Terremotos
POR S?PTIMA vez se han reunido los presidentes centroamericanos, en esta ocasi¨®n en la localidad costera de Montelimar, en Nicaragua, para analizar el estado de la cuesti¨®n regional y los progresos de la paz. Naturalmente, las conclusiones de la cumbre no han sido espectaculares, pero s¨ª ha podido constatarse la creciente relajaci¨®n de los mandatarios en el di¨¢logo y la m¨¢s que razonable aproximaci¨®n a los problemas que la costumbre de conversar a cinco les ha facilitado. Se lo deben en gran medida a los dos presidentes que asist¨ªan a la reuni¨®n centroamericana por ¨²ltima vez: ?scar Arias, de Costa Rica, premio Nobel de la Paz, que se marcha con la leg¨ªtima satisfacci¨®n de haber sido uno de los principales promotores de la soluci¨®n pac¨ªfica de los numerosos problemas de la zona, y Daniel Ortega, que abandona el poder tras perder unas elecciones democr¨¢ticas.Pero la concordia entre los asistentes es una cosa, y otra distinta es la traslaci¨®n de sus deseos a los acontecimientos cotidianos. Como si de un mal presagio se tratara, terminada la cumbre, sus protagonistas fueron despertados por un violento terremoto. Era el s¨ªmbolo de la amenaza que se cierne sobre la paz centroamericana, comprometida a derecha e izquierda por movimientos revolucionarios cuyos efectos son m¨¢s violentos que los de cualquier se¨ªsmo.
Hace d¨ªas se firm¨® en Honduras el acuerdo de Toncont¨ªn, por el que la contra nicarag¨¹ense aceptaba la desmovilizaci¨®n, que deb¨ªa completarse bajo la supervisi¨®n de los cascos azules con anterioridad al 20 de abril, es decir, cinco d¨ªas antes de la toma de posesi¨®n de la presidenta Chamorro. La supervisi¨®n de la ONU, sin embargo, ten¨ªa visos de producirse con mayor eficacia en territorio hondure?o -todo contra que no hubiera abandonado su base en Honduras para cruzar a Nicaragua antes del 20 de abril entregar¨ªa sus armas a los representantes internacionales- que en las selvas del norte de Nicaragua. En efecto, all¨ª se dejaba a imprecisas decisiones posteriores la desmovilizaci¨®n de los guerrilleros y la prestaci¨®n de garat¨ªas que les pusieran a salvo de posibles represalias. En vista de todo ello, la opci¨®n tomada por los combatientes antisandinistas -que siguen contando con ayuda de EE UU- fue curarse en salud pas¨¢ndose a territorio nicarag¨¹ense con armas y bagajes y mantener una actividad b¨¦lica espor¨¢dica. Es decir, seguir adelante con la guerra de guerrillas y conservar las armas para el invierno. La cumbre de Montelimar ha acordado extender el plazo de desmovilizaci¨®n hasta el d¨ªa mismo del traspaso de poderes en Managua y solicitar de Washington ayuda financiera para atender a los gastos de las fuerzas internacionales de vigilancia. Es evidente que el plazo de tres semanas que se concede a la ONU para llevar a cabo su labor pacificadora resulta testimonial y la deja a la buena voluntad de los dirigentes de la contra y de EE UU.
El segundo gran problema con que se ha enfrentado la cumbre centroamericana es el de la guerra civil de El Salvador. Los jefes de Estado centroamericanos han renovado su llamamiento al alto el fuego y a la celebraci¨®n de las negociaciones de paz que propugna el secretario general de la ONU. La esperanza es escasa: a la reuni¨®n preparatoria celebrada ayer en Ginebra bajo la presidencia de P¨¦rez de Cu¨¦llar ha acudido una alta representaci¨®n del Frente Farabundo Mart¨ª para la Liberaci¨®n Nacional (FMLN), mientras el Gobierno democristiano salvadore?o apenas si ha enviado una delegaci¨®n de rango menor y sin gran capacidad negociadora. Ello aleja la reanudaci¨®n de las negociaciones de paz interrumpidas el pasado mes de octubre con ocasi¨®n de la ofensiva que el FMLN desat¨® sobre San Salvador. Dos cuestiones que sugerir¨ªan que ?scar Arias se anticip¨® al anunciar al t¨¦rmino de la cumbre de Montelimar que, finalmente, 1as armas han sido silenciadas".
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