La herencia de Arias
LA ELECCI?N el pasado domingo de Rafael ?ngel Calder¨®n como presidente de Costa Rica -que derrot¨® al candidato del hasta entonces gobernante Partido de Liberaci¨®n Nacional- renueva la alternancia en el poder de conservadores y socialdem¨®cratas, una tradici¨®n pol¨ªtica que s¨®lo fue interrumpida cuando, en 1982 y 1986, el hoy vencedor result¨® derrotado por los sucesivos candidatos de centro-izquierda, el ¨²ltimo de los cuales fue ¨®scar Arias. El espectro ideol¨®gico costarricense es confuso, y las l¨ªneas divisorias entre partidos han sido siempre m¨¢s formales que doctrinales; la distribuci¨®n de votos (52%-48%) entre los dos candidatos el pasado 4 de febrero demuestra que el apoyo electoral de ambos se distribuye de una forma bastante equilibrada. Ello es tanto m¨¢s cierto cuanto que, en esta ocasi¨®n, la vida pol¨ªtica del pa¨ªs centroamericano, sus opciones internas y externas, han estado muy influidas por el presidente saliente.Constitucionalmente, Arias no pod¨ªa ser reelegido, pero su personalidad, la obtenci¨®n del Premio Nobel de la Paz en 1987 por sus iniciativas de pacificaci¨®n en Centroam¨¦rica, su proyecci¨®n internacional y la estabilidad de que ha gozado Costa Rica en el ¨²ltimo lustro en medio del temporal que azotaba la zona han determinado los estrechos m¨¢rgenes ideol¨®gicos por los que ha discurrido la campa?a electoral. En efecto, los candidatos se han visto forzados a no apartarse excesivamente de la l¨ªnea pol¨ªtica Arias.
Al final, en un pa¨ªs que es esencialmente conservador, ha ganado un candidato conservador que contaba con el firme apoyo del presidente norteamericano. Es cierto que Rafael ?ngel Calder¨®n, l¨ªder del Partido de Unidad Social Cristiana, fundado en 1983, tiene la ideolog¨ªa de perfiles algo indefinidos que corresponden a la denominaci¨®n de su grupo. Pero tras una campa?a populista ha alcanzado la victoria m¨¢s por ser el heredero de una l¨ªnea pol¨ªtica derechista de gran tradici¨®n en Costa Rica que por su originalidad pol¨ªtica. Su padre, Rafael Calder¨®n Guardia, hab¨ªa sido presidente durante la II Guerra Mundial y brevemente al final de la d¨¦cada de los cuarenta: en 1948, el pol¨ªtico socialdem¨®crata Jos¨¦ Figueres, acus¨¢ndole de fraude electoral en aquella segunda elecci¨®n, impidi¨®, con una rebeli¨®n a la que sigui¨® una breve guerra civil, la probable instauraci¨®n en Costa Rica de una dinast¨ªa Calder¨®n a lo Somoza. La elecci¨®n del hijo es hoy la reivindicaci¨®n del padre.
Costa Rica ha sido siempre un fiel aliado de EE UU. Buen cliente, mejor proveedor de carne, caf¨¦ y pl¨¢tanos, seguro refugio para jubilados norteamericanos, e incluso para m¨¢s de un especulador inc¨®modo -recu¨¦rdese el caso Vesco-, su amistad con Washington le ha permitido descansar en una ayuda financiera ilimitada. ?sta a su vez ha colocado la econom¨ªa costarricense al borde de un despegue espectacular: la inflaci¨®n est¨¢ de nuevo por debajo del 10%, el paro es inferior al 4% y la tasa de desarrollo anual se ha disparado casi al 6%.
Incluso la situaci¨®n internacional favorece la presidencia de un pragm¨¢tico a quien deber¨ªa resultar f¨¢cil endosar la pol¨ªtica exterior de ?scar Arias y el papel de discreto pero decidido mediador en la crisis centroamericana. S¨®lo cabe hacerse la pregunta de si el nuevo y joven presidente tendr¨¢ la suficiente independencia de criterio como para resistir, del mismo modo que lo hizo no sin discreci¨®n su predecesor, el empell¨®n del renovado entusiasmo norteamericano por imponer unos criterios de paz y democracia que no siempre concuerdan con los de los dem¨¢s.
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