Tientah¨¦roes
En vista de la persistente actualidad de ciertos asuntos fraternales, quiz¨¢ sea ¨²til recordar este texto de El¨ªas Canetti, que transcribo: "El Tientali¨¦roes merodea en tomo a los monumentos y tira de sus pantalones a los h¨¦roes. Sean de piedra o de bronce, en sus manos cobran vida. Muchos se alzan en zonas transitadas y es mejor dejarlos. Pero los de los parques le vienen de maravilla. Merodea un rato alrededor o acecha entre los arbustos. Cuando el ¨²ltimo visitante ha desaparecido, salta de su escondite, trepa con habilidad hasta el pedestal y se instala junto al h¨¦roe. Se queda inm¨®vil un instante y cobra ¨¢nimos. Es muy respetuoso y no act¨²a de inmediato. Piensa tambi¨¦n por d¨®nde le ser¨ªa m¨¢s c¨®modo. No basta con poner la mano en una curva, hay que tener algo entre los dedos, de lo contrario no podr¨ªa tirar: necesita alg¨²n pliegue. Cuando agarra alguno no lo suelta en mucho rato, es como si lo tuviera entre los dientes. Siente c¨®mo la grandeza va invadi¨¦ndole y se estremece. Ah¨ª descubre su verdadero ser y sus m¨²ltiples capacidades. Ah¨ª vuelve a propon¨¦rselo todo, tira firmemente y pronto rebosa energ¨ªa; ma?ana empezar¨¢ de nuevo. El Tientah¨¦roes no sigue trepando, ser¨ªa indecoroso. Podr¨ªa saltar hasta el hombro de piedra y susurrar algo al o¨ªdo del h¨¦roe. Podr¨ªa tirarle de la oreja y reprocharle muchas cosas. Pero eso ser¨ªa el colmo de la infamia. Se conforma con el modesto lugar que le corresponde y no suelta los pliegues del pantal¨®n. Pero si persevera, si no desperdicia ni una noche y tira cada vez con mayor fuerza, llegar¨¢ un d¨ªa, un d¨ªa luminoso, en el que suba de un poderoso salto y, con sorna y ante todo el mundo, le escupa al h¨¦roe en la cara"-
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