"Dos m¨¢s cuatro"
UNA NUEVA era en las relaciones entre el Este y el Oeste se ariuncia tras la reuni¨®n de ministros de Exteriores de los 23 pa¨ªses de la OTAN y del Pacto de Varsovia celebrada esta semana en la ciudad canadiense de Ottawa, en la que se han dado pasos muy serios para resolver dos problemas esenciales de la ¨²ltima d¨¦cada del siglo: el desarme convencional en Europa y la unificaci¨®n de Alemania.En el primer punto, la flexibilidad de Mosc¨² ha sido el factor determinante del acuerdo: cuando Bush propuso que la URSS y EE UU limitasen sus efectivos en Europa central a 195.000 hombres y que adem¨¢s EE UU pudiesp disponer de 30.000 soldados m¨¢s en otras zonas de Europa, Gorbachov present¨® objeciones a ese suplemento en favor de los norteamericanos. Una breve negociaci¨®n ha permitido llegar a un acuerdo decisivo para acelerar las negociaciones sobre desarme convencional de Viena.
Ese cambio no es un simple gesto de buena voluntad o una se?al de que Gorbachov se halla en un momento de debilidad interior que le obliga a hacer los m¨¢ximos esftierzos para obtener progresos en el plano exterior. Indica con qu¨¦ rapidez envejecen los criterios del pasado: hoy las preocupaciones de seguridad para la URSS no tienen su origen en el poder militar de EE UU, sino de lo que pueda pasar en Europa, sobre todo como consecuencia de la unidad alemana. Y en ese contexto, el mantenimiento de tropas de EE UU en nuestro continente, en lugar de algo aborrecible, se trata tal vez de algo que convenga estimular. Para empezar, la URSS ha admitido que es distinto retirar tropas norteamericanas hacia EE UU que soldados sovi¨¦ticos hacia la URSS: en el primer caso, se pone un oc¨¦ano por medio; en el segundo, quedan siempre relativamente cerca de un eventual escenario b¨¦lico. En cierto modo, el suplemento de 30.000 soldados es una compensaci¨®n -m¨¢s o menos eficaz- a la desigualdad de condiciones geogr¨¢ficas.
Tiene a¨²n mayor trascendencia el acuerdo de Ottawa por el que se convoca una conferencia especial de dos m¨¢s cuatro (las dos Alemania y las cuatro potencias ocupantes, EE UU, la URSS, el Reino Unido y Francia) para tratar de las condiciones de la unificaci¨®n alemana. Las dos Alemanias discutir¨ªan los aspectos internos (econom¨ªa, finanzas, estructura estatal), y los seis, los aspectos externos (los cambios que para los pa¨ªses vecinos y para el conjunto de Europa significar¨¢ la existencia de una Alemania unida). El acuerdo es hasta ahora s¨®lo sobre procedimiento, por lo que subsisten serias diferencias sobre el encuadramiento de una Alemania unida en los organismos de seguridad existentes ahora. Pero la f¨®rmula misma de dos m¨¢s cuatro, al reconocer el papel especial de los vencedores de 1945, supone una cierta satisfacci¨®n para las tesis sovi¨¦ticas.
En todo caso, entramos en una fase de intensa negociaci¨®n para preparar un revestimiento exterior, aceptable para la URSS y para otros pa¨ªses reticentes, de la unidad de Alemania. Descartada la neutralidad -que rechazan incluso algunos miembros del Pacto de Varsovia-, la soluci¨®n depender¨¢ de que se logre ensamblar el estatuto de Alemania con un cambio en la naturaleza de los actuales pactos militares.
Existe, sin embargo, un aspecto decisivo que el primer ministro polaco ha subrayado, con raz¨®n, en unas declaraciones en Londres: la garant¨ªa de las fronteras. Polonia pide estar presente en la conferencia de los dos m¨¢s cuatro porque necesita una seguridad absoluta de que la Alemania unida aceptar¨¢ sin equ¨ªvocos la frontera Oder-Neisse. Con raz¨®n ha protestado el l¨ªder socialdem¨®crata alem¨¢n Vogel en el Bundestag contra las vaguedades de Kohl en este punto. Si quedase abierto el tema de las fronteras, la unidad alemana podr¨ªa tomar otro cariz y convertirse de verdad en una amenaza. Y no s¨®lo para Polonia. Salvo sectores ultranacionalistas minoritarios, los propios alemanes deber¨ªan tener inter¨¦s en zanjar definitivamente este problema, y recordar, en este punto, las palabras de Thomas Mann: "Queremos una Alemania europea, no una Europa alemana".
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