El rescate
NINGUNA PERSONA con sensibilidad moral puede dejar de alegrarse por la liberaci¨®n de Adolfo Villoslada, casi tres meses despu¨¦s de su arbitraria detenci¨®n bajo amenaza de muerte. Pero eso es una cosa, y otra, bien distinta, es calificar el desenlace de tan tortuoso episodio como unfinalfeliz. No puede haberlo mientras sea una evidencia que el dinero pagado por su rescate ser¨¢ empleado para que los aguerridos combatientes contra la libertad sigan sembrando el dolor.No sin una cierta astucia pol¨ªtica, los secuestradores de Villoslada han decidido su liberaci¨®n s¨®lo 24 horas despu¨¦s. de que la aprobaci¨®n de la propuesta sobre autodeterminaci¨®n por el Parlamento vasco haya introducido un elemento de perturbaci¨®n en el equilibrio pol¨ªtico de Euskadi vigente desde el pacto de A.Juria Enea, en virtud del cual los partidos democr¨¢ticos hab¨ªan establ.ecido una n¨ªtida frontera pol¨ªtica respecto de los violentos. Y se produce, adem¨¢s, dos d¨ªas despu¨¦s de que portavoces de Herri Batasuna avanzasen un ofrecimiento de negociaci¨®n con ETA utilizando como moneda de cambio, precisamente, la liberaci¨®n del industrial pamplon¨¦s. Conviene, sin embargo, no llamarse a enga?o. No se trata de ning¨²n gesto de buena voluntad. Los recaderos de los asesinos adelantaron esa oferta porque sab¨ªan que el prec ?o por la liberaci¨®n ya hab¨ªa sido pagado. S¨®lo por esa raz¨®n, conviene no olvidarlo, Adolfo Villoslada ha podido reunirse con su familia. Ninguna otra consideraci¨®n, pol¨ªtica o de otra naturaleza -basta repasar los antecedentes-, ha primado sobre el objetivo real de los terroristas: obtener medios para seguir financiando sus actividades criminales.
Hubo un tiempo en que ETA, nacida para combatir a la dictadura franquista, explicaba -con mayor o menor fortuna, pero exhaustivamente- lo que hac¨ªa. Sus jefes actuales han interiorizado hasta tal punto su condici¨®n mafiosa que ya no consideran necesario explicar por qu¨¦ han secuestrado a Villoslada. Se da por supuesto que todos los ciudadanos son en principio secuestrables, pero s¨®lo se reconoce el derecho a recobrar la libertad de aquellos que puedan pagar por ello. Esa es la moral de combate que alimenta a ETA y que asumen, lo reconozcan o no, quienes gregariamente aceptan su autoridad.
Los cientos de millones cobrados por los terroristas a cambio de la libertad del industrial Villoslada servir¨¢n para organizar nuevos secuestros, preparar m¨¢s atentados y atender a las necesidades de los heroicos gudaris que colocan bombas en supermercados o en la v¨ªa p¨²blica. Tambi¨¦n para pagar otros servicios auxiliares a gentes que ahuecan la voz y fruncen el ce?o para afirmar campanudamente que nadie desea la paz tanto como ellos, que nadie sufre tan intensamente el dolor por las muertes de polic¨ªas u otros ciudadanos, y que para que esto acabe de una vez basta con que la mayor¨ªa se pliegue a los deseos de la minor¨ªa violenta.
As¨ª, ETA y sus rendidos admiradores pretenden ignorar que para que esto acabe es suficiente que ellos dejen de matar y extorsionar. Actos como el secuestro de Villoslada, dejan al descubierto, al cabo, la hipocres¨ªa consistente en fingir que se lamentan los efectos indeseables de aquello que, por otra parte, se considerajusto e inevitable. Y no hay patetismo m¨¢s rid¨ªculo que el de aquellos que aseguran desear la paz cuando deben su notoriedad precisamente al hecho de que sus amigos pongan bombas. La organizacion ETA desperdici¨® hace ahora un a?o una oportunidad hist¨®rica de encontrar una salida digna a d¨¦cadas de demencia militar. Es dif¨ªcil que el c¨²mulo de circunstancias que hicieron posible el di¨¢logo de Argel vuelva a repetirse. Y para que ello ocurra se necesitar¨¢, en cualquier caso, mucho m¨¢s que oportunistas ofrecin¨²entos de tregua.
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