El Mil¨¢n necesito la pr¨®rroga para llegar a la final
ENVIADO ESPECIAL En v¨ªsperas del partido, un reportero coment¨® al t¨¦cnico Arrigo Sacchi que su Mil¨¢n era el mejor equipo del mundo. "Puede ser el mejor del mundo", respondi¨® el entrenador milan¨¦s, "pero s¨®lo si vence". Anoche, en M¨²nich, el Mil¨¢n lo hizo todo menos ganar un partido en el que fue netamente superior, pero donde acab¨® rifando el resultado. La barrera entre el campe¨®n y la victoria fue, al igual que en el partido de ida, el guardameta del Bayern, Raimond Aumann, autor de una serie de paradas determinantes. Salv¨® goles que habr¨ªan convertido en irrelevancias los tantos de Strunz y McInally. Rob¨® goles a Stroppa (minuto 37), Van Basten (minuto 57), Massaro (minuto 59), y dos minutos despu¨¦s bloc¨® un cabezazo que Maldini ya cantaba.
Aumann aparte, el Bayern fue netamente superado en un partido donde, en opini¨®n de Sacchi, las ausencias de artistas como Donadoni, Ancelotti y Gullit ten¨ªan que compensarse con trabajo colectivo.
Acudir a M¨²nich para dar demostraciones de eficacia colectiva equivale a viajar a Brasil para vender fantas¨ªas. Pero el Mil¨¢n supo convertir su f¨²tbol de solera en vino de cooperativa, pero sin poder esconder sus finuras de artesan¨ªas.
Adem¨¢s, se vio f¨²tbol. Hace 15 d¨ªas el partido de ida hab¨ªa salido denso por el planteamiento defensivo del cuadro alem¨¢n. Sacchi insiste en que su Mil¨¢n no sabe jugar a la defensiva. De esta manera se escribi¨® el gui¨®n para un partido abierto, rico en jugadas de gol, y por ser una semifinal europea demasiado alegre para los tradicionalistas.
Mientras el actual campe¨®n europeo filigraneaba jugadas de ataque, el conjunto alem¨¢n s¨®lo creaba peligro cuando amontonaba a siete hombres en el ¨¢rea rival para las jugadas a bal¨®n parado.
Adem¨¢s, se vio un partido limpio, de escasos problemas para el ¨¢rbitro espa?ol Soriano Aladr¨¦n ya que, con 14 jugadores sobre el campo a una amonestaci¨®n que supondr¨ªa una sanci¨®n, todos miraban por el rabillo del ojo el bolsillo del juez. Se dir¨ªa que ¨¢rbitro yugadores hab¨ªan alcanzado un pacto previo en el sentido de que intentaran no extremar la dureza para que el espa?ol no se viera obligado a sacar las tarjetas. Si hicieron ese pacto, no se not¨®. Y fue, desde luego, muy efectivo. Los buenos aficionados agradecer¨¢n poder ver una final aut¨¦ntica en Viena, el pr¨®ximo 23 de mayo.
La semifinal tard¨® 101 minutos en decidirse. En una pr¨®rroga jugada bajo una lluvia intensa y entre una loter¨ªa de ocasiones, lleg¨® el gol decisivo del sustituto Borgonovo. Sacchi lo festej¨® con una carrera hasta el terreno de juego con sus brazos abiertos, deseoso de abrazar a todos. Su Mil¨¢n no hab¨ªa vencido, pero en aquel momento ¨¦l supo que iba a disputar su segunda final consecutiva de la Copa de Europa.
Cuando Soriano Aladr¨¦n pit¨® el final del partido, Sacchi realiz¨® un segundo sprint para fundirse en un interminable abrazo con el delantero Gabriele Massaro, mientras los dem¨¢s jugadores del Mil¨¢n se abrazaban fervorosamente, antes de ir a compartir su alegr¨ªa con los 4.500 aficionados italianos en la curva norte del Estadio Ol¨ªmpico.
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