Carreras de obst¨¢culos
Le escribo esta carta s¨®lo con ¨¢nimo de desahogarme. Soy un minusv¨¢lido ¨²ltimamente abrumado por su minusval¨ªa. Hab¨ªa conseguido una situaci¨®n estable y equilibrada entre mi capacidad y mis posibilidades, pero todo se hace progresivamente m¨¢s dif¨ªcil en esta sociedad crispada.Ya no puedo pr¨¢cticamente andar por la calle porque no puedo saltar por encima de los coches aparcados en las aceras, en los pasos de peatones, en los sem¨¢foros, en la salida del portal; porque mi equilibrio es precario y no puedo escurrirme por los terraplenes de las inacabables obras (menos mal que soy cojo y no ciego... ). No puedo aparcar mi maravilloso cochecito adaptado, que tanta libertad me dio en el pasado, porque es imposible aparcar incluso con tarjeta de minusv¨¢lido o con lugar reservado en exclusiva, puesto que otro -y no precisamente minusv¨¢lido- habr¨¢ llegado antes, salt¨¢ndose todas las prohibiciones. Si llamamos a la gr¨²a, adem¨¢s de tardar de una a dos horas en llegar, frecuentemente nos encontraremos a la ma?ana siguiente con que nuestro coche tiene alguna herida como venganza o advertencia. ?Y para qu¨¦ hablar de los tres millones de escaleras que tenemos que coronar para acceder a cualquier sitio...?
Yo antes iba mucho los domingos a pasear al Retiro con mi hija. Aparcaba el coche entre dos se?ales de s¨®lo minusv¨¢lidos y disfrut¨¢bamos de un delicioso paseo. Hace ya tiempo retiraron al polic¨ªa municipal que custodiaba esas plazas y ahora aparcan todos menos aquellos para quienes est¨¢n reservadas. En fin, de vuelta a casa.- Fernando Hormaechea.
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