Los 'contra' tienen miedo
Los 10.000 soldados del ej¨¦rcito de la Resistencia Nicarag¨¹ense se preparan para volver a casa
ANTONIO CA?O ENVIADO ESPECIAL, En una rala explanada del bosque de Yamales, al sur de Honduras, a menos de 30 kil¨®metros de Nicaragua, 2.500 soldados del ej¨¦rcito de la Resistencia Nicarag¨¹ense (RN) est¨¢n reunidos con sus comandantes esta ma?ana del jueves 8 de marzo para discutir su futuro despu¨¦s de las elecciones celebradas en su pa¨ªs. Con prudencia, con algunas condiciones imposibles y cierta desorientaci¨®n, los jefes comienzan a extender entre su tropa la idea de que pronto habr¨¢ que desmontar las tiendas y buscarse cada cual la vida al otro lado de la frontera.
El campamento de Yamales es un hormiguero en el desierto. O tal vez una de esas ciudades primitivas y fr¨ªas surgidas de la imaginaci¨®n cinematogr¨¢fica en pel¨ªculas como Blade Runner. Despu¨¦s de kil¨®metros por un camino infernal, sin m¨¢s signos de vida que alg¨²n modesto recolector de caf¨¦, la contra ha levantado, en medio de monta?as habitadas por p¨¢jaros carro?eros, una fortaleza de la que ahora le da miedo salir.Quieren garant¨ªas de que no los van a matar al regresar a Nicaragua, de que van a encontrar una forma de ganarse el pan, y necesitan tambi¨¦n un m¨ªnimo convencimiento de que lo que han hecho durante estos 10 a?os ha servido para algo. El comandante Rub¨¦n, que est¨¢ al mando del ERN desde que, sin saberse por qu¨¦, el comandante Franklin dej¨® de aparecer en p¨²blico, trata de dar confianza a sus hombres.
"Despu¨¦s de que do?a Violeta tome posesi¨®n se ver¨¢", les dice. "Lo que yo les pido es que est¨¦n preparados para regresar a Nicaragua si se da el desmantelamiento del Ej¨¦rcito sandinista, pero en este momento nadie les est¨¢ pidiendo que se desarmen". El ¨²nico dirigente civil que le queda a la Resistencia Nicarag¨¹ense (RN), Ar¨ªstides S¨¢nchez, contribuye a tranquilizar a los muchachos: "Tenemos que tener confianza en nuestros due?os, en quienes nos han tenido aqu¨ª durante todos estos a?os y no nos van a empujar ahora a Nicaragua a la fuerza".
Comida y amor
S¨¢nchez y los dem¨¢s dirigentes tienen sus casas en Miami o Washington, pero los 10.000 hombres de la contra no tienen m¨¢s que este gueto de Yamales, donde la vida transcurre ajena a los 2.000 a?os de civilizaci¨®n cristiana que la humanidad ha conocido. El rudimentarismo de la vida en Yamales es sobrecogedor: los hombres hacen la guerra, las mujeres les recompensan con comida y amor, los ni?os van creciendo en medio de una elemental l¨®gica anticomunista. Se obedece a los jefes, sean quienes sean, y se siente eterno agradecimiento por un l¨ªder superior, lejano, que env¨ªa el alimento diario.
Al mediod¨ªa y a las 16.30, todos forman fila con su plato de lat¨®n frente a las cocinas, donde recogen su arroz, sus frijoles y su tortilla de ma¨ªz. Carne s¨®lo comen, con suerte, dos veces al mes. La raci¨®n es menor cada d¨ªa, como tambi¨¦n se han suspendido los ejercicios de tiro por falta de municiones..
Todo lo que all¨ª ocurre resulta un poco an¨¢rquico: hombres que vegetan con cara de pocos amigos, helic¨®pteros que se cruzan en el cielo, caballos fam¨¦licos en plena carrera por el monte, mujeres -infatigables novias de j¨®venes soldados- que se han acercado desde Tegucigalpa en autoestop, vendedores avispado que ofrecen todo lo necesario a precios de Nueva York y sacamuelas para todos los males.
Todo ello adornado por el ir y venir constante de los extranjeros curiosos. Adem¨¢s de los periodistas, los bienvenidos miembros de la AID norteamericana -los que pagan la ayuda-, los observadores internacionales de las Naciones Unidas y algunos gringos con indumentaria militar, cicatrices en el rostro y cuchillo en el cinto que dicen pertenecer a la revista estadounidense Soldiers of Fortune (Mercenarios).
Pero los visitantes m¨¢s agradecidos son los conductores de los camiones en los que diariamente llegan los frijoles, algunos paquetes de tabaco y, con suerte, unos pares de botas nuevas. Son ¨¦pocas de vacas flacas. La ayuda norteamericana ya no da, como antes, incluso para hacer unos ahorros. Ahora se puede conseguir de todo en Yamales, pero hay que pagarlo.
Lo ¨²nico que sigue a disposici¨®n gratuita de los combatientes es el hospital. En el restaurante y el hotel hay que abonar la factura. Con lempiras hondure?os, los padres pueden tambi¨¦n conseguir vestiditos y pelotas para sus hijos, beber ron extra-seco nicarag¨¹ense o fotografiarse en el d¨ªa de su cumplea?os en el peque?o estudio del campamento. Una vez por semana reciben la asistencia religiosa de un sacerdote, pero la vida en Yamales no deja mucho sitio para Dios.
Burla y envidia
Algunas parejas viven juntas su amor sin cumplir con reglamentos divinos. "El que tiene su liga va a dormir con ¨¦l", reconoce Mar¨ªa Antonia, que duerme con Lester desde hace dos a?os y medio. Su misi¨®n es "asear las ¨¢reas", comenta Mar¨ªa Antonia, mientras all¨ª cerca, en la orilla de un r¨ªo, otra mujer asea a su compa?ero.
Alex Bellor¨ªn y Yesania viven un romance que es motivo de envidia entre las mujeres y de burla entre los hombres. ?l tiene 19 a?os, y ella, 14. Se conocieron hace nueve meses en el campamento, adonde Yesania lleg¨® hace tres a?os acompa?ando a sus dos hermanos. Los dos son de Nueva Segovia, adonde piensan regresar -"cuando ganemos la guerra"- para cultivar la porci¨®n de terreno de la familia.
"Yo no le obligo a que deje las armas, pero quiero que vayamos a ver nuestro futuro en Nicaragua", dice la preciosa ni?a nicarag¨¹ense con la firmeza de una esposa autoritaria. Sobre el camastro en el que duermen, en una casa de madera de nueve metros cuadrados, cuelgan un fusil AK-47 y una guitarra. La mayor¨ªa de los combatientes de Yamales tiene menos de 25 a?os. Salieron de Nicaragua de ni?os y les espera una dif¨ªcil adaptaci¨®n a su regreso. Casi todos huyeron junto a sus hermanos, y seg¨²n los testimonios de los propios soldados, el motivo principal de su huida era el rechazo al servicio militar obligatorio.
Son t¨ªmidos y est¨¢n educados para hablar poco y para repetir las consignas que oyen de sus jefes. El pap¨¢ del grupo es un personaje pintoresco que carga una voluminosa barriga como consecuencia de los a?os de inactividad militar. Casi ninguno de los pobladores de Yamales ha entrado en combate desde que en marzo de 1988 la contra y los sandinistas firmaron el acuerdo de alto el fuego de Sapo¨¢, pero Soel B¨²falo, de 43 a?os de edad, llevaba escurriendo el bulto desde hace m¨¢s tiempo.
Se dedica a reparar todas las m¨¢quinas de Yamales. Tiene su peculiar visi¨®n de la historia: "Los sandinistas oprim¨ªan tanto que fueron los que fomentaron esta contrarrevoluci¨®n. Uno estaba tranquilo en su casa y llegaban a reclutarlo".
La maleta, lista
B¨²falo es de San Rafael del Norte, en el departamento de Jinotega, y afirma con cierta grandilocuencia: "Tengo lista mi maleta y mi fusil para cualquier demanda que nos haga la comandancia de la Resistencia Nicarag¨¹ense".
M¨¢s modesto y educado es Donald, el hijo de Antonio L¨®pez, el que fue operador del cine Margot de Managua y que ahora trabaja en una imprenta. Donald es el periodista de la contra. Filma los discursos con su c¨¢mara Sony y toma notas para la historia. Estudi¨® en el Instituto Loyola de Managua, y, contra la voluntad de su padre, se ech¨® al monte a los 13 a?os para que no le vistieran de verde olivo. Ahora est¨¢ vestido de verde olivo, pero al menos es por su voluntad.
Algunos de los pobladores de Yamales confiesan que estuvieron en el interior de Nicaragua hace pocas semanas haciendo campa?a en favor de Violeta Chamorro. Cuando gan¨® las elecciones sonaron aqu¨ª guitarras y disparos al aire. Despu¨¦s reflexionaron sobre el dif¨ªcil futuro y cayeron en una hamletiana duda: volver o no volver.
El 'comandante Rub¨¦n' s¨®lo quiere volver
El comandante Rub¨¦n, ?scar Sabalbarro, encabeza la reuni¨®n de comandantes con su tropa en los campamentos de Yamales. Junto a ¨¦l est¨¢ todo el estado mayor de la contra, los comandantes Dimas, Jackson, Emiliano y Renato, adem¨¢s de un civil de reciente aparici¨®n, Jos¨¦ Matus, cuyo cargo es el de asesor de la Resistencia Nicarag¨¹ense (RN). El todav¨ªa jefe de este estado mayor, el comandante Franklin, no est¨¢ presente y han surgido ya especulaciones sobre su retirada. Franklin representa la l¨ªnea m¨¢s dura de la contra, mientras que a Rub¨¦n, que ha sido nombrado jefe de las negociaciones con el equipo de Violeta Chamorro, se le atribuyen posiciones m¨¢s moderadas.Rub¨¦n tiene 29 a?os y es miembro de la RN desde hace 10. Es un campesino de Jinotega que confiesa no tener otra ambici¨®n que la de regresar a su pa¨ªs. "Voy a buscar una finquita por ah¨ª para dedicarme a trabajar. Yo no voy a ir a pedirle nada al nuevo Gobierno", asegura en una conversaci¨®n con EL PA?S.
Est¨¢ soltero y tiene a sus padres y al resto de su familia junto a ¨¦l, en Honduras. Sus cinco hermanos eran miembros de la contra. Uno de ellos, el comandante Danilo, muri¨® en combate en febrero.
"Los ¨²nicos que le han agarrado gusto a quedarse aqu¨ª en Honduras son aquellos que ten¨ªan capitales, buenas comodidades econ¨®micas. Nosotros no, nosotros no tenemos nada. Todo lo que ten¨ªamos nos lo quit¨® el sandinismo".
Si hubiera podido votar en las elecciones del 25 de febrero en Nicaragua, lo hubiera hecho "por el cambio", por Do?a Violeta. "El pueblo de Nicaragua no vot¨® por un partido ni vot¨® por una persona, vot¨® por el cambio. Do?a Violeta es el s¨ªmbolo de la unidad de todos los nicaraguenses para hacerle frente al sandinismo".
La conversaci¨®n con Rub¨¦n es seguida -e interrumpida en varias ocasiones- por Matus, que, aparentemente, est¨¢ para darle forma pol¨ªtica a lo que Rub¨¦n explica con sencillez.
El comandante no ve todav¨ªa claro el futuro de la contra. "La poblaci¨®n est¨¢ temerosa de lo que haga el sandinismo y pendiente de lo que haga la Resistencia; quiero decir que, si la Resistencia se desarma, la gente se va a desconsolar".
"Se est¨¢ hablando", apostilla Matus, "de negociar la posibilidad de establecer enclaves en Nicaragua. Eso es otra salida de esto. Si eso se logra, "es probable que la RN vaya a determinadas zonas del interior de Nicaragua. Que vayamos con armas o sin armas es una negociaci¨®n que debemos hacer con el nuevo Gobierno".
La ilusi¨®n de Rub¨¦n es regresar a Nicaragua como triunfador, y su ambici¨®n es que, "cuando se hayan dado las condiciones para la entrega de las armas, las entreguemos al nuevo Gobierno, en Managua, en la plaza de la Rep¨²blica".
"Todo depende del di¨¢logo", le recuerda Matus. "Se va a agotar la v¨ªa de la negociaci¨®n para salir del conflicto por la v¨ªa pac¨ªfica".
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