La incomparable Berganza

Actuaci¨®n de Teresa Berganza el s¨¢bado en el teatro de la Zarzuela ha tenido verdade ro car¨¢cter de homenaje. A los interminables aplausos, a los bravos, gritos y piropos, se unieron hasta nueve propinas que prolongaron notablemente el programa. Hubo calor y entusiasmo por parte de un p¨²blico parcialmente distinto al habitual del abono oper¨ªstico. Y hubo esa extraordinaria comunicaci¨®n que Teresa establece con el p¨²blico, hecha de arte exigente y de simpat¨ªa.La verdad es que la Teresa Berganza oper¨ªstica es muy poco conocida en Madrid. Recordaba el programa que ya hace m¨¢s de un cuarto de siglo que Teresa cant¨® la Cenerentola en la Zarzuela; despu¨¦s, una versi¨®n de concierto de La clemencia de Tito, hace 13 a?os. El resto han sido diversos recitales capaces de mantener el fuego sagrado en torno a la cantante madrile?a, pero no de compensar el desconocimiento, en su tierra, de su Alcina sus diversos Mozart, su Dido y Eneas, su Italiana en Argel, sus Monteverdi, su Carmen o su Dulcinea de Massenet, que le ha, valido grandes triunfos.

Una de las razones que explican la ausencia oper¨ªstica de Teresa en Madrid la resume ?lvaro Mar¨ªas en muy pocas palabras: su af¨¢n de perfecci¨®n. De otras motivaciones vaya usted a saber d¨®nde se encuentran y los porqu¨¦s. Esta vez Berganza nos dio algunas de sus creaciones, pues as¨ª hay que calificar la versi¨®n que, desde jovenc¨ªsima, hace Berganza de las Castellanas de Guridi, las Tonadillas de Granados y los Madrigales de Rodrigo. Dar con el tono justo de casticismo y elegancia, de majeza y universalidad, de cosa natural y alta escuela, constituye un gran triunfo de Teresa.

La segunda parte tuvimos a Rossini en la cantata Giovanna d'Arco, escrita para voz y piano en 1832, y el tr¨ªptico La regata veneciana (1857), que pertenece a los denominados por su autor "p¨¦ch¨¦s de vieillese". En fin, una tercera parte de solicitadas propinas: Cenerentola, Tancredo, Carmen, La perrichola, Respighi, Gim¨¦nez, Falla y Chueca. Un verdadero alboroto que sum¨® muchos minutos de aplausos, llen¨® la escena de flores y revalid¨® el enamoramiento que nuestro p¨²blico -como el de fuera- siente por esta artista absolutamente singular, a la que puede aplicarse con toda exactitud el t¨¦rmino de incomparable. El pianista Alvarez Parejo colabor¨®, como es habitual en ¨¦l, excelentemente.