La propuesta de Tom Wolfe
El escritor norteamericano Tom Wolfe, padre del nuevo periodismo, entra a trav¨¦s de su emblem¨¢tica novela, La hoguera de las vanidades, en la b¨²squeda de una expresi¨®n adecuada para retratar la vida neoyorquina. Recobra los valores cl¨¢sicos del realismo en su literatura mientras rubrica el fin de las vanguardias.
Podr¨ªa muy bien titularse Peregrinaci¨®n a las fuentes o Adi¨®s a la desorientaci¨®n, si atendemos a los argumentos del autor de la novela de ¨¦xito y esc¨¢ndalo La hoguera de las vanidades. Antes de iniciarse en el meditado cultivo de la ficci¨®n narrativa, Tom Wolfe hab¨ªa sido nada menos que el impulsor y ejercitante de lo que ¨¦l, llamaba, con desafiante petulancia, "el nuevo periodismo".En ambas actividades Wolfe persegu¨ªa un similar objetivo: avanzar en la determinaci¨®n de los perfiles identificadores de su patria, el poderoso Estados Unidos, polifac¨¦tico y creador, con sus gestas, sus p¨¢ginas oscuras y sus leyendas negras.
Wolfe se plantea en La hoguera de las vanidades la forma de alcanzar la expresi¨®n -no la explicaci¨®n de ese mundo complejo, tr¨¢gico e ilusionado-, centr¨¢ndose en la narraci¨®n de la vida neoyorquina. Contar la existenc¨ªa y la palpitaci¨®n de la ciudad paradigm¨¢tica del siglo en una apoteosis de la novela urbana que tenga la m¨ªnima relaci¨®n con el Manhatlan Transfer y las sugestiones unanimistas de John Dos Passos.
La hoguera de las vanidades corre hacia el empalme con la m¨¢s acreditada novela realista, la concretada genialmente en obras imperecederas por Balzac, Dickens y Tolstoi para desembocar en los deliquios casi visuales y olorosos a podredumbre del naturalismo de Zola, con descensos al fondo de las minas, para tropezarse con un caballo ciego, o penetrando en los patetismos y morbosidades del vientre de Par¨ªs.
Wolfe no se satisface con el extenso despliegue del lienzo neoyorquino, mechado de pinceladas y recursos escalofriantes. Movido por el ¨¦xito y por el aprovechamiento -?todo debe decirse!- del oleaje levantado, escribe un largo manifiesto, con estilo e intenciones de ensayo definidor. Honesto en el desarrollo dial¨¦ctico, presume de no disimular sus designios. No se trata de un manifiesto retro, como le imputan los repetitivos obsesionados por las hist¨®ricas y marchitas vanguardias literarias y art¨ªsticas.
La fascinaci¨®n obstinada que le provoca Nueva York se empareja con el ansia por determinar las v¨ªas y los medios expresivos de una genuina ¨¦pica norteamericana. Para Wolfe la empresa aparece clara: seguir el hilo que conduce de Fenimore Cooper a Sinclair Lewis, con sus ejemplares personificaciones de Babbit y Arrowsmitt.
Las razones para elegir a Nueva York como tema y escenario las explica en su novela a trav¨¦s de la meditaci¨®n del personaje central frente a la isla de Manhattan: "All¨ª estaba la ciudad que en el siglo XX desempe?a la funci¨®n de la antigua Roma, de Par¨ªs, de Londres; la ciudad de la ambici¨®n, la densa roca magn¨¦tica, el destino irresistible de todos cuantos estaban empe?ados en vivir en la ciudad donde acontec¨ªa todo... ".
Previsible discernimiento. Escritores de diversas y lejanas latitudes han tomado a la ciudad de los rascacielos como argumento y plataforma para sus creaciones. La cuesti¨®n es otra. ?C¨®mo acometerlo? ?De qu¨¦, t¨¦cnicas estil¨ªsticas valerse? ?Qu¨¦ enfoques narrativos pueden resultar m¨¢s eficaces y convincentes? La obra y el manifiesto de Wolfe despejan cualquier inc¨®gnita, con respuestas inequ¨ªvocas: retorno al realismo, al de Balzac y Dickens, con todas sus consecuencias y recursos, tratando a Nueva York como ellos lo hicieron con Par¨ªs y Londres. ?Qu¨¦ pensar¨¢n de estas actitudes los denodados experimentalistas, ampliadores de perspectivas est¨¦ticas e, incluso, los admiradores de los glorificados maestros de la generaci¨®n perdida?
La postura de Wolfe se abre a mayores luces si se recuerdan sus antecedentes, su vocaci¨®n y actividades anteriores. Wolfe es un periodista de profesionalidad y entrega absoluta. No deja tecla por tocar. Investiga y relata, los acontecimientos mantienen su vibraci¨®n humana y social con tamizadas resonancias sensacionalistas, y servido en una prosa ajustada y cabrilleante en contrabalanceo del libre y apresurado volar de lo noticiable, con su rostro bifronte de lo ins¨®lito y lo cotidiano.
El oficio
En Wolfe, como en otros maestros del periodismo contempor¨¢neo, flamea una altanera proclamaci¨®n de las excelsitudes del oficio, que rebasan las satisfacciones producidas por el descubrimiento de la noticia, de su certera presentaci¨®n y de la agudeza en el diagn¨®stico de sus reflejos sociales.
Para Wolfe el ejercicio period¨ªstico es un esforzado oficio a la par que una magistral escuela. Universidad instigadora de la creaci¨®n est¨¦tica, de la literaria especialmente. Sin considerar, por supuesto, al periodismo como un cumplido aprendizaje ni una luminosa estaci¨®n de paso.
Por los ti empos en que cl ensayismo adquir¨ªa entidad propia por los dom Imos del pensamiento comenzaba el periodismo a ser considerado un g¨¦nero propio. ?Ah¨ª est¨¢ nuestro Larra! ?Se pod¨ªa seguir hablando de los antiguos y estancados compartimentos definidos por las vetustas preceptivas literarias?
Con todo lo antedicho en la mochila, Wolfe da otra gran zancada. El periodismo le ha ayudado a descubrir la sorprenderite realidad de la vida, frente a la cual no valen alambicadas evasiones, trucos ni piruetas. "No hay nada", sentencia, "que se pueda imaginar, por absurdo que sea, que no ocurra ante sus ojos a continuaci¨®n".
A la realidad hay que darle caza en su mismo campo y con parecidas armas. Lo dem¨¢s es simple juego, m¨¢s o menos ingenioso. Posici¨®n que supone, con los debidos distingos, un retorno al relato realista, aunque se remocen t¨¦cnicas y significados est¨¦ticos. Wolfe no titubea al rubricar el fin de las extenuadas vanguardias y de los experimeritalismos que convirtieron muchas veces a la novela en ilustres laberintos de intrincadas ret¨®ricas. Algo que burbujea por el ambiente y que para Wolfe, representa el adi¨®s a una larga, lionorable y exprimida aventura.
es embajador de Espa?a.
Babelia
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