Irak
En la confluencia del Eufrates y el Tigris, cerca de Basora, en la regi¨®n del sur de Irak, dice la leyenda que estaba el para¨ªso. Todav¨ªa se conserva de hecho, junto a Kurna, el poblado de adobe que preside la uni¨®n de los dos r¨ªos, un ¨¢rbol viejo y casi seco que los nativos aseguran es el de la fruta prohibida y, a sus pies, una huella borrosa, cuya fotograf¨ªa aparece en las gu¨ªas tur¨ªsticas como la pisada de Ad¨¢n. Tal vez por eso, en la ¨²ltima guerra, los soldados irael¨ªes que llegaron desde El Fao hasta las puertas de Basora, la legendaria cuna de Simbad el Marino, la vieja urbe portuaria que vigila la entrada del Golfo y del para¨ªso, tra¨ªan colgada al cuello una llave para poder abrirlo y alcanzar el cielo prometido a quien muere en el campo de batalla, seg¨²n el Cor¨¢n. Nadie sabe si los muertos lo lograron. Pero los vivos no s¨®lo no pudieron entrar en Basora, sino que con el tiempo acabar¨ªan perdiendo la guerra contra Irak. Quiz¨¢ porque el para¨ªso ya no existe o quiz¨¢ porque sus llaves no serv¨ªan para abrirlo: eran de hierro y hab¨ªan sido fabricadas en serie en Polonia.La guerra del para¨ªso, como alg¨²n comentarista llam¨® entonces a la sangrienta lucha que durante ocho a?os enfrent¨® a iran¨ªes e iraqu¨ªes, no fue sino una m¨¢s de las innumerables guerras que a lo largo de la historia han asolado la tierra de Irak. Este viejo pa¨ªs -el m¨¢s viejo del mundo, el primero en el que el hombre aprendi¨® a cultivar la tierra, domesticar a los animales, construir ciudades, dictar leyes, trabajar el barro y escribir - ha visto enfrentarse al hombre con el hombre muchas veces desde que, en alg¨²n lugar desconocido entre el Eufrates y el Tigris, Abel muriera a manos de Ca¨ªn. Sumerios, acadios, babilonios, asirlos, pusieron hace miles de a?os los primeros cimientos de la civilizaci¨®n. Y persas, griegos, ¨¢rabes, mongoles, invadieron sus tierras y arrasaron sus ciudades y sus campos, convirtiendo las riberas del ?ufrates y el Tigris en un largo rosario de ruinas arqueol¨®gicas y de nombres de leyenda para la historia de la humanidad: Jarmo (el primer pueblo construido por el hombre), Tel al Suwan, Matara, Ur (la primera ciudad), Babilonla (la del C¨®digo de Hammurabi y el fabuloso imperio de Nabucodonosor), N¨ªnive, Hatra, Pers¨¦polis... Desde las primeras invasiones de los persas hasta la ¨²ltima guerra con Ir¨¢n, pasando por las ocupaciones sucesivas de los griegos, los ¨¢rabes, los mongoles -que en 1258 arrasaron Bagdad y utilizaron los libros de sus bibliotecas para construir puentes y diques sobre el Tigris-, los turcos y, ya en el siglo XX, los brit¨¢nicos, Irak, la vieja Mesopotamia de la Biblia, el pa¨ªs de las mil y una noches, nunca ha conocido 1a paz.
La sangrienta y larga guerra de ocho a?os que enfrent¨® a iranies e iraquies -y que a¨²n no ha terminado oficialmentefue, por su parte, s¨®lo un cap¨ªtu lo m¨¢s en el enfrentamiento hist¨®rico que desde siempre han mantenido mesopot¨¢micos y persas. Pertenecientes a etnias diferentes, guardianes ambos de los pasos entre Oriente y Occidente -antes, de los cambios de las especias y la seda, y ahora, de la ruta del petr¨®leo-, y asomados sobre un Golfo que en los ¨²ltimos tiempos se ha convertido en uno de los rincones m¨¢s codiciados del planeta, mesopot¨¢micos y persas, iraquies e iran¨ªes, han vivido cas Siempre en pie de guerra. Esa enemistad hist¨®rica estuvo en e origen de la ¨²ltima contienda pero no fue, por supuesto, su ¨²nico motivo. El control de Chat el Arab, el pantanoso estuario formado por el Eufrates y el Tigris en la boca de un Golfo que constituye la principal re serva y la ¨²nica salida al mar del petr¨®leo de Irak; el enfrentamiento ideol¨®gico entre dos concepciones pol¨ªticas radical mente distintas, la del baazismo de Irak, que cree en el progreso material, el secularismo de la sociedad y el nacionalismo, y la del jomeinismo teocr¨¢tico, tradicionalista y panisl¨¢mico, y el odio personal entre dos hombres, el presidente iraqu¨ª, Sa dam Husein, una especie de Napole¨®n del mundo ¨¢rabe arrogante y pagado de s¨ª mismo, y el iluminado y mesi¨¢nico imam Jomeini, que un¨ªa a su ambici¨®n imperialista un anti guo rencor por su expulsi¨®n de Irak, donde hab¨ªa estado exiliado -a cargo del Estado- nueve a?os, hasta que, por intereses pol¨ªticos, Sadam Husein decidi¨® expulsarle del pa¨ªs, fueron entre otras muchas, las principales causas de una guerra que ha dejado en ruinas numerosa ciudades, provocando el hundimiento econ¨®mico de los dos contendientes y sembrado de cad¨¢veres las trincheras de amboslados.
Se calcula en casi un mill¨®n el n¨²mero de muertos causados por aquella larga guerra, que ha sido considerada como una de las m¨¢s crueles y sangrientas desde la II Guerra Mundial. De esa cifra total, las dos terceras partes correspondieron a solda dos iran¨ªes, y la tercera parte restante, a iraqu¨ªes (a cambio, la proporci¨®n se invert¨ªa en cuanto a prisioneros capturados). No es extra?o por ello que todav¨ªa hoy, a a?o y medio ya del alto el fuego, en Irak haya movilizadas 20 quintas, que las calles de Bagdad est¨¦n llenas de lisiados y mujeres enlutadas -la mayor¨ªa de ellas, viudas de entre 20 y 30 a?os- o que en la medianoche del 19 de agosto de 1988, d¨ªa en que el entonces presidente iran¨ª, Al¨ª Jomenci, aceptara el alto el fuego (y la derrota) con aquella frase hist¨®rica -"Tomo esta decisi¨®n como si fuera una copa de veneno"-los iraqu¨ªes se echaran a la calle y vivieran una noche de delirio colectivo que al Final vendr¨ªa a sumar 600 muertos m¨¢s a los muertos de la guerra que acababa: en medio del delirio general, la gente comenz¨® a disparar sus armas desde las ventanillas de los coches y desde las azoteas de las casas, e incluso alguno aprovech¨® para, ajustar algunas cuentas personales. Pero a a?o y medio ya del alto el fuego, y mientras la gente intenta poco a poco recuperar la normalidad perdida, en la capital del pa¨ªs, la legendaria Bagdad de las mil y una noches, la ciudad circular construida junto al Tigris por el califa abas¨ª Abu Jaafar al Mansur, la cuna de Sherezade. lo soldados contin¨²an vigilando cada calle y cada esquina, la bater¨ªas antia¨¦reas apuntan ha era el cielo entre las torres de las mezquitas, y en Basora, en el norte, y a lo largo de toda la frontera con Ir¨¢n, dos millories de soldados contin¨²an vigilando el alto el fuego armados hasta los dientes y prestos a disparar. Poco queda en Bagdad de los m¨ªticos tiempos de las mil una noches. Salvo su bella y antigua Munstansiriya (la primera universidad del mundo isl¨¢mico, construida en 1226 y famosa por sus estudios de matem¨¢ticas), su viejo zoco arruinado (el mismo que diera vida a Aladino, entre otros muchos personajes literarios en aparcamiento), las barcas de los pescadores del Tigris y las impresionantes c¨²pulas recubiertas de panes de oro de las mezquitas, Bagdad e hoy una ciudad reconstruida por completo, no por causa de Pasa a la p¨¢gina siguiente Viene de la p¨¢gina anterior los da?os de una guerra que apenas si sufri¨® directamente (s¨®lo cuatro misiles cayeron sobre ella durante la llamada guerra de ciudades), sino por el af¨¢n occidentalizador de un r¨¦gimen que, olvidando su propia cultura, ha tirado las viejas casas ¨¢rabes de patios interiores y galer¨ªas de madera sobre el r¨ªo para alzar en su lugar gigantescos edificios construidos en el m¨¢s puro estilo del realismo social. Con un estilo arquitect¨®nico que cobra su m¨¢xima expresi¨®n en algunos monumentos oficiales (como el del Soldado Desconocido, una especie de almeja gigantesca alzada sobre una inmensa masa de cemento, o el de los M¨¢rtires, una gran c¨²pula azul partida en dos y asentada sobre un (,entro de exposiciones subterr¨¢neo) y que se corresponde fielmente con el aspecto externo de las gentes que lo habitan, salvo en el barrio de Kadhimia, refugio tradicional de los shi¨ªes y vigilado d¨ªa y noche por el Ej¨¦rcito, la mayor¨ªa de los habitantes de Bagdad han adoptado en sus atuendos las costumbres y los usos europeos, relegando a la categor¨ªa del pintoresquismo sus tradicionales -vestimentas musulmanas.
Por lo dem¨¢s, la vieja Bagdad ha sufrido en los ¨²ltimos tiempos otras transformaciones importantes. La religi¨®n, por ejemplo, que antes impregnaba por entero la vida de la ciudad, ahora se halla confinada en las mezquitas y v¨ªgilada muy de cerca por un Gobierno que, aunque mayoritariamente musulm¨¢n, recela de una fuerza espiritual que en otros pa¨ªses isl¨¢micos se ha convertido en los ¨²ltimos a?os en una verdadera bomba de relojer¨ªa. Las mujeres contin¨²an ocupando una situaci¨®n secundaria (todav¨ªa se mantiene, por ejemplo, la costumbre de concertar las bodas entre los padres, con derecho del novio a rechazar a la elegida, pero no de ¨¦sta a hacer lo mismo), pero la guerra ha contribuido indirectamente a liberarlas: durante todos estos a?os, con los hombres en el frente, ellas tuvieron que ocupar sus puestos de trabajo, y ello les permiti¨®, por primera vez en la historia, salir de casa, aunque todav¨ªa les est¨¦ prohibido entrar solas en los bares, y en muchos de ellos, ni siquiera acompa?adas. El comercio callejero contin¨²a subsistiendo -todav¨ªa es com¨²n en el zoco la imagen del vendedor de patos, de carpas del Tigris, de limones de Basora, de granadas-, pero la mayor¨ªa de los habitantes de Bagdad compran ya todas las cosas en comercios y almacenes pretendidamente occidentales. Y Al¨ª Bab¨¢ y sus 40 ladrones forman, en fin, parte ya, de la leyenda: en Irak, las penas por robo oscilan entre la horca y los 20 a?os de c¨¢rcel. lo cual hace de Bagdad una de las ciudades m¨¢s tranquilas, excepci¨®n hecha, claro est¨¢, de las inevitables peleas callejeras y de la presencia de los soldados que patrullan d¨ªa y noche por sus calles. el oto?o de 1988 -a tres meses de acordado el alto el fuego, y con ocasi¨®n de una visita junto a otros periodistas y escritores espa?oles- pude observar en Bagdad -y que en parecida forma vi tambi¨¦n en otros sitios del pa¨ªs-, han sido propiciados por el hombre que desde hace 16 a?os gobierna Irak de manera estrictamente personal: el presidente Sadam Husein. Originario de una peque?a aldea del interior del pa¨ªs, perteneciente a la minor¨ªa sunn¨ª (minor¨ªa que acapara, sin embargo, la mayor parte de los altos cargos), aupado al poder tras un golpe de Estado -el segundo que intentaba-, jefe del Consejo Revolucionario que dirige el partido ¨²nico Baaz, de car¨¢cter socialista y autodenominado padre de la patria, Sadam Husein constituve un ejemplo de pol¨ªtico de gran implantaci¨®n en el mundo ¨¢rabe, pero de dif¨ªcil homologaci¨®n en el occidental. Paternal, populista, arrogante, tan arrogante y pagado de s¨ª mismo que no admite la m¨¢s m¨ªnima cr¨ªtica ni consejo, ni aun de sus propios ministros, convertidos de este modo en simples guardaespaldas o ayudantes, su omnipresente imagen ocupa por completo el paisaje y la vida del pa¨ªs. Su retrato aparece cada d¨ªa, inevitablemente, en las portadas de todos los peri¨®dicos, preside todas las plazas, calles, puentes y edificios oficiales, observa a los clientes desde las paredes de todos los bazares y los bares -el comerciante que no tiene colgado su retrato es sospechoso ya por eso de estar en contra de ¨¦l- e incluso guarda el tiempo impreso en los relojes de muchos iraqu¨ªes. Sus discursos, pronunciados en directo por la televisi¨®n, aparecen en seguida publicados en todos los idiomas importantes (hoy por hoy, el presidente es el m¨¢s prol¨ªfico escritor iraqui, con m¨¢s de 450 libros publicados); fotograf¨ªas de su vida llenan todos los museos, y aeropuertos, carreteras, cuarteles y colegios son bautizados cada d¨ªa con su nombre. Hasta una colonia hay que se llama como ¨¦l.
Pese a todo, y qui¨¦n sabe si tal vez por eso mismo, el carisma que el presidente Sadam tiene entre los iraquies es dif¨ªcilmente hallable en otro l¨ªder. Conocedor de la mentalidad e idiosincrasia de su pueblo, gran comunicador y consciente del valor popular de su propia arrogancia, Sadam Husein ha sabido sacar fruto de sus logros m¨¢s notables: la nacionalizaci¨®n del petr¨®leo, la reinversi¨®n de los beneficios del crudo en medidas sociales y, sobre todo, la victoria en una guerra en la que los iraqu¨ªes parec¨ªan perdedores de antemano (Irak tiene la tercera parte de la poblaci¨®n que Ir¨¢n), gracias principalmente al apoyo recibido de una comunidad internacional controlada por Estados Unidos y asustada por el fanatismo irani, y que el presidente Sadam utiliz¨® h¨¢bilmente para, asumiendo el papel de bueno de la pel¨ªcula, aprovisionarse de armas sin problemas y utilizarlas, incluso contra los suyos, sin la menor cortapisa ni consideraci¨®n. Tal es su carisma entre los iraqu¨ªes, que Sadam no s¨®lo se permiti¨® retar a su rival Jomeini en el transcurso de la guerra a convocar en sus pa¨ªses sendos referendos personales, sino que en ocasiones ha llegado a extremos tales de soberbia que rozan lo grotesco. Habiendo hecho un duro r¨¦gimen de adelgazamiento, orden¨® hacer lo mismo a todos sus min¨ªstros, so pena de ser despedidos de sus cargos. Y hace a?o y medio encarcel¨® personalmente a un hijo suyo que hab¨ªa matado en circunstancias extra?as a un guardaespaldas, sabiendo que todo el pueblo, comenzando por la propia familia del muerto, iba a pedir al d¨ªa siguiente su libertad. Una de las ¨²ltimas muestras de su soberbia -por el momento- ha tenido lugar hace solo unos d¨ªas con la condena del periodista brit¨¢nico Farzad Bazoft, acusado de espionaje y ejecutado en la horca (quiz¨¢ con la llave del para¨ªso colgada del cuello) sin atender ninguna de las numerosas mediaciones y presiones de la misma cornunidad internacional que le apoy¨® en su guerra contra Ir¨¢n.
Mientras tanto, muchos siguen pensando todav¨ªa, como pas¨® con Ceaucescu, que este hombre despiadado y megal¨®mano, que provoc¨® una guerra de m¨¢s de un mill¨®n de mucirtos, que ha llevado a la miseria a un pa¨ªs empapado de petr¨®leo y que ha impuesto a su pueblo una represi¨®n feroz (las fronteras del pa¨ªs est¨¢n cerradas para todos los iraqu¨ªes, salvo para los mayores de 55 a?os que quieran ir a La Meca, y la carencia de libertades es total), sigue siendo el bueno de una pel¨ªcula que se rueda lejos de aqu¨ª.
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