Un embrollo maldito
El antrop¨®logo J¨¹rgen Golte, del Instituto de Estudios Peruanos, afirmaba no hace mucho tiempo en el semanario Caretas que el narcotr¨¢fico es un problema de doble faz, porque "... si suponemos que se encontrar¨¢ un sustituto perfecto de la coca¨ªna, ¨¦sa s¨ª ser¨ªa la d¨¦b?cle definitiva de Per¨², porque casi la mitad de la econom¨ªa del pa¨ªs se basa en el narcotr¨¢fico...". Afirmaciones de este calibre, que podr¨ªan sorprender a cualquier peruano medianamente bien enterado de lo que est¨¢ ocurriendo en su pa¨ªs, parecen desgraciadamente confirmarse a la luz de un informe especial sobre la confusa guerra de la droga" publicado en el ¨²ltimo n¨²mero de la revista Quehacer.Seg¨²n ese informe, muchas cosas cambiar¨¢n en Per¨² tras la ofensiva lanzada por el Gobierno de Colombia contra los c¨¢rteles de Cali y Medell¨ªn a ra¨ªz del asesinato del candidato presidencial Luis Carlos Gal¨¢n, El conjunto de medidas tomadas entonces por el presidente Virgilio Barco, como la confiscaci¨®n de los bienes muebles e inmuebles de los narcotraficantes (entre los que se cuentan cerca de 400 avionetas destinadas a llevar pasta b¨¢sica de coca¨ªna del alto Huallaga peruano a los centros de procesamiento colombianos), obligar¨¢ pronto a los peruanos a tomar conciencia de que la guerra que ha empezado en Colombia llegar¨¢ tarde o temprano a Per¨². As¨ª lo piensan al menos los servicios de espionaje peruanos y la Agencia Norteamericana de Lucha contra el Narcotr¨¢fico (DEA). Para ambos, si la situaci¨®n contin¨²a como hasta ahora, los laboratorios de coca¨ªna podr¨ªan ser trasladados a territorio peruano, m¨¢s concretamente a la regi¨®n amaz¨®nica.
"Para que ello ocurra y la mafia pueda pensar en el traslado", afirma Ra¨²l Gonz¨¢lez en Quehacer, "s¨®lo se tendr¨ªan que solucionar dos problemas: insumos y transporte. El primero es f¨¢cil de resolver: la acetona y el ¨¦ter que se requieren para refinar la coca¨ªna pueden ser importados de manera legal, pues son insumos para la industria farmac¨¦utica y para la de pintura y pl¨¢sticos, o, en su defecto, introducidos clandestinamente por la frontera con Brasil o con Colombia; y los hornos, necesarios para la calefacci¨®n, construidos en el mismo pa¨ªs. Y el segundo s¨®lo requiere de un dispositivo que autorice la libre importaci¨®n de avionetas, decisi¨®n que ya habr¨ªa sido tomada por el Gobierno peruano".
Concluye en seguida el comentarista de Quehacer: "Todo parece indicar, entonces, que Per¨² deber¨¢ agregarles a los problemas que ya tiene como pa¨ªs productor de coca aquellos que le endosan las mafias de un pa¨ªs cuando se instalan en ¨¦l (corrupci¨®n, violencia, desestabilizaci¨®n del sistema pol¨ªtico y jur¨ªdico, etc¨¦tera). Si ello ocurriera, se producir¨ªa lo mismo que cuando se quiere apagar. el fuego con gasolina. Las razones: la econom¨ªa peruana (no el Gobierno) comienza peligrosamente a depender del d¨®lar que proviene del d¨®lar paralelo, que no es otro que el d¨®lar del narcotr¨¢fico, y la alica¨ªda econom¨ªa peruana necesita de una buena inyecci¨®n de divisas que bien podr¨ªan ofrecerla las mafias del narcotr¨¢fico".
Y por supuesto, el problema del narcotr¨¢fico en Per¨² es ya pr¨¢cticamente el mismo que el de Colombia. Por ejemplo, hasta antes de la guerra frontal iniciada por el Gobierno colombiano contra los c¨¢rteles de Medell¨ªn y C¨¢li, con la consiguiente expropiaci¨®n de aeronaves, el precio de un. kilo de pasta b¨¢sica de coca¨ªna fluctuaba, seg¨²n la temporada y el monto de la producci¨®n, entre los 1.200 y los 1.800 d¨®lares. Iniciada la guerra a los narcos en Colombia y cerrada la frontera peruana, la cotizaci¨®n del kilo de PBC baj¨® hasta cifras incluso inferiores a los 500 d¨®lares en la zona del Huallaga central.
Mientras tanto, en EE UU ocurr¨ªa exactamente lo contrario: el kilo de coca¨ªna, que costaba entre 9.000 y 11.000 d¨®lares, pas¨® a costar hasta 30.000 d¨®lares, de acuerdo con las m¨¢s estrictas leyes de la oferta y la demanda. La coca¨ªna, en efecto, se ha vuelto un producto escaso en Estados Unidos, mientras que en el alto Huallaga se almacena en espera de tiempos mejores.
Pero la Amazonia peruana, que hasta ahora parec¨ªa haber sido olvidada tan s¨®lo por el Estado peruano, hoy parece serlo tambi¨¦n por la Divina Providencia. E ingresa en ella, como si sus males fueran ya pocos, el terrorismo de Sendero Luminoso, que en poco tiempo (con la inefable excusa, entre otras, de que con ello contribuye a la destrucci¨®n del imperialismo yanqui por envenenamiento) se convierte en defensor absoluto de los peones cocaleros y establece una serie de tenebrosos acuerdos con los narcotraficantes, que van desde la protecci¨®n, a cambio de armamento o del dinero para adquirirlo, hasta peri¨®dicas actuaciones conjuntas que desconciertan totalmente a un Estado peruano que apenas se asoma por la regi¨®n y que insiste en combatir a Sendero Luminoso ¨²nicamente con el Ej¨¦rcito y al narcotr¨¢fico ¨²nicamente con la polic¨ªa.
Y como tantas veces antes, el gran error parece venir de EE UU, que, seg¨²n el estudioso colombiano Francisco Leal, juzg¨® equivocadamente que el problema estaba en la producci¨®n, mas no en la demanda. Adem¨¢s, se?ala el mismo Leal, en EE UU no existe ni siquiera una pol¨ªtica oficial frente al problema del narcotr¨¢fico: "Porque yo creo que no hay una unidad de tratamiento del problema por parte de EE UU: el Departamento de Estado, por un lado; el Departamento de Defensa, por otro; la DEA, por otro". Esto, a pesar de que el presidente Bush ha llegado a considerar que las consecuencias del consumo de drogas en su pa¨ªs han alcanzado la gravedad de una epidemia, atentando as¨ª contra el derecho de todos los norteamericanos a vivir en una sociedad sin drogas.
Pero el problema va a¨²n m¨¢s all¨¢ de lo que el presidente Alan Garc¨ªa llam¨® "una multinacional andina", ya que ha pasado de Colombia, Per¨² y Bolivia a Ecuador, y d¨ªa a d¨ªa va extendiendo sus tent¨¢culos por encima de muchas fronteras latinoamericanas para encontrar su puerto m¨¢s importante de desembarco en EE UU. El conflicto es, pues, internacional, y puede llegar a convertirse en una guerra de baja intensidad de la que Per¨² obviamente no podr¨¢ librarse, en opini¨®n del colombiano Francisco Leal y de la periodista norteamericana Corinne Schmidt: "Dado el tradicional desd¨¦n de las fuerzas armadas [de Per¨²] por el tema, ?por qu¨¦ EE UU se interesa tanto en verlas involucradas? Pues para algunos, la lucha contra el narcotr¨¢fico es una especie de conflicto de baja intensidad que exige un enfoque no s¨®lo represivo, sino militar, lo que explica por qu¨¦ el Pent¨¢gono ha enviado a miembros de las fuerzas especiales para entrenar a la polic¨ªa peruana...".
Y es que, a nivel internacional, EE UU contin¨²a ignorando la estrecha relaci¨®n entre narcotr¨¢fico y pobreza. Los acuerdos que llevaron a la ca¨ªda del precio del caf¨¦ en Colombia, con nefastas consecuencias para este pa¨ªs, en Bolivia llevaron al propio embajador norteamericano a declarar que "no es ninguna coincidencia en este pa¨ªs que el cultivo de la coca aument¨® mientras la econom¨ªa entraba en crisis", agregando que el 20% de los mineros despedidos por el Gobiern¨® en 1985 se hab¨ªan convertido en los a?os siguientes en peones cocaleros. As¨ª, la oferta de coca¨ªna en EE UU es 10 veces mayor que hace 10 a?os, mientras que el cultivo de la coca ha crecido en un 10% durante la d¨¦cada de los ochenta.
Pero el nuevo plan Francis Bennet, que lleva el nombre del "enemigo n¨²mero uno del narcotr¨¢fico en EE UU", no aporta ning¨²n cambio importante, y m¨¢s bien permite entrever que entre las diversas posiciones que enfrentan a instituciones de su pa¨ªs tal vez la de la DEA sea en la actualidad la que se est¨¢ privilegiando, a pesar de que no trae consigo grandes cambios en ning¨²n plazo. Se detiene la erradicaci¨®n y se privilegia la interdicci¨®n, pero no se toca ni m¨ªnimamente la relaci¨®n producci¨®n de coca / pobreza. Y en el caso peruano, cada d¨ªa es m¨¢s dif¨ªcil distinguir entre traficantes y terroristas.
Estamos, pues, ante un embrollo maldito que no empez¨® ayer. Por el lado de la demanda, una encuesta revel¨® que el 91 % de la poblaci¨®n norteamericana calific¨® de cr¨ªtico el abuso de drogas en el pa¨ªs, sin que, como se?ala Corinne Schmidt, "el Gobierno de EE UU est¨¦ dispuesto a pagar unos centavos m¨¢s por una taza de caf¨¦ colombiano".
Por el lado de la oferta, el Gobierno de Colombia recibe, con bombo y platillo que resuenan en el mundo entero, una ayuda de 78 millones de d¨®lares para su guerra frontal contra el narcotr¨¢fico, pero s¨®lo dos atentados de la mafia le cuestan esa misma suma de dinero. Y nadie se moja enteramente en la causa del Gobierno, porque la sociedad entera est¨¢, sabe Dios c¨®mo, por qu¨¦ y hasta qu¨¦ punto, mojada en los negocios de la coca o en sus consecuencias, aunque sea sin darse cuenta. Y Per¨² es una ampliaci¨®n muy previsible de lo que ocurre en Colombia.
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