El Madrid dependi¨® de un rebote ante el Taugres
LUIS G?MEZ, ENVIADO ESPECIAL, El Madrid vivi¨® ayer una situaci¨®n muy comprometida y estuvo a punto de llegar tarde a su resoluci¨®n. Tanto fue as¨ª que el partido dependi¨® de un rebote, cazado finalmente por Picul¨ªn, lo que permiti¨® al Madrid consumir los ¨²ltimos 45 segundos sin que el rival pudiera tener la posesi¨®n del bal¨®n. El Madrid lleg¨® a esa situaci¨®n por errores propios y, cuando quiso rectificar, se encontr¨® en la cancha con un equipo que se hab¨ªa hecho fuerte an¨ªmicamente y que estaba dispuesto a dar la batalla.
El Madrid sufri¨® una dura penitencia por un hecho que puede ser interpretado como una provocaci¨®n. Y ese hecho, un error de Karl en la primera parte al sentar a su mejor anotador, contribuy¨® a que el Taugr¨¦s, un adversario bien dotado pero muy poco experimentado, adquiriese conciencia de sus posibilidades en la eliminatoria. En otro momento, podr¨ªa afirmase que el Madrid abus¨® de prepotencia, pero no es ese un defecto que el aficionado pueda observar ahora en un equipo aliado con la penuria y la desgracia.
El relato de este presunto error es bien lineal. El Madrid sali¨® muy concentrado, especialmente motivado por la presencia de Picul¨ªn Ortiz, hasta el punto de que el encuentro pareci¨® haberse agotado a los once minutos, cuando el marcador se?alaba un 28-17 que no reflejaba la superioridad de medios de que parec¨ªan disfrutar los madridistas: Frederick anotaba met¨®dicamente y Ortiz dominaba el rebote con autoridad. Ambos se bastaban y el resto todav¨ªa no hab¨ªa entrado en acci¨®n.
La anterior circunstancia, por otra parte, era harto elocuente, dado que el Taugr¨¦s hab¨ªa iniciado la batalla pretendiendo centrar el juego en una dura pelea reboteadora, para lo que cuenta con tres jugadores adecuados como Micheux, Rivas y McPherson. Llegados a ese punto, el t¨¦cnico Karl dio descanso a Frederick, m¨¢ximo anotador y jugador que no hab¨ªa fallado un solo lanzamiento. En su empe?o por darle al equipo un ritmo a la americana (24 cambios solo en el primer per¨ªodo) sus jugadores perdieron el ritmo y entraron en un oscuro callej¨®n: tres puntos en casi seis minutos.
Tan pobre frecuencia permiti¨® que la eliminatoria cobrase vida. Tanto fue as¨ª, que estuvo viva hasta el final. El Madrid no puede jugar ahora mismo a otra cosa que no sea redimirse a si mismo. Karl hab¨ªa amnistiado al Taugr¨¦s en la primera parte. Y luego, en la segunda, a pesar de que movi¨® mejor su banquillo, el rival se hab¨ªa autoconvencido de que pod¨ªa dar la sorpresa. En esa circunstancia, tensos los dos equipos, el partido cobr¨® emoci¨®n y calidad hasta el punto de que el Taugr¨¦s se desenvolvi¨® con una inesperada seriedad, propia de equipos con m¨¢s fuste y experiencia: jug¨® con un solo pivot nato y prob¨® a sorprender a la defensa madridista con un hombre alto como McPherson situado en muchas ocasiones en posici¨®n de alero.
McPherson pas¨® as¨ª de no marcar en el primer tiempo a realizar 20 tantos en el segundo, nueve de ellos producto de tres triples casi decisivos para aguantarle el ritmo de los madridistas. Los hombres de Karl lograban controlar su ataque (el Taugr¨¦s no es un virtuoso de la defensa) y se esforzaban en las acciones defensivas, pero el conjunto vascono doblaba la rodilla. Fue entonces cuando las constantes del Madrid comenzaron a denunciar situaci¨®n de alarma porque quedaban a¨²n 10 minutos y la igualdad prevalec¨ªa. Adem¨¢s, Romay, Villalobos, Biriukov y luego Ortiz alcanzaban la cuarta personal. Alg¨²n jugador perdi¨® los nervios y tent¨® la acci¨®n desesperada: Mart¨ªn lanz¨® un triple y lo encest¨®. Pero, con todo, el Taugr¨¦s segu¨ªa ah¨ª cerca y contestaba adecuadamente aunque tambi¨¦n estuviera acosado por las faltas.
Otra decisi¨®n arriesgada, colocarse en zona, condujo a Karl a una nueva decepci¨®n: Sibilio y McPherson anotaban sendos triples. A falta de dos minutos, el marcador se?alaba un empate a 79 y medio minuto despu¨¦s el Taugr¨¦s celebraba el colocarse por delante (81-82). En esos momentos y en esa tesitura s¨®lo hay dos factores decisivos: la fortuna y el arbitraje.
As¨ª que el Madrid de las desgracias afront¨® con entereza la perspectiva de experimentar otro cruel momento, como era el ser eliminado a las primeras de cambio por un equipo novato en estas lides y 72 horas despu¨¦s de haber armado un revuelo con el fichaje de Picul¨ªn. Era una coyuntura terrible. Y porque en momentos as¨ª la ciencia cuenta menos de lo que algunos te¨®ricos sostienen, ser¨¢ d¨ªficil discernir si es que el Madrid se rebel¨® contra su suerte o si es que hall¨® la lucidez que parecen experimentar los mortales minutos despu¨¦s de la extremauci¨®n. El partido, la eliminatoria, la victoria o la derrota, el derecho a seguir viviendo esta Copa del Rey o un nuevo fracaso, todo ello se sorte¨® en un rebote. Y ese rebote fue para el Madrid. Al Real Madrid le ha tocado disfrutar de emociones fuertes, no conoce la rutina ni el aburrimiento. Karl parece gustar del riesgo y corre peligro de que alguien le adjudique tendencias suicidas. Ayer, un rebote salv¨® al Madrid. Este equipo deber¨ªa abandonar el vicio de la ruleta rusa.
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