Racismo en la Florencia de los M¨¦dici
La capital toscana, dividida sobre el trato que hay que dar a los inmigrantes africanos
La primavera ha explotado en Florencia anticipadamente y, coincidiendo con ello, se ha desencadenado sobre la hermosa ciudad de los M¨¦dici una tormenta de intolerancia y de violencia contra lo numerosos emigrantes no blancos, sobre todo marroqu¨ªes y senegaleses. Una situaci¨®n que el Parlamento Europeo acaba de condenar como racista, al igual que el 67% de los italianos, seg¨²n un sondeo del semanario L'Europeo.
El famoso rockero surafricano Johnny Clegg ha rechazado el premio Florino d'Oro, que le hab¨ªa concedido el Ayuntamiento. Ha sido una forma de protestar contra el alcalde socialista, Giorgio Morales, forzado a dimitir ante las reacciones que provoc¨® su decisi¨®n de expulsar a los ilegales y de militarizar la ciudad "para limpiarla de la delincuencia callejera".Sesenta intelectuales han firmado un manifiesto en el que se afirma que "el desaf¨ªo no puede hallar soluci¨®n en las comisar¨ªas de polic¨ªa". Pero la impresi¨®n que se tiene recorriendo la preciosa capital toscana y, hablando con sus gentes es que se ha desarrollado un c¨¢ncer que amenaza tambi¨¦n a muchas otras ciudades como Mil¨¢n, G¨¦nova, Tur¨ªn, Roma, etc¨¦tera.
M¨¢s que verdadero racismo se trata de una nueva guerra entre pobres, por un lado, y comerciantes ricos, por otro, que est¨¢n contra el pulular de miles de vendedores africanos que se sientan a las puertas de los escaparates elegantes para vender prendas de marcas falsificadas sin pagar impuestos. Y eso por no hablar de la identificaci¨®n, tantas veces gratuita e injusta, de estos pobres del Tercer Mundo con delincuentes comunes.
"No quieren trabajar, prefieren robar", asegura Anna Alessi, propietaria de una tienda de ropa femenina en el centro. "Yo, ofrec¨ª a uno de esos negros 10.000 liras (unas 1.000 pesetas) por hora para que me fregara el suelo y me respondi¨® que no hab¨ªa nacido para ser esclavo".
Marcos Boba se indigna. Se trata de un italo-argentino empleado de ferrocarriles que, junto a otros ciudadanos florentinos, desde catedr¨¢ticos de universidad a camareros, quem¨® en se?al de protesta su carn¨¦ de identidad el jueves en la hist¨®rica Piazza de la Signoria, sobre la l¨¢pida que recuerda el sacrificio en la hoguera de Savonarola por parte de la Inquisici¨®n vaticana.
El mito de la intolerancia
"En Argentina me llamaban sucio italiano y aqu¨ª sucio argentino", afirma. Y a?ade: "No se puede levantar un muro europeo para sustituir al muro de Berl¨ªn". En la plaza de San Giovanni, detr¨¢s de la fant¨¢stica catedral, frente al port¨®n del palacio arzobispal y ante la famosa y tentadora pasteler¨ªa Da Scuderi, un centenar de emigrantes africanos y estudiantes florentinos llevan seis d¨ªas ayunando en protesta por la intolerancia racista.
La situaci¨®n de estos j¨®venes, muchos de ellos ya desnutridos antes de iniciar el ayuno, se est¨¢ haciendo, cr¨ªtica, seg¨²n algunos de los 50 m¨¦dicos y enfermeras que les asisten desinteresadamente. Un grupo de boy scouts ha levantado en la plaza una gigantesca tienda blanca para dar cobijo a los m¨¢s debilitados.
Se ha creado una especie de foro al aire libre donde, en grupos, florentinos y gente llegada de otras ciudades, como el alcalde de Bolonia, Renzo Imbeni, o el l¨ªder del Partido Republicano, Ugo La Malfa, discuten con pasi¨®n, incluso a altas horas de la noche, sobre la "emergencia negra", que ha llevado al jefe de la polic¨ªa nacional a parangonar a Florencia con Pretoria.
Toda la superficie exterior de la tienda blanca se ha convertido en un gran mural donde cada uno escribe, pinta o pega con chinchetas mensajes, fotograf¨ªas, recortes de peri¨®dico o poes¨ªas contra el racismo. "?Qu¨¦ verg¨¹enza si los extranjeros negros no pueden tener un lugar en vuestra ciudad!", ha escrito el cantante Clegg. "La diferencia de colores hace la vida m¨¢s bella. La naturaleza, sin color, ser¨ªa una vida sin vida", reza una poes¨ªa de N'Guesan Kouame.
Los ni?os de una escuela de un suburbio, sentados en corro por el suelo, se dedican con gran empeno a componer tiernos y coloreados dibujos. "Sin vosotros, negros simp¨¢ticos, el centro de la ciudad ser¨ªa muy triste", escribe Gluditta Brunelli. "No deb¨¦is iros. Aunque sois negros, no importa, porque yo os quiero", firma Camila Fanfani. Los estudiantes en lucha, que se autodenominan la Pantera, aseguran: "La pantera tambi¨¦n es negra".
Un marroqu¨ª que no est¨¢ en huelga de hambre asegura que "los florentinos son racistas" y que piensan que todos los ¨¢rabes "son vendedores de droga y ladrones". Mama Amar, responsable de la comunidad de senegaleses, que s¨ª ayuna, considera que es un caso de "capitalismo puro, un choque de intereses personales. Si fueran racistas, no nos dejar¨ªan manifestarnos". Y muestra las 10.000 firmas de solidaridad recogidas.
En Florencia, todos discuten de lo mismo. La ciudad est¨¢ dram¨¢ticamente dividida. Tampoco el ex alcalde Morales y el arzobispo, cardenal Silvano Piovanelli, est¨¢n demasiado de acuerdo entre ellos. Morales asegura que "no se arrepiente de la operaci¨®n policial", que sirvi¨®, dice, "para devolver serenidad a Florencia". En su opini¨®n, ya no se puede volver atr¨¢s.
Lo cierto es que hasta el l¨ªder de su partido, Bettino Craxi, le ha telefoneado para aplaudirle, al igual que tanta gente de la ciudad que lo inunda de telegramas y de llamadas telef¨®nicas de solidaridad.
En cuanto al cardenal Piovanelli, afirma que "nada se arregla sin un movimiento hondo de solidaridad de todas las mejores fuerzas de la ciudad"; que es injusto dividir a estos "pobres" en buenos (los negros) y en malos (los ¨¢rabes), como algunos hacen; que la ¨²nica distinci¨®n, "como para los italianos", es entre "los que se comportan bien y los que se portan mal".
El ex alcalde dice que 20.000 inmigrantes son demasiados para Florencia. El cardenal replica: "?Qui¨¦n los ha contado?, ?con qu¨¦ criterio se puede afirmar que son demasiados". Mientras, se ha adherido a la rnanifestaci¨®n nacional de estos emigrantes, que se celebrar¨¢ en Florencia el pr¨®ximo jueves; ha organizado cursos de formaci¨®n profesional para 120 de estos marginados, y ha encontrado vivienda para 20. No es mucho, pero el arzobispo, que baja de vez en cuando para charlar con los j¨®venes de color en huelga de hambre, afirma: "Cada uno debe poner su grano de arena". Los vu cumpr¨¢ han escrito en el suelo: "Queremos s¨®lo trabajo y casa".
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