?Comienza el espect¨¢culo?
La consolidaci¨®n de las ¨²ltimas televisiones auton¨®micas y la irrupci¨®n m¨¢s reciente de algunas privadas han puesto a los telespectadores espa?oles ante escenarios y comportamientos insospechados hasta ahora, pero tambi¨¦n a supuestos ide¨®logos y analistas que, adscritos a la tesis del derrumbe de la televisi¨®n como medio -y de TVE en particular-, se ven sorprendidos hoy por datos que no confirman ni lo uno ni lo otro.Ciertamente, la opini¨®n p¨²blica hab¨ªa llegado a dar casi por buenas las dos ideas-fuerza con las que regular e insistentemente se le acosaba. A saber: que el fen¨®meno televisivo en nuestro pa¨ªs ten¨ªa unas caracter¨ªsticas todav¨ªa propias de un subdesarollo s¨®lo superable por la competencia de otras televisiones y, al tiempo, que ¨¦stas pondr¨ªan en evidencia la aut¨¦ntica manipulaci¨®n y falta de capacidad empresarial de la propia TVE.
A diferencia de otros medios de comunicaci¨®n -Incluido el cine-, la televisi¨®n nunca ha tenido buena acogida entre las vanguardias culturales y pol¨ªticas de nuestro pa¨ªs. Estos sectores reivindicaron siempre el papel central de los medios escritos -Prensa y libros-, nunca aceptaron el auge creciente de la televisi¨®n y mantuvieron sobre ¨¦sta una permanente sospecha de medio manipulador, fr¨ªo e irreflexivo. Hubo incluso un director general de RTVE que, en un intento de conciliaci¨®n con tales cr¨ªticas, lleg¨® a reconocerse, en su toma de posesi¨®n, como parte de ese ¨ªnfimo tanto por ciento de espa?oles que declara no ver nunca la televisi¨®n.
Dec¨¢logo de paradojas
Hoy est¨¢ radicalmente claro que, 1: la expansi¨®n de lo audiovisual es un fen¨®meno exclusivo de las sociedades m¨¢s avanzadas, por razones materiales y culturales. En efecto, la primera condici¨®n para ello es el desarrollo del necesario equipamiento dom¨¦stico. Y en esto no nos hemos quedado atr¨¢s: el 98,7% de los hogares espa?oles est¨¢ equipado hoy con aparatos de televisi¨®n. Al igual que en la estatura, tambi¨¦n en esto hemos aventajado recientemente a nuestros vecinos franceses. El aparato de televisi¨®n ha pasado a ser m¨¢s frecuente que otros electrodom¨¦sticos, tales como el frigor¨ªfico (98,4%), la lavadora (87,4%), el lavavajillas (5,6%), el tel¨¦fono (69,4%) e incluso m¨¢s que de aparatos de radio. Aunque todav¨ªa t¨ªmidamente, la expansi¨®n se ha iniciado ya en cuanto a los hogares equipados con segundo televisor, aparatos con control remoto (17%), v¨ªdeo (3.4%) o antena parab¨®lica (1,2%).
Generalizado el equipamiento, la mayor o menor audiencia de televisi¨®n depende ahora de una variable fundamental: el tiempo de ocio disponible. En consecuencia, y contra aquellos pron¨®sticos, la realidad actual es que, 2: m¨¢s telespectadores ven durante m¨¢s tiempo la televisi¨®n. En el a?o 1983, el 80% de los espa?oles la ve¨ªa diariamente; hoy esa cantidad ha aume ntado en ocho enteros y sobrepasa los 30 millones en cifras absolutas. Para igual per¨ªodo, y lamentablemente, el resto de medios ha descendido, con la excepci¨®n de las revistas y los suplementos dominicales. El escenario puede reconfortar m¨¢s o menos, pero difficilmente certifica la crisis de la televisi¨®n.
No s¨®lo aumentaron los telespectadores, sino que, 3: tambi¨¦n lo hizo el tiempo que se dedic¨® diarlamente a ver la televisi¨®n. En los ¨²ltimos cinco a?os la media de audiencia aument¨® ?en unos 20 minutos y se sit¨²a ya casi en las tres horas diarias. Por tanto, y despu¨¦s del trabajo, 4: ver televisi¨®n se ha constituido en la segunda ocupaci¨®n activa m¨¢s importante de los espa?oles. Naturalmente, esta apreciaci¨®n var¨ªa seg¨²n los d¨ªas y las ¨¦pocas del a?o. La menor audiencia se produce por l¨®gica durante el verano, en que desciende a dos horas y media diarias. Por el contrario, durante el pasado diciembre cada espa?ol pas¨® ante el televisor el nada despreciable tiempo de tres horas y tres cuartos. Al estar en dependencia del ocio disponible, el tiempo de audiencia tambi¨¦n oscila entre los distintos d¨ªas de la semana. Los primeros cinco d¨ªas sobrepasan ligeramente los 160 minutos, cantidad que aumenta sucesivamente en otros 10 minutos los viernes y s¨¢bados hasta alcanzar la media de 192 minutos en los domingos.
Relaci¨®n audiencia-ocio
Aunque con alguna excepci¨®n, esta estrecha relaci¨®n entre los tiempos de audiencia y de ocio se refleja tambi¨¦n entre los distintos pa¨ªses y regiones. A los predicadores del fin de la televisi¨®n les sorprender¨ªa conocer que, entre los grandes pa¨ªses europeos, es el Reino Unido el de mayor tiempo de audiencia: ?214 minutos como media diaria! A bastante distancia, Italia (180 minutos) y Francia (178 minutos). S¨®lo en cuarto lugar aparece Espa?a, con 174 minutos de audiencia diaria durante el pasado a?o. Pero la regla es tambi¨¦n aplicable a Espa?a, 5: madrile?os y catalanes fueron los que, de largo, consumieron m¨¢s televisi¨®n durante 1989.
De otro lado, 6: est¨¢ tambi¨¦n en pleno cambio el modo de ver televisi¨®n. Aquella escenograf¨ªa de familia reunida en torno a mesa camilla que diger¨ªa una monocorde sesi¨®n televisiva tiende naturalmente a desaparecer. El incremento de las ofertas obliga ahora a una decisi¨®n selectiva: qu¨¦ programa ver en cada momento. La consecuencia inmediata ha sido la extensi¨®n del zapping o barrido de emisoras, previo a la elecci¨®n de programa o coincidente con los cortes publicitarios. La proliferaci¨®n de estos contactos fugaces, 7: aumenta ficticiamente la audiencia de programas secundarios en relaci¨®n al principal, que, en cada momento, realmente est¨¢ siendo visto. La posibilidad de elecci¨®n se materializa a¨²n m¨¢s con la existencia de segundos televisores. Por tanto, 8: es un hecho la fragmentaci¨®n de las audiencias seg¨²n la edad, el sexo y los niveles socioecon¨®micos y culturales, y ello obliga a un serio esfuerzo a 9: los nuevos demiurgos de la televisi¨®n: los programadores. Un programa, hoy m¨¢s que nunca, debe idearse atendiendo muy exactamente al perfil de la audiencia potencial a que va dirigido. Importa algo menos el papel del presentador o de alguno de sus contenidos, pero es en primer lugar necesario acertar con la duraci¨®n, la ubicaci¨®n en d¨ªa y hora y la programacl¨®n de otras cadenas con las que debe competir. De lo contrario, el abandono de la audiencia est¨¢ asegurado. Sorprende, por tanto, la sobrecarga de programaci¨®n deportiva en algunas televisiones, lo que genera siempre el rechazo autom¨¢tico de m¨¢s de la mitad de la audiencia. O el escaso acierto de programar espacios de car¨¢cter muy selectivo -la retransmisi¨®n, por ejemplo, de una muy exquisita cena dominical en restaurante de cinco tenedores- en horario de m¨¢xima audiencia. O la oferta de telefilmes seriados de constatada baja aceptaci¨®n o de dibujos animados en horas de televisi¨®n adulta. Y la insistencia en los que se denominan mal¨¦volamente programas chauchau, es decir, interminables debates o tertulias que carecen del m¨¢s m¨ªnimo ritmo televisivo. Porque, remedando una frase exitosa en el mundo del f¨²tbol, "televisi¨®n es televisi¨®n", y nunca poner una c¨¢mara a la radio.
Ingresos publicitarios
?ltima paradoja, 10: TVE no lo debe estar haciendo tan mal, a tenor de los datos de audiencia y los correspondientes ingresos publicitarios. Naturalmente, ha venido notando la sucesiva aparici¨®n de televisiones auton¨®micas y privadas, pero, como ¨¦stas han producido un aumento general de la audiencia, el tiempo medio dedicado a TVE-1 y TVE-2 se mantiene en sus proplos t¨¦rminos, y a¨²n en febrero ambas recog¨ªan por encima del 80% del total. No por otra raz¨®n TVE cerr¨® 1989 cumpliendo su previsi¨®n de ingresos publicitarios y los primeros datos anticipan otro tanto para el presente a?o.
Ir¨®nica y felizmente, puede confirmarse una al menos de las premoniciones: la aparici¨®n de otras televisiones nos est¨¢n dando, ciertamente, el justo valor de TVE.
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