Carta a mi amigo
Ya ves, querido amigo, que por primera vez me decido a tutearte. Y ser¨¢ la ¨²ltima. S¨¦ que te reir¨¢s cuando leas esta carta, haciendo gala de tu innato sentido del humor, pero no puedo evitarlo y me dejo arrastrar por el tremendo dolor que me ha causado tu muerte.Hoy he visto florar a los personajes del estudio, les he o¨ªdo llorar en silencio para disimular su desconsuelo. Se miraban desconcertados, buscando tu retrato en las paredes para no perder tu imagen.
La otra tarde, cuando nos sentamos juntos a charlar de tu mundo, tuve la esperanza de que ese coraz¨®n, viejo y desgastado, te permitiera vivir m¨¢s tiempo. Pero fue un deseo imposible. Al menos tengo el consuelo de haberte visto re¨ªr por ¨²ltima vez junto al precioso retrato de tu madre, a la que tanto admirabas.Sabes mejor que nadie que las im¨¢genes quedan grabadas en la memoria como si fueran golpes de cincel, por eso recuerdo tus ojos vivos, tu sonrisa despierta y tu caminar ¨¢gil y cauteloso, aprendido en los a?o de juventud.
Juan Miguel S¨¢nchez Vigil es autor del libro Alfonso
Fotograf¨ªas de la historia (Editorial Edelvives) y de una biograf¨ªa del fot¨®grafo que pr¨®ximamente ser¨¢ publicada en Espasa-Calne.
Hay momentos en los que uno se siente extra?o y no sabe el porqu¨¦. Luego pasan las horas 31 nos llega la noticia de un suceso que hemos so?ado vivir infinidad de ocasiones. Esta ma?ana he abierto los ojos y sin quererlo he pensado en ti, en esos instantes eternamente maravillosos en los que me presentaste al Caballero Audaz, al Duende de la Colegiata, a tu maestro de esgrima, a Garc¨ªa Lorca, Unamuno, Valle-Incl¨¢n, G¨®mez de la Serna, Azor¨ªn, Baroja, Abd-El-Krim. y tantos otros personajes que duermen atrapados en las placas (le cristal donde se hicieron inmortales.
Cierro los ojos y te veo calle arriba, en el contraluz matinal de la Gran V¨ªa, ataviado con tu inseparable capa, embozado el gesto hasta los ojos y dispuesto a encerrarte en el estudio para descubrir los misterios de otras almas que tambi¨¦n sucumbieron al tiempo.
Todav¨ªa habr¨¢ quien se sorprenda. Se preguntar¨¢n una y mil veces si el fot¨®grafo de la noticia es el mismo que tantas veces les infundi¨® ¨¢nimo con su presencia, su decir alegre y su verbo mordaz y f¨¢cil. Ya no hay error posible, has abierto el obturador de la c¨¢mara y has realizado tu ¨²ltimo retrato. Si Dios existe, en este momento estar¨¢s revelando su imagen.
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