Smiley ya no vive en Berl¨ªn
El antiguo escenario de canjes de esp¨ªas es hoy centro de inversiones y comercio
La Postdamer Platz, el coraz¨®n del Berl¨ªn de entreguerras y la plaza de mayor tr¨¢fico entonces en el mundo, seg¨²n presum¨ªan los berlineses, es hoy un inmenso solar. Durante 28 a?os fue la zona m¨¢s infranqueable de la franja de la muerte, con campos de minas y sus dispositivos de autodisparo, torretas de vigilancia, patrullas y perros polic¨ªa. A pocos metros de all¨ª, en 1962, un a?o despu¨¦s de la construcci¨®n del muro, mor¨ªa desangrado el joven Peter Fechter bajo la mirada impotente, del p¨²blico occidental. Hab¨ªa sido alcanzado por las balas de los vopos (polic¨ªa popular de la RDA) en su intento de huida.
Hoy, interminables caravanas de veh¨ªculos cruzan por un amplio boquete abierto en el muro no lejos del lugar de aquel tr¨¢gico hecho. Los vopos, con el mismo uniforme de los asesinos de Peter Fechter, se hallan en animada charla con sus colegas occidentales y dan paso con gesto ligero a los coches sin pedir documentaci¨®n alguna. Muchos alemanes orientales, de vuelta a sus domicilios tras hacer sus compras en el oeste, cruzan andando con bolsas repletas de pl¨¢tanos y otros art¨ªculos de lujo a¨²n dif¨ªciles de encontrar en la RDA.Nadie se acuerda ya de Fechter, nadie parece recordar ya que s¨®lo hace tres meses desde que se abrieran los primeros huecos en el muro que simboliz¨® la divisi¨®n de la naci¨®n alemana. Dos d¨ªas antes de las primeras elecciones libres, los alemanes siguen divididos entre los de aqu¨ª y, all¨ª (hier und dreben), que cada vez significa m¨¢s los que cobran en DMs, en marcos buenos, y los que lo hacen en marcos malos.
Nostalgia
"Siento cierta nostalgia de tiempos pasados. He ido estos d¨ªas a sitios donde me reun¨ªa con mis informadores, a puntos de la ciudad donde intentaba despistar a los seguidores de la Stasi [polic¨ªa pol¨ªtica], y todo est¨¢ lleno de alemanes occidentales que jam¨¢s hab¨ªan pisado la RDA y de alemanes orientales que s¨®lo hablan de lo que han comprado y visto en Berl¨ªn Oeste y la RFA", dec¨ªa ayer un veterano periodista holand¨¦s.
La vida cotidiana se ha implantado donde durante 40 a?os domin¨® el estado de excepci¨®n, que muchos consideraban perpetuo. A la alarma establecida de d¨¦cadas sigui¨® la euforia del cambio.
Berl¨ªn ha tenido el extra?o atractivo del s¨ªmbolo de la tragedia alemana y europea. Cruzar el muro era siempre hacer acto de presencia en la historia. Someterse a registros de maletas y controles de la agenda de tel¨¦fonos, ser perseguido por la polic¨ªa pol¨ªtica o lograr contactos interesantes, evitando comprometerlos, fue durante a?os una tarea dif¨ªcil pero excitante para los corresponsales.
Smiley, el protagonista de las novelas de Le Carr¨¦, se aburrir¨ªa hoy ya en Berl¨ªn. Pronto se abrir¨¢n hamburgueser¨ªas norteamericanas en los distritos de Pankow, donde resid¨ªa el gran estalinista Walter Ulbricht, y en el Prenzlauer Berg, refugio hist¨®rico de inconformistas y resistentes a la dictadura comunista; no habr¨¢ m¨¢s conspiraciones que las dedicadas a la especulaci¨®n del suele).
La Daimler Benz y la Deutsche Bank comprar¨¢n la plaza de Potsdam, y los altos ideales de la revoluci¨®n por la libertad de noviembre pasado acabar¨¢n reducidos al inter¨¦s por la nueva marca de detergente y modelo de coche. El Checkpoint Charlie, escenario de importantes canjes de esp¨ªas, incluso el puente Glienieker, junto a Potsdam, quiz¨¢ acaben siendo vendidos a alg¨²n consorcio japon¨¦s. Berl¨ªn recupera con la libertad una normalidad perdida durante muchas d¨¦cadas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.