Inmortalidad
Don Miguel de Cervantes yerra en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha titulando el cap¨ªtulo 74 de la segunda parte -es decir, el cap¨ªtulo final- de esta forma: De c¨®mo don Quijote cay¨® malo, y del testamento que hizo, y su muerte. En un trabajo anterior (Anthropos, 100, 1989) he sostenido la tesis de que don Quijote no puede morir. Ni se le puede hacer morir, que es lo que el novelista hace con los personajes a los que, habiendo querido hacer como que viven, llega un momento en que le interesa hacer como que mueren. Pero no, en este caso, porque don Quijote sea un ente de ficci¨®n, que tambi¨¦n lo es Alonso Quijano, y a ¨¦ste s¨ª que se le puede hacer razonablemente morir. Don Quijote no puede morir porque no ha existido ni siquiera como ficci¨®n dentro de la ficci¨®n que es el mundo del Quijote. Por esa misma raz¨®n no pod¨ªa testar. Test¨®, l¨®gicamente, como Alonso Quijano, no como don Quijote. Del mismo modo, como advirti¨® Gonzalo Torrente (El Quijote como juego), no firm¨® como don Quijote el documento (1?, 25) en el que donaba a Sancho tres de sus cinco pollinos: no hubiera tenido validez. Don Quijote es tan s¨®lo una forma de vida, la que adopta un tal Alonso Quijano, que hace de don Quijote, an¨¢logamente a como Angelo Roncalli hizo de papa, que, como otro don Quijote, se dio a s¨ª mismo nombre y se autodenomin¨® Juan XXIII; pero al morir quien mor¨ªa era Roncalli, no, como parece, Juan XXIII, ni siquiera el Papa. Sostengo en ese trabajo que, pese a todo, hay razones para el error de decir "muri¨® el Papa", no Roncalli (o "Marilyn Monroe", no Norma Jean), o "muri¨® don Quijote", no Alonso Quijano: a veces el personaje es de tal relevancia que absorbe a la persona que lo soporta, vive por encima de ¨¦sta y, en efecto, llega un momento en que nadie advierte que muere Angelo Roncalli, porque ya no se sabe qui¨¦n es. Del mismo modo, posiblemente s¨®lo algunos avisados recordaban -hac¨ªa tanto que no se le nombraba- que don Quijote era en realidad (en la realidad del mundo ficcional presupuestado) Alonso Quijano, a quien "por sus costumbres" sus vecinos denominaban el Bueno. La cuesti¨®n que legitima el error est¨¢ en la singularidad; se puede decir en esta C¨®rdoba en que vivo que el gobernador civil ha tenido un c¨®lico miserere, mas no el notario, porque entonces no sabemos qui¨¦n de entre los varios que pueden padecerlo lo padece en realidad.Pero Alonso Quijano es a su vez un ente de ficci¨®n, de manera que aunque no puede emp¨ªricamente morir, por lo menos se le puede hacer morir, de la misma manera que con anterioridad se le hizo vivir, y a esa forma de vivir se le llam¨® don Quijote. Se representa su muerte (la descripci¨®n es una representaci¨®n, al modo wingensteiniano de dibujar con palabras: v¨¦ase Cuadernos azul y marr¨®n) como la representa un actor en el escenario. En el texto de que tratamos, Alonso Quijano hace de don Quijote; es, pues, condici¨®n necesaria de este ¨²ltimo, y cuando llega la hora de morir muere Alonso Quijano. Pero, cuidado, para ello no era preciso que recobrase la cordura. Si don Quijote hubiese sido devorado por el despectivo le¨®n al que temerariamente ret¨®, o si hubiese muerto como consecuencia de sus numerosos apaleamientos, ?qui¨¦n hubiera muerto, don Quijote o Alonso Quijano? Evidentemente, Alonso Quijano, pero en estos casos implicando tambi¨¦n la de don Quijote, mientras que en el cap¨ªtulo 74 de la segunda parte muere habiendo dejado de hacer de don Quijote ya.
Ahora bien, si don Quijote no puede morir, y hablamos de ¨¦l, y discutimos sobre ¨¦l, y decimos de alguien que es un quijote, y de que en Espa?a, por ejemplo, hoy no hay quijotes, etc¨¦tera, esto quiere decir que vive, o dicho de otra forma, que por ahora es inmortal. Es inmortal precisamente porque no existe ni ha existido, pues s¨®lo lo emp¨ªrico perece. Para el propio Cervantes, don Quijote era el que viv¨ªa, no Alonso Quijano. Como padre orgulloso de su hijo en tanto que h¨¦roe, y al que reconoce s¨®lo mientras lo es, as¨ª Cervantes vive s¨®lo para don Quijote, y don Quijote para ¨¦l -lo dice ¨¦l mismo, conmovido, tras haberle hecho morir: "para m¨ª sola (la p¨¦?ola) naci¨® don Quijote, y yo para ¨¦l"- Por eso es comprensible, esto es, justificable, que Cervantes cometa reiteradamente el error y tome como criatura a don Quijote, y se olvide un tanto de Alonso Quijano, que es nada menos que quien crea a don Quijote. He aqu¨ª que Cervantes comete siete errores de este tipo en el cap¨ªtulo final: 1. En el t¨ªtulo a que he hecho referencia. 2. Las cinco veces que dice "replic¨®" o "respondi¨®" don Quijote, cuando ya hab¨ªa dejado de hacer de don Quijote y afirmaba a gritos que no era tal, sino Alonso Quijano. 3. Cuando habla de los llantos de "sobrina y ama de don Quijote" (pero ?fueron o pod¨ªan ser alguna vez ama y sobrina de ¨¦l?). Hubiera sido, empero, sumamente extra?o que, una vez recobrada la cordura Alonso Quijano, Cervantes -en boca del narrador Benengeli- hubiese escrito "respondi¨® Alonso Quijano", "replic¨®
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