Jean-Paul Belmondo
Un actor a una nariz pegado
He aqu¨ª un actor a una nariz pegado. Sobre su natural ya bien dotado ap¨¦ndice nasal, Jean Paul Belmondo se ha colocado una pr¨®tesis de espuma de l¨¢tex, y de este modo el actor m¨¢s querido del gran p¨²blico franc¨¦s ha pasado a interpretar el personaje m¨¢s simp¨¢tico de todo el repertorio del teatro galo: el caballero Cyrano de Bergerac Desde esta semana, en la sala Marigny de los Campos El¨ªseos, se celebra todas las noches el fausto acontecimiento de la fusi¨®n de Belmondo y Cyrano.Cantidad de franceses conocen de rnemoria versos enteros de la pieza teatral Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand. Discutid¨ªsima por los cr¨ªticos de su ¨¦poca y a¨²n m¨¢s por los de ahora, esta criatura tard¨ªa del romanticismo no ha dejado de ser representada en Francia ni una sola temporada desde su nacimiento en 1897, "Cyrano", afirma esta semana. Le Figaro Magazine, "se ha convertido en una especie de himno nacional, como La Marsellesa".
Los franceses r¨ªen y lloran como ni?os ante las aventuras de Cyrano de Bergerac, un espadach¨ªn de la estirpe de los mosqueteros, un mercenario tierno y col¨¦rico, un quijotesco defensor de causas perdidas y, sobre todo, un hombre que sufre ante su fealdad, que le impide atraer la atenci¨®n de su amada. Cyrano es un gran coraz¨®n tapado con una descomunal nariz.
Es asombroso c¨®mo el personaje Cyrano de Bergerac se corresponde a la idea que los franceses tienen de su querido Jean-Paul Belmondo, al que cari?osamente llaman Bebel. Belmondo es el t¨ªmido caradura, el feo encantador, el ni?o mimado criado en las calles. La nariz de Cyrano, ha escrito Le Nouvel Observateur, "no le desfigura, le transfigura. Es un mascar¨®n levantado con orgullo contra la sociedad, corno el desafio de un hombre que ha aceptado su fealdad, o que no la ha aceptado, lo que finalmente es lo mismo".
Belmondo le est¨¢ sacando un extraordinario partido a esa afinidad con el personaje que interpreta en el escenario del Marigny. Desde un par de meses antes del estreno, el actor ya estaba inmerso en su personaje. S¨®lo se quitaba la nariz postiza para dormir y viv¨ªa como un h¨¦roe de las obras de capa y espada, con mostacho, perilla, florete, sombrero de plumas, escaladas al balc¨®n de la enamorada y duelos al alba apenas salido de la borrachera.
Hijo de un escultor que a los 80 a?os cumplidos segu¨ªa visitando met¨®dicamente el Louvre para aprender cosas nuevas acerca de su oficio, Belmondo tuvo una infancia libre y dichosa. Ambos elementos configuraron su car¨¢cter. De su padre hered¨® la convicci¨®n de que el ¨²nico modo de abrirse un camino en el mundo del arte es el trabajo duro. De su despreocupada ni?ez callejera, el gusto por la acci¨®n f¨ªsica.
Ya hace tres a?os, Jean Paul Belmondo volvi¨® a un escenario teatral, tras 27 a?os de ausencia, para representar la obra Kean, de Alejandro Dumas, en la misma sala Marigny, en Par¨ªs. Fue todo un reencuentro. Ahora, tras 32 a?os de una carrera cinematogr¨¢fica en que ha sido dirigido por Godard, Malle, Resnais, Melville, Lelouch, Chabrol y Truffaut, Belmondo est¨¢ descubriendo que lo que le gusta de verdad es el teatro. Es la pen¨²ltima de las travesuras de Bebel.
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