Conservar la memoria
Desde hace unos d¨ªas vengo leyendo, inquieta, las p¨¢ginas culturales de los peri¨®dicos referentes a las cartas que, de Simone de Beauvoir, acaba de editar Gallimard. Algunos de los que escriben al respecto emiten juicios, t¨¢citos o expresos, que sobre la base de la vida moral y sexual de la autora desacreditan su obra, bien es verdad que en muchos casos tales opiniones son ignorantes o inexactas y, en cualquier caso, reaccionarias. He de reconocer que en nuestro pa¨ªs ha habido respuestas de algunas mujeres, intelectuales, casi todas escritoras espa?olas, destinadas a salvar lo poco que de la buena imagen de la francesa est¨¢ quedando.Es curioso, pero parec¨ªa que el pa¨ªs hab¨ªa cambiado de talante y que los que de alguna forma ocup¨¢bamos los espacios intelectuales desde el cambio ¨¦ramos gente tolerante y progresista, incluso los que ven¨ªan escorados por la derecha de la mano de la revoluci¨®n cultural de un posliberalismo moderno. Parec¨ªa tambi¨¦n que era consensuada una visi¨®n de la vida y de la existencia, amplia y conocedora de la propia complejidad del ser humano. Entre otras cosas, porque muchos creemos en el avance de la ciencia y en el desarrollo del conocimiento y de la cultura humanos. Vana esperanza.
La reflexi¨®n es algo d¨¦mod¨¦ en los tiempos que corren. A pesar de ello, m¨¢s por voluntarismo personal que por la creencia de que las cosas pueden ser modificadas, creo necesario hacer algunas puntualizaciones al respecto que tienen que ver con valores que, para las mujeres de mi generaci¨®n, arrancan de la obra de Beauvoir.
En primer lugar, que la vida y la obra de la autora hicieron cre¨ªble a las mujeres la capacidad de permeabilidad al cambio de un sistema, tradicionalmente masculino, en lo que respecta al reconocimiento de los valores intelectuales de ellas mismas. Muchos pensamos que la obra de Simone hubiera caminado por s¨ª sola sin la necesidad de Sartre, aunque, naturalmente, reconocemos con placer que la combinaci¨®n de ambos fue perfecta. Es cierto tambi¨¦n que muchos aprendimos a disfrutar de una copa de vino o de un caf¨¦ a la ca¨ªda de la tarde, en toda su ingenuidad y belleza vital y dentro de una distinta interpretaci¨®n de lo cotidiano, como algo capaz de sustraernos de la depresi¨®n para colocarnos en la comprensi¨®n o, cuando menos, en la compasi¨®n, gracias a la obra de Simone. Otras tuvimos ocasi¨®n de enamorarnos de los hombres de nuestro entorno o de fuera y de construir un universo de pareja intelectualizado y cr¨ªtico, capaz de servir al desarrollo personal y profesional del otro, gracias al mensaje transmitido por Sartre y Beauvoir. Las mujeres y los hombres, las personas, fuimos capaces de desmitificar una imagen de la pareja y de la familia que en muchos casos hab¨ªa sido hasta entonces castradora y metaf¨ªsica, sobre todo para las mujeres.
Solas y acompa?adas
En el mismo orden de cosas, y tambi¨¦n de manera inequ¨ªvoca de la mano del testimonio Beauvoir-Sartre, fuimos conscientes de que pod¨ªamos negarnos a la maternidad sin temor a la condena eterna, as¨ª como de que el aborto pod¨ªa dejarnos menos entristecidas y marcadas, y tambi¨¦n parimos hijos con entera satisf¨¢cci¨®n y placer creador, aun conscientes de las propias limitaciones de la existencia. Fue posible dejar de identificar honestidad con virginidad en aras de definir la libertad sexual como un camino hacia una felicidad posible. Pudimos no arrastrarnos celosas a los pies de nuestros amantes en el momento del abandono, pensando que la vida es muy larga. Nos afirmamos en nuestros adornos y no renunciamos a nuestra posible belleza por contradicci¨®n con los valores intelectuales que quer¨ªamos representar, y, en este sentido, nos colocamos turbantes bell¨ªsimos en el pelo y nos cuidamos el aspecto externo en la certeza de que lo bello tiene que ser necesariamente bueno.
Cre¨ªmos en la continuidad de la cultura y en el compromiso del intelectual con los valores de la democracia, la justicia y la liberaci¨®n del ser humano... Podr¨ªa seguir todav¨ªa unos folios m¨¢s enumerando situaciones que heredarnos de la ideolog¨ªa testimonial de la francesa, pero, en cualquier caso, podr¨ªan resumirse en la adquisici¨®n de la conciencia de una posible subversi¨®n de valores que iba a contribuir al mejoramiento de las relaciones humanas y entre los sexos, y de la que nosotras ¨ªbamos a ser, desde luego, paritariamente protagonistas con el hombre, nuestro compa?ero.
Los psicoanalistas dicen que la toma de conciencia de las mujeres ha alterado la pareja tradicional. Dicen tambi¨¦n que son las mujeres las que m¨¢s decididas est¨¢n a luchar por su felicidad. En el ¨ªnterin, muchos de nuestros compa?eros cuentan, perplejos, en el div¨¢n c¨®mo les est¨¢n privando de una identidad tradicional los cambios en el comportamiento de sus parejas, que abarcan desde el plano sexual hasta la distribuci¨®n de papeles familiares, desde el ¨¢mbito profesional hasta la decisi¨®n del n¨²mero decreciente de hijos.
Dicen los soci¨®logos que las mujeres estamos acelerando el cambio en las relaciones familiares y profesionales. Si muchos de estos aspectos tienen que ver con el proceso de desarrollo racional de, la cultura, la ola de conservadurismo que ya nos est¨¢ rozando los pies debe tener, por contrapartida, relaci¨®n con muchas de las sesgadas y malintencionadas informaciones que de las gentes que nos ense?aron progreso y libertad se est¨¢n difundiendo. Forma parte de un programa di¨¢fano de tesis-ant¨ªtesis-s¨ªntesis. Por eso creo necesario titular estas letras de. emergencia en la m¨¢s preciosa y genuina direcci¨®n de la que fue en su d¨ªa una adelantada int¨¦rprete de la lucha progresista por la consecuci¨®n de la fidelidad y la autenticidad humanas. Conservemos, pues, la memoria, que el destrozo vendr¨¢ siempre por a?adidura.
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