El largo invierno del aficionado sevillano
El Domingo de Resurrecci¨®n empieza la temporada
Rafael El Gallo no daba cr¨¦dito a los que le dec¨ªan que en el Reino Unido no se celebraban corridas de toros. Sumido en la mayor perplejidad, exclam¨®: "?Y entonces, qu¨¦ pu?eta hacen los ingleses los domingos por la tarde?". Es l¨®gica la expresi¨®n en un hombre para el que su hemisferio vital lo constitu¨ªa lo que mucho despu¨¦s Antonio D¨ªaz Ca?abate bautiz¨® como el planeta de los toros. ?Y no s¨®lo para Rafael El Gallo! Los toros constituyen un acontecimiento sobre el que no podemos quedarnos indiferentes.
Para Tierno Galv¨¢n, los toros son "... aparici¨®n o testimonio de una concepci¨®n del mundo que, por serlo, excluye o pretende excluir la vigencia de cualquier otra". Es natural que nos preguntemos entonces, desde Sevilla, cuna del toreo, con El Gallo: ?y qu¨¦ hacen, los sevillanos en invierno sin toros? Depende de su condici¨®n econ¨®mica. Los aficionados de sol han de conformarse con hablar de toros en la barber¨ªa o en la taberna que suelen ser ateneos de sabidur¨ªa popular. Otros, algo m¨¢s pudientes, se est¨¢n habituando a un consuelo casero: el taurov¨ªdeo.Otros, m¨¢s favorecidos, los menos, pasan el invierno tan ricamente entre tentadero y tentadero. Y, finalmente, la que podr¨ªamos llamar la jet de los aficionados, sigue a sus toreros favoritos por las plazas de allende los mares. Otro reducid¨ªsimo n¨²cleo se pasa el invierno pronunciando o escuchando conferencias taurinas. Un grupo de amigos se re¨²ne para organizar un ciclo. Con gran camarader¨ªa se alternan: unas veces ocupan la tribuna y otras el auditorio.
Todo esto viene a colaci¨®n porque los aficionados sevillanos atravesamos estos d¨ªas el ecuador de la continencia taurina. Desde el 12 de octubre, ¨²ltimo festejo de la temporada pasada, no hemos tenido ni una mala ver¨®nica que llevarnos a la boca. Ni siquiera tuvo lugar el tradicional festival de la Fundaci¨®n Tagore que, a modo de liviana frusler¨ªa, calmaba el hambre de toros de la afici¨®n hispalense.
En Madrid la temporada empieza el primer domingo de marzo, pero en Sevilla, desde tiempo inmemorial, la Maestranza no se abre hasta el Domingo de Resurrecci¨®n. La autoridad eclesi¨¢stica no otorgaba el nihil obstat para correr toros en tiempos de Cuaresma. Probablemente como reminiscencia de la mala opini¨®n que, de muy antiguo, la Iglesia tuvo de las corridas de toros. Tan mala opini¨®n que la bula de P¨ªo V De salutis gregis dominici (1567) las prohibi¨® bajo pena de excomuni¨®n. Pero ya hace a?os que la autoridad eclesi¨¢stica no se mete en esos berenjenales. En Sevilla se sabe que el actual arzobispo, monse?or Amigo, es un buen aficionado, aunque sea de balconcillo de televisi¨®n. Su prudencia pastoral le impide asistir a la Maestranza. Una vez, por cortes¨ªa, accedi¨® a una invitaci¨®n de los maestrantes, y aunque s¨®lo presenci¨® media corrida, las denuncias de los protectores de animales llegaron hasta el solio pontificio. A esa mayor tolerancia de la archidi¨®cesis respecto a las corridas tampoco debe ser ajeno al hecho de que cada vez la corrida es m¨¢s ritual, y el p¨²blico de la Maestranza permanece m¨¢s callado que en misa.
Los aficionados se unen
El caso es que los aficionados seguimos sin toros hasta bien entrada la primavera, y el obst¨¢culo no parece ser otro que la pereza de la empresa. Pereza que contrasta con la diligencia empleada en pedir el dinero del abono durante el mes de febrero, antes incluso de que se hagan p¨²blicos los carteles de la feria. El abonado se retrata a ciegas en la taquilla, sin saber si torea Pel¨¦ o Mel¨¦, ni si se van a lidiar toros o bisontes. Naturalmente, como nuestro sistema es una econom¨ªa de mercado, y la demanda de abonos es muy superior a la oferta, el empresario est¨¢ en su perfecto derecho de hacer el negocio que el mercado le permite. La otra parte, la de los abonados, tambi¨¦n est¨¢ en su perfecto derecho de unirse para defender sus intereses y para ello ha nacido Uni¨®n de Abonados a la Plaza de Toros de Sevilla. Pero lo mejor es que el largo y enojoso invierno ya ha doblado su ecuador. ?Y los toros ya comen la hierba que les llega hasta el cuadril!
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