Los toros y la Corona
Un 18 de abril, como hoy, pero de 1940 (V centenario), hubo tambi¨¦n toros en Sevilla. Se festejaba la boda de Isabel, hija de los Reyes Cat¨®licos, con Alfonso, primog¨¦nito del Rey de Portugal. A la saz¨®n las corridas se celebraban, generalmente, en la plaza de San Francisco. Otras veces en Gradas, frente al Alc¨¢zar. Esa costumbre de hacer part¨ªcipe al pueblo de los motivos de regocijo para la familia real, mediante la celebraci¨®n de corridas de toros, es antiqu¨ªsima. La primera noticia que se tiene de una corrida de toros real se localiza en ?vila, en el a?o 1080. Muy desigual fue la afici¨®n de nuestros monarcas a la fiesta de los toros, aunque casi siempre prevaleci¨® un esp¨ªritu de respeto hacia esa pasi¨®n de los espa?oles. Carlos V alance¨® un toro en Valladolid. No se sabe si por afici¨®n o por leg¨ªtima defensa.Men¨¦ndez Pidal parece inclinarse por esta ¨²ltima raz¨®n.
En cualquier caso no deja de ser singular que al rey se le colocara en tan dif¨ªcil trance. Felipe II no otorga el refrendo real a una petici¨®n aprobada por las Cortes de Madrid en 1567, a propuesta del cl¨¦rigo Sosa, prohibiendo las corridas de toros. La decisi¨®n real apela al argumento evidente de la tradici¨®n: ser esta "muy antigua y general costumbre de estos nuestros reynos". Felipe III manda construir la Plaza Mayor de Madrid. Entre uno de los principales motivos del proyecto se encuentra el de servir de escenario de fiestas de ca?as y toros. El Duque de Rivas, para contarnos la pasi¨®n de Villamediana por la reina, nos describe el fastuoso espect¨¢culo de una corrida real en el Madrid de Felipe IV.
Los Borbones tuvieron menos afici¨®n. Pero no hay mal que por bien no venga. La desafecci¨®n de Felipe V favorece el protagonismo del pueblo llano, que, obviamente tiene dificultades para torear a caballo, y por ello adquiere progresiva relevancia el toreo a pie.
En nuestros dias resalta la dilecci¨®n por la Fiesta de la condesa de Barcelona. La presencia del Rey en las plazas es moderada. Parece, como en tantos otros aspectos, ajustada en intensidad al papel integrador que, hist¨®ricamente, le ha tocado desempe?ar. La creciente afici¨®n de la sociedad espa?ola de una parte, y la oposici¨®n, tanto interior como exterior, de otra, le exigen reconducir sus personales deseos con extremada prudencia. Esa es, al menos, la impresi¨®n que un observador atento advierte. Y en esta faceta nada m¨¢s vigente que la m¨¢xima pirandelliana de "as? es si as¨ª os parece". En la misma t¨®nica, los aficionados celebrar¨ªamos la presencia del Pr¨ªncipe de Asturias en las plazas de toros. Ser¨ªa motivo para avizorar el futuro de la fiesta, no s¨®lo con tranquilidad, sino con optimismo.
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