Dilema sueco
CUANDO LA semana pasada el primer ministro de Suecia, el socialdem¨®crata Ingvar Carlsson, present¨® un paquete de medidas econ¨®micas de austeridad, anunci¨® que se trataba de una "medicina amarga, pero necesaria" para enderezar una econom¨ªa que se hab¨ªa sobrecalentado: congelaci¨®n de precios y salarios durante dos a?os, congelaci¨®n del reparto de dividendos al promedio de los ¨²ltimos tres a?os, mantenimiento del nivel de los impuestos locales, prohibici¨®n de huelgas durante dos a?os e incremento de las multas por los paros salvajes (estas dos medidas fueron retiradas la semana pasada ante la violenta oposici¨®n con que hab¨ªan sido recibidas).La amargura necesaria, sin embargo, se ha convertido en derrota a manos de una alianza de derecha e izquierda. Los votos de los tres partidos burgueses (conservador, liberal y de centro), sumados a los de comunistas y verdes, derrotaron en el Parlamento al Gobierno, abriendo paso a la dimisi¨®n del primer ministro. Para evitar la convocatoria adelantada de elecciones el presidente del Congreso ha iniciado consultas para formar Gobierno. Si se considera que los socialdem¨®cratas tienen la minor¨ªa mayoritaria en el Parlamento (156 esca?os, por 152 de un bloque conservador bastante dividido, 21 de los comunistas y 20 de los verdes), parece dificil que se constituya un Gobierno distinto del dimisionario. Y si el socialdem¨®crata Carlsson vuelve a recibir el encargo de formarlo, ?en qu¨¦ va a quedar su paquete econ¨®mico? Parece, por consiguiente, m¨¢s razonable pensar que ser¨¢n convocadas elecciones anticipadas.
En la crisis pol¨ªtica subyace hasta cierto punto la del modelo sueco de Estado del bienestar, que, desde la d¨¦cada de los treinta, propici¨® una prosperidad ¨²nica y un desarrollo singular en Europa. Ese modelo ha revelado ciertas debilidades, en particular en relaci¨®n al sistema de seguridad social: no puede sostenerse ilimiadamente una demanda de servicios cada vez m¨¢s amplia y m¨¢s cara -escuelas, universidades, medicina- a cambio de contribuciones fijas. La Seguridad Social, sencillamente, no puede hacer frente al gasto.
Por otro lado, el sistema de pensiones, dise?ado inicialmente para beneficio de los estamentos m¨¢s pobres de la sociedad, acaba beneficiando por pura mec¨¢nica a la clase media, con lo que el pa¨ªs entero termina por subvencionar al estamento acomodado. Del mismo modo, la m¨ªstica de la jubilaci¨®n temprana, en un Estado que protege la felicidad de sus ciudadanos, acaba haciendo que el peso de los pensionistas resulte excesivo para los trabajadores que contribuyen y para el propio Estado que complementa. Desde el punto de vista de la moral social, finalmente, el Estado del bienestar tiende igualmente a da?ar a la instituci¨®n de la familia; por ejemplo, la actuaci¨®n del Estado como sustituto del padre en los casos de madres solteras tiende a inhibir el papel y la responsabilidad familiar de ¨¦ste. La socialdemocracia sueca se encuentra, pues, ante el dilema de mantener, en un momento en el que ya resulta excesivamente oneroso, la estructura humanista y protectora que permiti¨® el desarrollo de su sociedad. Un dilema nada sencillo.
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