Un tenso silencio sigui¨® a la pel¨ªcula de Roland Joff¨¦ sobre la bomba at¨®mica
Paul Newman protagoniza 'Shadows makers'
Cuando terminan las proyecciones para la Prensa es infrecuente que se produzca unanimidad en la respuesta del p¨²blico a un filme. Sin embargo, ayer, tras la proyecci¨®n de la pel¨ªcula norteamericana Shadow makers, que narra el proceso de fabricaci¨®n de la primera bomba at¨®mica, se produjo en el Zoo Palast berlin¨¦s un silencio absoluto anormal.
Menos una, las causas de este silencio est¨¢n dentro del filme. Esa ¨²nica causa exterior hay que buscarla en la naturaleza, entre infernal y sagrada, del objeto relatado: el umbral exacto de nuestra era, la mec¨¢nica del parto -un parto que dur¨® 19 meses y tuvo 400 comadronas- de donde procede nuestro tiempo. El filme representa minuciosamente -pese a la inclinaci¨®n de su director, Roland Joff¨¦, a la ret¨®rica visual- el laborioso proceso de concepci¨®n y construcci¨®n de un artefacto mec¨¢nico cuya simple existencia trastoc¨® por completo el destino de este planeta e hizo visible la idea de su extinci¨®n, la idea del suicidio del hombre no como individuo, sino como especie.Crea perplejidad contemplar a un grupo de personas de excepcional talento l¨®gico dedicadas febrilmente a abrir de par en par las puertas de lo il¨®gico en t¨¦rminos absolutos. El filme es casi melodram¨¢tico, pero su exposici¨®n de los hechos es muy precisa y cre¨ªble en sus aspectos documentales. Las cosas ocurrieron as¨ª, y su discurrir fue tan cotidiano que verlas en la pantalla genera silencio. Ha pasado casi medio siglo y no hay todav¨ªa respuesta humana a aquel siniestro alarde de ingenio humano.
Orden en el desorden
Roland Joff¨¦ apoya sus brillantes y epid¨¦rmicas im¨¢genes en una excepcional fotograf¨ªa y en un gui¨®n de tipo convencional que introduce en el juego con orden y solvencia cuestiones hist¨®ricas, militares, cient¨ªficas, pol¨ªticas, mec¨¢nicas, psicol¨®gicas, m¨¦dicas y morales. Pese a lo excesivo de la mezcla, hay unidad en su conjunci¨®n, y el relato discurre en forma de cr¨®nica con la ligereza de una historia de aventuras, casi como un western, con el consiguiente enfrentamiento entre el bueno obligado a ser malo (el profesor Robert Oppenheimer, el cerebro cient¨ªfico de la haza?a) y el villano de la historia (el general Leslie Groves, su cerebro militar). Tal simplicidad formal para tan complicado asunto aumenta la perplejidad del espectador y hace m¨¢s intenso su silencio.No es Shadow makers un filme excepcional, sino com¨²n: de ah¨ª que no provoque aplausos. Pero, pese a ser com¨²n, es veraz, tiene fuerza de convicci¨®n inmediata, a flor de piel, por lo que no provoca reacciones de rechazo. Hurga con delicadeza en una herida abierta, y la identificaci¨®n del espectador con el silencio final del excelente actor Dwigth Schulz -que interpreta a Oppenheimer con mucha m¨¢s convicci¨®n que Paul Newman a Groves- resulta coherente. Siendo el fondo de la pel¨ªcula algo intolerable, su forma hace, que se tolere bien.
Estamos, por ello, ante un raro caso de pel¨ªcula menor con una consecuencia mayor: dar alguna explicaci¨®n a lo inexplicable por excelencia. Se hablar¨¢ de ella m¨¢s de lo que se merece.
Babelia
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