Tres y no dos
UNA O dos veces al a?o, cuando los ministros de Exteriores del Reino Unido y de Espa?a se re¨²nen para hablar del anacr¨®nico asunto de Gibraltar, se recuerda a los espa?oles que existe un problema que ofende a la integridad del territorio y a la esencia del progreso de Europa. Naturalmente se hace responsable de todo ello a la perfidia brit¨¢nica. Se empieza por la incongruencia de insistir en que los interlocutores en el tema de la descolonizaci¨®n de Gibraltar son solamente dos, Madrid y Londres. No es cierto. En realidad, son tres. Pero la generosa invitaci¨®n que se hace al ministro principal de Gibraltar para que asista a las reuniones es un disfraz con el que simular que se hace caso de sus pretensiones.A nadie debe ocultarse que el retorno de Gibraltar a la soberan¨ªa espa?ola, pese a que debe ser negociado con Londres, depende fundamentalmente de que los gibraltare?os acepten el retorno. En esto se basa la tesis brit¨¢nica. Enti¨¦ndase que no hablamos de autodeterminaci¨®n o de independencia, puesto que el Tratado de Utrecht no las contempla; hablamos de devoluci¨®n de soberan¨ªa, la fijaci¨®n de cuyos l¨ªmites depende exclusivamente de la administraci¨®n colonial.
Otra cosa bien distinta es que entre Madrid y Londres existan contenciosos bilaterales relativos a Gibraltar y que corresponda al Gobierno brit¨¢nico darles soluci¨®n. Si en la colonia se blanquea dinero procedente del narcotr¨¢fico y existen pruebas de ello, Londres debe actuar policialmente para reprimir el delito. Si el primer ministro gibraltare?o, Bossano, se niega a que se apliquen las disposiciones del acuerdo comunitario sobre liberalizaci¨®n del tr¨¢fico a¨¦reo firmado por Espa?a y el Reino Unido, debe recordarse a Londres que no se suelen firmar compromisos que luego no pueden o no quieren cumplirse. Igualmente ocurre con la conversi¨®n de la colonia en un para¨ªso fiscal: si no le corresponde serlo porque con ello se infringe la reglamentaci¨®n de la CE, toca a Londres impedirlo y a las autoridades espa?olas exigir que lo haga.
Por lo que se refiere al hecho en s¨ª de la recuperaci¨®n de la soberan¨ªa, la estrategia espa?ola debe basarse en lograr un cambio en la actitud de los gibraltare?os. Ha de ser, por tanto, una pol¨ªtica a largo plazo. Pensar en imponer a los ciudadanos de la Roca la retrocesi¨®n de la soberan¨ªa es tan absurdo como asumir que tienen la obligaci¨®n de convencerse por s¨ª solos de las excelsas ventajas de integrarse en Espa?a; somos los espa?oles quienes debemos convencerles de ello, aceptando adem¨¢s que, cuando suceda, los gibraltare?os ser¨¢n espa?oles en la medida en que conserven su propia identidad.
Dicho todo lo cual, s¨®lo existe un camino para la integraci¨®n de Gibraltar en Espa?a: la percepci¨®n por parte de sus habitantes de las ventajas de todo orden que ello implicar¨ªa. Es excelente que se hayan instalado delegaciones de los principales bancos espa?oles, que hayan empezado a funcionar despachos espa?oles de abogados, que se abran las fronteras con absoluta generosidad y que se practique una inteligente pol¨ªtica de concesi¨®n de becas e intercambios culturales. Ser¨ªa importante que se invitara a Joe Bossano a visitar Madrid y que se hablara civilizadamente con ¨¦l. Nadie le va a convencer en los primeros cinco minutos, pero no por ello deber¨¢ ser expulsado a las tinieblas exteriores. Hay que evitar que esta disputa de origen hist¨®rico se convierta, como suele suceder, en caldo de cultivo para la demagogia m¨¢s zafia.
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