El Juicio del siglo
El proceso por malversaci¨®n contra el ex presidente de Guinness conmociona la City de Londres
Es el juicio del siglo en la City de Londres. El de la codicia y la ambici¨®n. El de quienes dicen: "Un hombre de mi posici¨®n y mi fortuna hace lo que le da la gana". Ricos y famosos acostumbrados a compartir las sonrisas de la familia real se juegan el acabar en las p¨²tridas c¨¢rceles brit¨¢nicas. Cuatro conocidos financieros londinenses se sientan en el banquillo acusados de: robo y fraude en la operaci¨®n por la que el grupo Guinness se hizo con el control de Distiller y pas¨® a convertirse en uno de los grandes consorcios mundiales e el sector de las bebidas.
El caso "no es particularmente complejo", ha dicho, tranquilizador, el fiscal, John Chadwick, a un jurado de 12 legos confinado a atender una vista que no es probable que concluya hasta bien entrado el verano. El jurado tendr¨¢ que familiarizarse a la fuerza con la jerga financiera, con las referencias a cuentas bancarias en para¨ªsos fiscales, con nombres de bancos desconocidos y con toda la pelusa que envuelve el mundo de las finanzas internacionales.Lo que tendr¨¢ que decidir es si Ernest Saunders, de 54 a?os, tuvo conocimiento y dio su aprobaci¨®n a la operaci¨®n clandestina de elevar artificialmente el precio de las acciones de Guinness cuando la compa?¨ªa de la que ¨¦l era presidente y consejero delegado se lanz¨® a por Distillers, en abril de 1986. Guinness hizo una oferta en acciones por su empresa y, con la cotizaci¨®n presuntamente inducida con malas artes, Saunders consigui¨® elevar el precio de cada acci¨®n desde los 281 hasta los 353; peniques y derrotar la opci¨®n presentada por Argyll, un grupo alimenticio rival. La toma de Distillers supuso 2.700 millones de libras, todo un r¨¦cord en su momento.
Lo que est¨¢ en juego es determinar responsabilidades por los 25 millones de libras abonados .por una Guinness baje, la direcci¨®n de Saunders a una serie de personajes en concepto de servicios especiales -en realidad, por invertir no menos de 200 millones de libras en la compra de acciones de la compa?¨ªa en la fase final de la puja por Distillers con el prop¨®sito de inflar el valor del ofertante-, algo que no es ilegal a no ser que la sociedad comprometa su propio dinero para proteger al comprador contra even.tuales p¨¦rdidas.
Por encima de la ley
El fiscal alega que Saunders, ansioso de poder y obsesionado con dirigir un grupo de proporciones globales, estuvo en el centro de -toda la operaci¨®n ilegal de apoyar la cotizaci¨®n de Guinness, y que quienes ahora se sientan con ¨¦l en el banquillo sab¨ªan lo que hac¨ªan. "Eran hombres codiciosos y arrogantes que pensaban que estaban por encima de la ley", sostiene Chadwick.
Gerald Ronson -cabeza de Heron, una de las primeras firmas privadas del pa¨ªs y una de las m¨¢s grandes fortunas personales brit¨¢nicas- recibi¨® 5,8 millones (le libras por su participaci¨®n en el plan: el pico, para compensarle de la p¨¦rdida de valor de las acciones cuando vendi¨®, una vez consumada la OPA, y los cinco millones, como prima de ¨¦xito acordada personalmente con Saunders. Anthony Pames, un agente burs¨¢til de 45 a?os que busc¨® socios a Saunders, y sir Jack Lyons, un financiero septuagenario conocido por sus obras sociales que tambi¨¦n atrajo inversores al proyecto, en el que ¨¦l mismo perdi¨® 300.000 libras que luego se hizo liquidar debidamente por Guinness, se repartieron otros tres millones cada uno abonados en cuentas suizas a nombre de compa?¨ªas radicadas en para¨ªsos fiscales.
Son los cuatro acusados en la primera fase del juicio, que se ha dividido en dos para hacerlo manejable. La segunda parte comenzar¨¢ en octubre, con otros tres nuevos nombres -los de lord Spens, Roger Seelig y David Mayhew- a unir al del omnipresente Saunders. Incluso hay un potencial culpable, un abogado norteamericano que fue directivo de Guinness y acaba de verse obligado a devolver 5,2 millones de libras, sobre el que pende una orden de extradici¨®n.
La acusaci¨®n sostiene sus argumentos sobre las confesiones de Olivier Roux, un antiguo director financiero de Guinness conocedor de todas las operaciones presuntamente flegales de Saunders. La fiscal¨ªa ha ofrecido inmunidad a Roux por su colaboraci¨®n, tachada de "sarta de mentiras para salvar su propio pellejo" por el abogado del principal acusado.
La gran novedad del caso es ver en el banquillo a grandes pr¨ªncipes de la City londinense, a hombres que, como Saunders, contaron con la presencia de la reina y del duque de Edimburgo en actos patrocinados por su compa?¨ªa, o que, como Ronson, bromearon con la princesa Ana en un acto social a las pocas horas de prestar declaraci¨®n ante la polic¨ªa por presunto delito de fraude multim¨ªllon ario.
El centro del juicio, no obstante, lo constituye Saunders, que pas¨® de ganar 370.000 libras al a?o (unos 65 millones de pesetas al cambio actual) y viajar en Rolis-Royce a la cola del paro y el metro. Saunders -alto, delgado, con cabeza patricia y prominente calva, en libertad bajo fianza de 500.000 libras, lo mismo que los otros acusados- es el m¨¢s relajado de los cuatro ocupantes del banquillo y se dice v¨ªctima de una confabulaci¨®n que piensa desmontar. Guinness, mientras, con una direcci¨®n ajena a todo el esc¨¢ndalo, avanza viento en popa con el poder¨ªo que le insufl¨® Saunders.
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