¦n decidi¨® dar marcha atr¨¢s. Algunos hablan en Mosc¨² de la divisi¨®n entre los militares, y otros sobre un desacuerdo entre el Kremlin y el Ej¨¦rcito. En Viena, con motivo de los encuentros con los comandantes de la OTAN, el general Mijail Moiseev, jefe del Estado Mayor General del Ej¨¦rcito sovi¨¦tico, ha declarado que sus tropas de Azerbaiy¨¢n s¨®lo pueden ocuparse de la protecci¨®n de los objetivos estrat¨¦gicos, dejando los otros cometidos a los cuerpos especializados del Ministerio del Interior. Pero el ministro del Interior, Vadim Bakatin, afirma que s¨®lo tiene 36.000 hombres bajo su mando, y no 30 divisiones, como se cre¨ªa en Occidente. Es cierto que el KGB tiene tambi¨¦n tropas -200.000 hombres especializados en la lucha contra las sublevaciones-, pero, obviamente, no tiene prisa en enviarlos al Transc¨¢ucaso. Es evidente que en el Kremlin la armon¨ªa en las altas esferas encargadas del mantenimiento del orden deja mucho que desear.
No obstante, la comparaci¨®n entre Gorbachov y Mois¨¦s s¨®lo es v¨¢lida en la medida en que uno y otro tienen muchos problemas con sus compatriotas. Por lo dem¨¢s, Gorbachov, al contrario que Mois¨¦s, no se muere en el camino hacia la Tierra Prometida, y sus cr¨ªticos no saben tan siquiera d¨®nde se encuentra. Su descontento se traduce sobre todo en la divisi¨®n de las diferentes corrientes de oposici¨®n y en una extraordinaria confusi¨®n pol¨ªtica. Desde Tokio, donde se encuentra en visita oficial, Boris Eltsin echa pestes contra la intervenci¨®n militar en Bak¨². Desea dirigir la batalla solamente al interior del PCUS, al tiempo que se niega a solicitar el cargo de secretario general. Por el contrario, sus amigos m¨¢s pr¨®ximos piensan que el PCUS debe proclamarse en seguida partido socialdem¨®crata; si Gorbachov no lo acepta tienen previsto crearlo ellos mismos. Los del otro banco, conservadores eslav¨®filos o populistas demagogos, est¨¢n m¨¢s divididos a¨²n; unos desean expulsar a los transcauc¨¢sicos de la URSS, y los otros exigen el restablecimiento del orden, cueste lo que cueste. En medio de esta cacofon¨ªa generalizada, .Mijail Gorbachov, a pesar de sus indudables dificultades, parece ser el ¨²nico hombre que tiene la cabeza sobre los hombros y que prepara, contra viento y marea, la reforma de su partido y la reestructuraci¨®n de la Federaci¨®n de Rep¨²blicas Sovi¨¦ticas, capaz de desactivar las nuevas explosiones nacionalistas. "Jam¨¢s he pensado que con la democracia tendr¨ªamos una vida f¨¢cil", dijo durante estos d¨ªas de terrible crisis a P¨¦rez de Cu¨¦llar, secretario general de la ONU. Probablemente no hab¨ªa previsto que llegado a este punto resultar¨ªa dificil. No obstante, en m¨¢s de una ocasi¨®n ha dado muestras de un coraje a prueba de todo, y podemos confiar en que no ceder¨¢ ante la adversidad.
Traducci¨®n: Esther Rinc¨®n.
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