Una gran serie de Mario Camus
Llegaban clandestinamente los ejemplares de la trilog¨ªa de Arturo Barca publicados por Losada de Buenos Aires en la colecci¨®n que dirig¨ªa Guillermo de Torre. Se le¨ªan y se pasaban de mano en mano. Antes de ver esta imagen rodada por Mario Camus, la de las lavanderas con las manos enrojecidas en el agua helada del Manzanares, la ten¨ªa en la memoria.La memoria insegura, entre dulce y amarga de los a?os cincuenta. No s¨¦ si soy buen espectador de esta serie que acaba de comenzar: dudo que quien no se sepa la novela encuentre lo suficiente en el largo cap¨ªtulo inicial para situar el embrollo de relaciones del protagonista y sobre todo la sensaci¨®n de injusticia social que alimenta a este ni?o, a este peque?o Arturo Barca, madrile?o de finales del XIX; al viejo lector le da unas bellas ilustraciones y un refresco de la memoria, una encarnaci¨®n de los personajes en actores que a m¨ª me parecen bien repartidos y bien dirigidos pese a la terrible debilidad que representa siempre la representaci¨®n con ni?os espa?oles.
Recuerdo
El recuerdo puede mejorar o empeorar la versi¨®n a partir de lo que puede ser un prejuicio: el cine, aun tan largo como permite una serie de televisi¨®n, nunca vale lo que la novela que adapta. Puede producir una obra maestra dentro de su arte que sea superior, pero la riqueza de la literatura, aun la de alguien que escribe mal -me refiero al estilo, al idioma- como positivamente lo hizo Arturo Barca.
Un lector siempre dirige con su imaginaci¨®n la pel¨ªcula invisible de aquello que lee; cuando la ve, siempre disiente de su propia versi¨®n.
A partir de estas dudas ya se puede afirmar que esta serie, a lo que se ha visto de ella en un primero y largo cap¨ªtulo, es de las mejores que se han producido en Espa?a. La forma de meter en el cuadrado las figuras, de entablar la relaci¨®n con el paisaje -no siempre Madrid, sino ficciones de lo que pudo ser aquel Madrid- es excelente.
Puede haber una carga de ambientaci¨®n excesiva, como la hay pict¨®rica: no escapan a ella ni los maestros ingleses, a pesar de que tienen a su alcance m¨¢s medios reales: m¨¢s objetos, m¨¢s calles, m¨¢s modelos, porque Londres es una ciudad conservadora hasta la avaricia, y Madrid se ha ido desprendiendo de s¨ª misma. Puede haber una excesiva teatralizaci¨®n en alg¨²n momento, como en la irrupci¨®n de Titta Ruffo cantando Pagliacci en el caf¨¦ Espa?ol.
En la novela canta antes en el Real en unas importantes p¨¢ginas con la, repito, mala prosa de Barea pero con su enorme capacidad de memorialista y su manera exacta y evocadora de reproducir ambientes.
La serie no puede con ella: si pudiera con tanto como hay en esta primera parte del primer tomo -que es la que recoge el cap¨ªtulo- durar¨ªa a?os, y eso s¨®lo pueden hacerlo los melodramas -malodramas- latinoamericanos. Y baratos (esta serie es, hay que insistir, una de las mejores hechas aqu¨ª: tambi¨¦n es la m¨¢s cara).
Y en el caf¨¦ Espa?ol todas las damas llevan una pluma roja en el sombrero, por el af¨¢n pict¨®rico del escen¨®grafo, como en la iglesia de las primeras comuniones llevan tambi¨¦n sombreros a juego unas con otras.
Concesiones de un arte que, sin embargo, ya va cambiando en cuanto a decorativismo y figurinismo. Lo cual no impide que sean gratos de ver, como las figuras colocadas e iluminadas en un fondo de fragua. Repito que para el antiguo lector sirven maravillosamente de ilustraciones que completan su propia imaginaci¨®n, y no s¨¦ si para el nuevo tendr¨¢n valor de relato completo. Mario Camus tiene fama de contar bien, y ha contado muy bien, por ejemplo Los santos inocentes, con la que hizo una creaci¨®n cinematogr¨¢fica propia (en La rusa prefiero lo que sugiere la novela a la cinta cinematogr¨¢fica, aunque el novelista Cebri¨¢n haya sido tambi¨¦n el guionista).
Dificultades
Quedan los cap¨ªtulos m¨¢s dif¨ªciles. Es decir, cuando no hay manera posible de hurtar el compromiso social, sindical y luego pol¨ªtico, hasta llegar a los de la Rep¨²blica y la guerra civil, y donde la narraci¨®n tiene que desarrollarse por encima de la fijaci¨®n de im¨¢genes y ambientes.
Incluso superando muchas de las debilidades del memorialista-novelista; hay una opini¨®n general -en la que participo- de que Arturo Barea fue debilitando su narraci¨®n a medida que sus recuerdos y la justificaci¨®n de su vida se hac¨ªan m¨¢s pr¨®ximos. Ser¨¢ probablemente dif¨ªcil que alguien me arranque los futuros viernes de la hora de la serie de Camus; y si me arrancan, verificar¨¦ repetidamente que la programaci¨®n del v¨ªdeo queda fijada exactamente, para pasar una espl¨¦ndida ma?ana de s¨¢bado.
Tal es la fuerza de arranque y sobre todo las esperanzas que suscita la serie La forja de un rebelde de Arturo Barea por Mario Camus.
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