Memoria de dos vuelos infinitos
La memoria de las finales de Copa entre el Real Madrid y el Barcelona se resume entre dos vuelos infinitos. Vol¨® el divino Zamora en 1936 para detener el envenenado disparo de Escol¨¢ y glosar su retirada con un nuevo trofeo para las vitrinas del Bernab¨¦u, y vol¨® tambi¨¦n Marcos en 1983, en un cabezazo mortal que conden¨® al Real y retrat¨® a Bernd Schuster con un corte de mangas dedicado a su actual equipo. 47 a?os transcurrieron entre la primera y la ¨²ltima final disputada entre ambos equipos.No se le cay¨® la gorra a Zamora en su ¨²ltima parada en partido oficial. Subi¨® al Olimpo con ella. Quiz¨¢ algo manchada del polvo del viejo Mestalla, donde se jug¨® aquella final de 1936, pero en su sitio. Fue en las postrimer¨ªas del partido, con 2-1 en el marcador a favor del Madrid. Ventoir¨¢ burl¨® a Quincoces y centr¨®, en busca de la puntiaguda bota de Escol¨¢, que remat¨® plano y sonoro. La grada, con un grito adelantado, vio el empate, pero se equivoc¨®. De entre el polvo surgi¨® una gorra. Debajo de ella, Zamora. Y en sus manos, la pelota. El Madrid hab¨ªa ganado el primer pulso. Pocos d¨ªas despu¨¦s estallaba la Guerra Civil.
Tardaron en volver a encontrarse en una final los dos eternos rivales. 32 a?os exactamente. En aquella ocasi¨®n, en 1968, el triunfo correspondi¨®, a los azulgrana, en un partido bronco, pol¨¦mico e intenso de los que la afici¨®n habla durante generaciones. En Catalunya, el triunfo tuvo aires de gesta, pues se consum¨® en el Bernab¨¦u. En Madrid, nadie comprendi¨® el mal fario que llev¨® a Zunzunegui a batir en propia puerta a Betancort, 0-1 que se mantendr¨ªa hasta el final.
La grada no trag¨® tanta desgracia y cargo contra el colegiado de la final, el balear Antonio Rigo, se?alado seguidor azulgrana. Amancio Amaro destap¨® la caja de los truenos con una ca¨ªda dentro del ¨¢rea por la que se reclam¨® penalti. C¨¦sped, jugadores y ¨¢rbitros fueron rociados con una peligrosa lluvia de botellas que dio nombre al partido.
El Real devolvi¨® la moneda en la tercera final, la de 1974, con una severa raci¨®n de goles (0-4) que a punto estuvo de limpiar el 0-5 conseguido por el Barcelona en el Bernab¨¦u. No hubo extranjeros sobre el campo, porque el reglamento no lo permit¨ªa, y Marcial, Asensi, Rexach, Sadurni y siete m¨¢s se vieron impotentes ante los goles de Santillana, Rubi?¨¢n, Aguilar y Pirri. El Madrid, perdida la, Liga y eliminado en la Copa de la UEFA, necesitaba un triunfo as¨ª para congraciarse con su afici¨®n.
Y lleg¨® la ?ltima final, la de 1983, con el ali?o de la penosa situaci¨®n que atravesaban ambos equipos. El Barcelona hab¨ªa perdido toda opci¨®n en la Liga y la Recopa. El Madrid, igual, ya que aquella temporada fue la de las cinco finales perdidas. El encuentro transcurri¨® muy igualado hasta el minuto 90. 1-1 en el marcador, cuando Julio Alberto centr¨® desde la banda y Marcos, elev¨¢ndose sobre la defensa, dibujo una espl¨¦ndida palomita y marc¨® su mejor y m¨¢s importante gol como azulgrana. Los fot¨®grafos captaron entonces una imagen imborrable, ya que Bernd Schuster les regal¨® un corte de mangas dirigido al rival.
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