Una escultura al borde del acantilado
La obra monumental de Eduardo Chillida en Gij¨®n desata una amplia pol¨¦mica en la ciudad
La escultura El elogio del horizonte, la ¨²ltima obra de Eduardo Chillida, es, en opini¨®n de su autor, "una respuesta del hombre al horizonte, un di¨¢logo". Instalada al borde del acantilado, en el cerro de Santa Catalina, un promontorio del litoral gijon¨¦s frente al que ya han naufragado varios buques, la obra, construida en hormig¨®n, no ha sucumbido ni al temporal que ha azotado con grandes quebrantos las costas del norte en las ¨²ltimas semanas ni a las agresiones de que ha sido objeto la escultura desde su instalaci¨®n.
La obra tampoco ha sucumbido a la viva pol¨¦mica que ha suscitado su coste (100 millones de pesetas) en una ciudad que vive a¨²n los rescoldos de una reciente reconversi¨®n industrial. Chillida dispuso desde un principio que ¨¦sta era una escultura que habr¨ªa de sobreponerse a los elementos, a quienes el autor ha concedido el privilegio de rematar su obra: "La escultura est¨¢ ya t¨¦cnicamente terminada", ha dicho el artista. "Ahora s¨®lo falta que el mar y el viento la concluyan".Para Chillida (San Sebasti¨¢n, 1924), premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Artes en 1987 y uno de los m¨¢s importantes y prestigiosos artistas espa?oles, El elogio del horizonte pretende ser "un microespacio frente al horizonte en el que el hombre pueda encontrar un lugar a su medida". Cuentan que el m¨²sico Luis de Pablo advirti¨® el sentido de la obra nada m¨¢s que tuvo ocasi¨®n de conocer su maqueta. De Pablo vislumbr¨® ya entonces que era la parte central de la escultura, tal y como era el prop¨®sito del artista, la que le daba su verdadero sentido, all¨ª donde realmente se verifica el di¨¢logo sostenido entre el hombre y el horizonte, y que Chillida ha querido inmortalizar frente al mar Cant¨¢brico, en un paisaje de "olas, gaviotas y lluvia".
La obra (200 metros c¨²bicos de hormig¨®n, 10 metros de altura, 15,5 de largo, 12,5 de ancho y 1,40 metros de espesor, y una estructura semiel¨¦ctrica que recuerdan por igual la cavidad "craneal y la del paladar, el eje de la mirada y la b¨®veda celeste") se ha construido no casualmente al borde del acantilado. "Soy un especialista en l¨ªmites", ha confesado Chillida en Gij¨®n, "y este es el l¨ªmite entre el mar y la tierra".
Todo apunta a que la obra ha sido concebida a sabiendas de que iba a ser combatida. De ah¨ª que Chillida utilizara s¨ªmiles box¨ªsticos, mucho antes de que arreciaran las cr¨ªticas, para referirse a la necesaria maduraci¨®n de la obra. "Estas obras tienen que ser como los boxeadores, no s¨®lo basta con que peguen, tienen tambi¨¦n que encajar". Las cr¨ªticas surgieron en los mentideros locales y han acabado materializ¨¢ndose en pintadas de gran tama?o y amplitud.
Pintadas
Las siglas del partido extraparlamentario Unidad Nacionalista Asturias (UNA) hab¨ªan, aparecido firmando un grafito de protesta y de desd¨¦n: "Aqu¨ª yacen 100 millones del pueblu de Xix¨®n". Unidad Nacionalista desminti¨® luego la paternidad de la inscripci¨®n, pero semanas m¨¢s tarde un grupo de j¨®venes integrantes del colectivo Xorrez, tambi¨¦n nacionalista, protagonizaron el agraviante ritual de apedrear la escultura y mear posteriormente el hormig¨®n con el ¨²nico fin de denunciar, dijeron, el "excesivo presupuesto destinado a esta obra, que no representa los intereses de la ciudad" y a la que los j¨®venes de Xorrez no reconocen m¨¢s virtual m¨¦rito que el de "ser un lugar muy adecuado para poder verter aguas menores cuando sopla el noreste".
Hace 10 d¨ªas, la obra apareci¨® con cuatro nuevos grafitos de similar factura ("Chillida, Xix¨®n ?te ama?', "Polic¨ªa, temblai", "Ja, ja, ja" y "Perdonai, ?pero esto ye arte?"), realizados horas despu¨¦s de que el Ayuntamiento hubiera procedido a la limpieza de las anteriores pintadas. Chillida hab¨ªa alertado desde un principio a las autoridades de que los aerosoles mancillaran con mensajes diversos la superficie de la obra, pero la semana pasada el artista, que inspeccion¨® la escultura en compa?¨ªa de su esposa, opt¨® por desaconsejar cualquier tratamiento qu¨ªmico o barnizado antigrafitos. "Un tratamiento de este tipo podr¨ªa torcer el destino del material y no dejarlo envejecer, que es lo que yo quiero. Ocurre con las pintadas lo que con las heridas o el roto en una chaqueta: hay que limpiarlas, y ya est¨¢. Incluso con las pintadas, la obra no pierde su esp¨ªritu. Los grafitos son un accidente que forma parte de la obra. El tiempo lo borra todo".
El escultor recuerda que El peine del viento hab¨ªa sido objeto en su d¨ªa de pintadas y pol¨¦micas similares, pero agrega que ahora, al cabo de los a?os, "cuando voy a San Sebasti¨¢n no saben c¨®mo agradecerme la obra".
La pol¨¦mica no se ha apagado, y, d¨ªas atr¨¢s, la oposici¨®n en el Ayuntamiento de Gij¨®n no acept¨® que el logotipo del municipio para el pr¨®ximo verano lo protagonice, como pretend¨ªa el grupo socialista, la obra de Clilllida, a la que no se le reconoce por otros grupos pol¨ªticos municipales suficiente capacidad emblem¨¢tica para ejemplarizar la singularidad de la ciudad.
Elogios
Frente a las cr¨ªticas ciudadanas, El elogio del horizonte, a la que ya se la concept¨²a como la obracumbre del autor, no ha hecho m¨¢s que despertar elogios de admiraci¨®n en medios art¨ªsticos. El poeta Jos¨¦ Hierro ha comentado que en el interior de la estructura "se oye el viento y el mar"; el pintor Eduardo ?rculo manifest¨® el viernes en Oviedo que El elogio... act¨²a como un gigantesco auricular que acrecienta el sonido del oleaje.
Chillida, que se ha definido en Asturias, a prop¨®sito de su ¨²ltima creaci¨®n, como "alumno del mar y amigo del hormig¨®n", considera El elogio del horizonte como "una obra abierta, que se presta a todas las interpretaciones que se la quieran dar", y quiz¨¢ por ello ha exigido que el entorno que la rodea en su privilegiado emplazamiento (frente al oc¨¦ano, y en una atalaya sobre la bah¨ªa gijonesa) est¨¦ libre de cualquier a?adido en aras de que el lugar resulte lo m¨¢s natural pos?ble. Con esta intenci¨®n ha ordenado retirar del lugar bancos y otro mobiliario urbano, y ha solicitado a los servicios municipales que no se tracen senderos en el c¨¦sped para permitir el acceso hasta la escultura. El artista prefiere, por el contrario, que sean los m¨²ltiples visitantes quienes pisen la hierba y abran, con sus pasos espont¨¢neos, las muy distintas sendas y maneras posibles de acercarse a su obra.
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