La CE y EE UU ante Centroam¨¦rica, una visi¨®n diferente
La Comunidad Europea ha iniciado una serie de contactos con las instituciones estadounidenses para tratar la situaci¨®n centro americana. La autora sostiene que, pese a los cambios internacionales a favor de la distensi¨®n, Washington recela a¨²n de cierta intromisi¨®n europea en un ¨¢rea que considera propia.
Recientemente, una representaci¨®n of ?al del Parlamento Europeo, impulsada por el Instituto de Relaciones Latinoamericanas (Irela) y compuesta por miembros de la Delegaci¨®n para Am¨¦rica Central, visit¨® Washington con un doble pro p¨®sito: intercambiar puntos de vista con representantes del Congreso y de la Administraci¨®n estadounidense sobre la regi¨®n centroamencana y estudiar la posibilidad de establecer mecanismos de di¨¢logo y cooperaci¨®n permanentes entre la CE y EE UU con el fin de contribuir a la soluci¨®n de los conflictos de la zona y a mejorar su situaci¨®n.La visita, una entre otras muchas destinadas a perfilar poco a poco la proyecci¨®n exterior de las instituciones comunitarias, no habr¨ªa merecido comentarlo de no haber sido por la incidencia de dos grandes acontecimientos: por una parte, el proceso de cambio en los pa¨ªses del Este europeo y la consecuente distensi¨®n internacional, y, por otro lado, la intervenci¨®n militar de EE UU en Panam¨¢.
Ten¨ªa, sin duda, inter¨¦s recibir informaci¨®n de primera mano sobre la actitud con la que cualificadas personalidades pol¨ªticas e intelectuales de la vida norteamericana contemplan las profundas transformaciones que hoy vivimos y sobre los an¨¢lisis que hacen de sus repercusiones en la estrategia del Gobierno de Washington.
La 'intromisi¨®n' europea
Matices aparte, en la mayor¨ªa de las entrevistas mantenidas con miembros de la Administraci¨®n de Bush y del Congreso subyac¨ªa tanto un singular, aunque tradicional, recelo hac¨ªa la eventual intromisi¨®n europea en asuntos latinoamericanos como una obstinada impermeabilidad ante las propuestas, mensajes y posiciones de los parlamentarios europeos. Ni los postulados m¨¢s elementales de] derecho internacional, ni el respeto a la soberan¨ªa nacional, ni el principio de no intervenci¨®n, ni la soluci¨®n pac¨ªfica de controversias, ni la necesidad de respetar y cumplir los acuerdos de paz alcanzados en la regi¨®n centroamericana (Esquipulas, Tela ... ) constitu¨ªan argumentos con virtualidad para reorientar la pol¨ªtica norteamericana en los conflictos de Nicaragua, El Salvador o Panam¨¢. Desde la ¨®ptica del Departamento de Estado, tales conflictos no se consideran, de facto, como problemas a los que hacer frente en el marco de un sistema de relaciones internacionales o en el de una estrategia exterior, sino como cuestiones dom¨¦sticas, insertas, por tanto, en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica interna y en las que act¨²a un inter¨¦s nacional norteamericano irrenunciable. Parec¨ªa a veces como si la vieja doctrina Monroe reemergiese de sus cenizas y recuperase vigencia para que, de hecho, Am¨¦rica continuase siendo de los americanos de? Norte. Los esfuerzos realizados por la ONU y la OEA por involucrar a pa¨ªses de fuera de la regi¨®n en las comisiones internacionales encargadas de velar por los procesos de democratizaci¨®n y pacificaci¨®n en el ¨¢rea, parec¨ªan a su vez molestas an¨¦cdotas en una concepci¨®n en la que El Salvador, Nicaragua o Panam¨¢ son una mera cuesti¨®n de seguridad nacional para EE UU. El recurso constante de los interlocutoresnorteamericanos al inter¨¦s y a la seguridad nacionales de EE UU en su lucha contra la subversi¨®n o contra la expansi¨®n de la influencia comunista en Am¨¦rica Central, contrastaba sorprendentemente -o quiz¨¢ no tan sorprendentemente con el escaso inter¨¦s y credibilidad que les suscitaba el hundimiento de los reg¨ªmenes comunistas de la Europa del Este.
Dir¨ªase que a la visi¨®n hegem¨®nica que tienen de su papel en Am¨¦rica del Sur y especialmente en Am¨¦rica Central (su tradicional patio trasero) no le conviene la transformaci¨®n de los pa¨ªses comunistas. Desaparec¨ªa el principal argumento -la lucha contra la subversi¨®n- en que el Gobierno norteamericano ha apoyado hasta ahora su pol¨ªtica de seguridad nacional; una pol¨ªtica basada en la intervenci¨®n y en los compromisos militares m¨¢s que en la diplomacia.
La revoluci¨®n que se est¨¢ produciendo en el mundo de influencia sovi¨¦tica convierte en retr¨®grado, o al menos en anacr¨®nico, el lenguaje utilizado por los dirigentes norteamericanos (m¨¢s propio de los a?os setenta) y priva de capacidad de convicci¨®n a los planteamientos estrat¨¦gicos que en la actualidad hace EE UU sobre Am¨¦rica Latina.La intervenci¨®n en Panam¨¢ escasos d¨ªas despu¨¦s de la cumbre de Malta resulta en el fondo pat¨¦tica como expresi¨®n de unimperialismo envejecido. Poco a poco, tambi¨¦n, se va hundiendo en la obsesi¨®n y en el sinsentido el mantenimiento de su actitud beligerante y hostil hacia Nicaragua, actitud que cierra el paso a la posibilidad de una acci¨®n diplom¨¢tica eficaz conducente a la paz estable.
Proceso electoral
En estos comienzos del a?o, la regi¨®n centroamericana celebra significativos procesos electorales, en particular las elecciones de Nicaragua del 25 de febrero. La atenci¨®n internacional las tiene en su punto de mira y la Comunidad Europea estar¨¢ presente a trav¨¦s de una amplia delegaci¨®n para observar la transparencia de los procedimientos y la limpieza del escrutinio.
Ser¨ªa muy grave que, de transcurrir la consulta electoral con normalidad y dentro de una legalidad ya enjuiciada como aceptable aunque imperfecta por las Naciones Unidas, la Administraci¨®n de Bush, por obsesiones y planteamientos obsoletos, no reconociera los resultados electorales. Se perder¨ªa una gran oportunidad para asentar la pacificaci¨®n de Am¨¦rica Central en un momento en que la extinci¨®n de la vieja subversi¨®n, tan real ayer como inexistente hoy, ha dado la puntilla a la tradicional formulaci¨®n de la seguridad nacional de EE UU. Fue¨¦sta una de las principales ideas que la plural delegaci¨®n del Parlamento Europeo transmiti¨® a la Administraci¨®n norteamericana. Y es que, de la misma manera que Estados Unidos fue generoso aliado de los pa¨ªses europeos en el proceso de reconstrucci¨®n de la Europa de la posguerra y en el impulso inicial para su integraci¨®n econ¨®mica, la Comunidad Europea, ante muchos pa¨ªses latinoamericanos, aparece hoy como un punto de referencia y un socio Potencial para influir o cooperar en la pacificaci¨®n y en el desarrollo e integraci¨®n del ¨¢rea centroamericana y de otras zonas de Latinoam¨¦rica. La presencia de la CE ser¨¢ por ello inevitable. Ser¨ªa deseable que se hiciera en coincidencia con EE UU, que, a tal fin, deber¨ªa adaptar su pol¨ªtica latinoamericana a las circunstancias del presente.
La posibilidad de que Am¨¦rica Central alcance estabilidad interna mediante la resoluci¨®n pac¨ªfica y negociada de sus conflictos que evite su inserci¨®n en el marco de un duelo de influencias y de hegemon¨ªas de las superpotencias define el inter¨¦s comunitario hacia la regi¨®n. A Espa?a le corresponde de manera particular influir en la permanencia y mayor precisi¨®n de ese inter¨¦s europeo.
La distensi¨®n y el desarme abren caminos de entendimiento y liberan los medios necesarios para la cooperaci¨®n al desarrollo y, por tanto, para un mayor acercamiento entre Norte y Sur del continente americano. En este di¨¢logo interamericano de nuevo enfoque, la Comunidad Europea, y Espa?a dentro de ella, debe aspirar a desempe?ar un papel significativo que sea germen de lo que en su d¨ªa tendr¨ªa que ser la pol¨ªtica exterior comunitaria hacia Am¨¦rica Latina.
es eurodiputada del CDS y miembro de la Delegaci¨®n del Parlamento Europeo para Am¨¦rica Central.
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