El repertorio de dos sovi¨¦ticos
Plural fue la convocatoria musical del fin de semana en Madrid. Actuaron el pianista Bashkirov y la Filarm¨®nica de Londres con el efusivo Rohzdestvenski, ambos sovi¨¦ticos; interpretaron la Orquesta y Coro nacionales, dirigidos por Walter Weller, la Misa solemne de Beethoven, e inici¨® el Ayuntamiento, en el Monumental, unos conciertos efem¨¦rides, con uno dedicado a la primavera -obras de Grieg y Sinfon¨ªa primavera de Schumann-, y a las composiciones Romeo y Julieta, de Chaikovski, y Daphnis et Chl¨°e, de Ravel.
Dirigi¨® Od¨®n Alonso, actual titular de la Sinf¨®nica y del Festival Casals de Puerto Rico, a la Sinf¨®nica de Madrid. Todav¨ªa el domingo, de mano de la universidad Aut¨®noma, la Orquesta Filarm¨®nica Cl¨¢sica de Bonn, con el maestro Beissel a su frente, dio sus versiones de Schubert y Mozart.Volvi¨® el pianista sovi¨¦tico B¨¢shkirov al ciclo Piano 2000, de Aijon-Hazen, el d¨ªa 17 con un programa al margen de toda rutina: la Sonata en re menor de Weber, brillante, bien construida, anticipadora de Mendelssohn y Schumann y, tambi¨¦n a veces, tocada de un gusto de sal¨®n.
La versi¨®n fue excelente en todos los sentidos. En cambio, el int¨¦rprete parec¨ªa un poco desconcentrado en esa serie de joyas que forman la colecci¨®n de Bunte Bl¨¢tter (Hojas pol¨ªcromas) de Schumann, tan representativas de la sensibilidad de su autor, menos org¨¢nicas si las comparamos con Carnaval o Escenas de ni?os.
Lo mejor de la noche fueron La isla alegre y Cuatro preludios, de Debussy, entre ellos la espa?ol¨ªsima Serenata interrumpida (posterior a Iberia, de Alb¨¦niz, y a las Piezas de Falla, conviene recordarlo). Para final, la Sonata en do menor de Prokofiev, basada en viejos cuadernos, escrita en 1908 y revisada siete a?os m¨¢s tarde.
Pentagramas que convienen al virtuosismo y a la expresividad de Bashkirov, fueron tan aplaudidos que las propinas hubieron de multiplicarse. Con todo, no ha sido de las mejores actuaciones de este artista tan querido y admirado por nuestro p¨²blico; ¨¦sta es la gloria y el riesgo de la m¨²sica directa, aun trat¨¢ndose de artista tan seguro como Bashkirov importante heredero de la escuela de Nicol¨¢s Rubinstein, transmitida por Siloti primero y por Goldenweiser -maestro de Bashkirov- despu¨¦s.
Rohzdestvenski
Tampoco era conformista la programaci¨®n de Grinadi Rohzdestvenski (Mosc¨², 193 1) con la London Philharmonic Orchestra, fundada en 1926 por sir Thomas Beechar.La obertura de Alfonso y Estrella -¨®pera de Schubert que estrenara Liszt en Weimar, en versi¨®n abreviada, el a?o 1854-, las Variaciones sinf¨®nicas de Dvorak, de 1877, es decir, contempor¨¢nea del Stabat mater, y la orquestaci¨®n realizada en 1937 por Sch?nberg del Cuarteto con piano en si menor de Brahms no se escuchan todos los d¨ªas, aun cuando de la ¨²ltima partitura nos ofreci¨® hace unas temporadas una buena versi¨®n el maestro espa?ol Jes¨²s L¨®pez Cobos.
De la precisi¨®n, la pasi¨®n y el verbo musical c¨¢lido de Rohzdestvenski poco hay que decir, pues son bien conocidas. En esta ocasi¨®n, sin embargo, recibimos la impresi¨®n de una falta de ajuste, por desconocimiento, a las condiciones ac¨²sticas del superbrillante auditorio de Garc¨ªa de Paredes. As¨ª, el conjunto londinense, de evidente calidad, son¨® un tanto hiriente, a lo que contribuyeron unas ejecuciones cuya din¨¢mica se movi¨® pr¨¢cticamente entre el mezzoforte y el fortissimo.
Las Variaciones de Dvorak justifican por s¨ª mismas el olvido en que yacen: son convencionales e impersonales. Esta vez el m¨²sico bohemio no fue permeable, como tantas otras, al ejemplo de Brahms, que en 1873 hab¨ªa trazado sus espl¨¦ndidas Variaciones-San Antonio.
El aplauso de un p¨²blico que llenaba pr¨¢cticamente la sala oblig¨® al maestro a una propina predilecta: la Danza h¨²ngara de Brahms, que en otra instrumentaci¨®n, como es l¨®gico, tanto divulg¨® Von Benda en los mejores a?os de su Orquesta de C¨¢mara berlinesa.
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