La conversi¨®n de Craxi
El l¨ªder socialista italiano se acerca a los comunistas, en proceso de refundaci¨®n de su partido, sin romper con la Democracia Cristiana
El secretario del Partido Socialista Italiano (PSI), Bettino Craxi, ha entrado de lleno en el debate entre comunistas viejos y nuevos. Como se hab¨ªa intuido desde el primer momento, dio un giro radical en su postura negativa frente al Partido Comunista Italiano (PCI), aprovechando el hist¨®rico 19? congreso de este partido, en el que se plante¨® su disoluci¨®n, para renacer como una fuerza democr¨¢tica y progresista, nueva y poscomunista.
Y lo ha querido hacer con gestos bien ostensibles. Ha seguido de cerca, presente en la sala, la lectura de las tres mociones presentadas, ha enviado cartas afectuosas a sus l¨ªderes, ha recordado ante la television que ¨¦l hab¨ªa estudiado con Occhetto en la misma universidad, en Mil¨¢n. Y ha bromeado diciendo que la cosa nueva que debe nacer del viejo PCI no se puede aun "bautizar", porque no se sabe si va a ser ni?o, ni?a, o si incluso ser¨¢n "gemelos".A su gran adversario pol¨ªtico hasta la v¨ªspera del congreso comunista de Bolonia, Achille Occhetto, Craxi le ha reconocido que "ha introducido un elemento de reflexi¨®n" que a su juicio es "como un empe?o en pro de una mayor clarificaci¨®n". Los observadores, sorprendidos frente a la conversi¨®n -no se sabe a¨²n si t¨¢ctica o estrat¨¦gica- del l¨ªder socialista, han comentado con humor que se Ie podr¨ªa ya considerar como el secretario en la sombra del PCI.
En realidad, la postura del gato Craxi, hombre impulsivo pero inteligente, visceral pero con la pol¨ªtica en la sangre, frente al elefante comunista -de quien siempre ha so?ado recoger sus despojos para crear finalmente una amplia fuerza socialista en Italia, como en Espa?a o en Francia-, ha pasado fases alternas. Cuando el l¨ªder socialista consigui¨® sacar al viejo partido de Pietro Nenni de sus complejos de inferioridad frente al hermano mayor comunista -realizando la autonom¨ªa del PSI, al que cambi¨® hasta sus s¨ªmbolos- estaba convencido de que en poco tiempo el desequilibrio entre las dos almas de la izquierda italiana se iba a inclinar. Y sinti¨® la sensaci¨®n y el gusto del triunfo sobre todo cuando lleg¨® a la presidencia del Gobierno italiano, en la que permaneci¨® cuatro a?os.
Pero cada vez las distintas elecciones le fueron dejando con un sabor amargo en la boca, porque el crecimiento socialista era desesperadamente lento mientras que el PCI no se acaba de desmoronar, como ¨¦l habla previsto o so?ado. Por eso, un d¨ªa, Craxi, de sangre sicillana, fue a confiarse con el recientemente desaparecido escritor, ex diputado y fustigador de la Mafia, Leonardo Sciascia, con quien le un¨ªa la pasi¨®n por Garibaldi.
Craxi le confi¨® que el tiempo pasaba, que la DC era un freno para que las fuerzas socialistas y laicas pudieran plantear una alternativa progresista como en otros pa¨ªses de Europa. Y que ¨¦l ten¨ªa s¨®lo dos salidas: prepararse para llegar a la jefatura del Estado, pero despu¨¦s de haber conseguido el paso a una Rep¨²blica presidencialista, o bien ponerse al frente de un Gobierno de todas las fuerzas de izquierda y progresistas. Pero que para ello necesitaba que el PCI cambiase de actitud radicalmente.El ¨²ltimo trenAhora, Craxi -que se ve afectado por un problema de coraz¨®n y que sufre de una diabetes muy fuerte- ha intuido que si el PCI cambia en la l¨ªnea de Occhetto, podr¨ªa ser el nuevo partido comunista y no ¨¦l quien guiara las fuerzas alternativas a la Democracia Cristiana. Y ha querido, sin perder tiempo, tender la mano a Occhetto para no perder el ¨²ltimo tren.
La Democracia Cristiana se da dado cuenta enseguida del principio de conversi¨®n de su viejo aliado y le ha transmitido sus quejas: "Hemos entendido", le han dicho, "que est¨¢s tramando, con tu improvisado idilio con Occhetto, mandarnos a la oposicion".
Pero Craxi no es alguien que se deje sorprender f¨¢cilmente, y ahora, iniciada la posguerra con el PCI, espera las consecuencias del congreso comunista reunido en Bolonia. Y sin apearse del todo del tren de la Democracia Cristiana, con la que comparte el Gobierno de Italia, ha sacado ya, por si acaso, una reserva para el nuevo ferrocarril que est¨¢n construyendo los comunistas.
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